«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 9 de octubre de 2009

Antonio Orlando Rodriguez, escritor: "Chiquita llegó a mí para que yo la pusiera en circuláción nuevamente"


Herme Cerezo / SIGLO XXI, publicado 12/05/08

Con la novela ‘Chiquita’, el escritor Antonio Orlando Rodríguez conquistó el XI Premio Alfaguara de novela 2008, entre un total de más de quinientos originales presentados al concurso. ‘Chiquita’ es la biografía, real y ficticia, inventada y cierta, documentada y refutada, de Espiridiona Cenda, una joven cubana de veintiséis pulgadas de altura, más o menos, unos cincuenta y ocho centímetros, que se impuso como meta triunfar en el mundo del espectáculo como bailarina y cantante. Con Antonio Orlando (Ciego de Ávila, Cuba, 1956), persona cordial, de verbo fácil y elegante, como también lo es su escritura, sostuvimos esta conversación sobre su novela premiada.


En Cuba, ¿saben de su premio?
Yo salí de Cuba con treinta y cuatro años y con mi carrera hecha. Curiosamente no han dicho nada, aunque de allí todo se puede esperar. Y digo curiosamente, porque no todos los día un autor de cualquier país gana un premio como el Alfaguara, que debería ser motivo de orgullo para las autoridades del país. La noticia no se dio ni por ningún noticiero, ni por la radio, ni por la prensa. Pero bueno a mí eso no me desvela, porque yo sé que, quieran o no, ‘Chiquita’ ya forma parte de la literatura cubana. Algunos escritores de la isla, ignoro cómo, sí se enteraron de lo del premio y me contactaron para felicitarme.

¿‘Chiquita’ nació para concursar?
No, no. Yo no quería participar en concursos porque después de trabajar cinco años en una novela, lo menos que deseas es esperar seis meses más para que un jurado la lea y no la escoja como ganadora. Le entregué el original a mi agente que vive en Nueva York, la leyó y me dijo: estoy enamorado de ‘Chiquita’, la vamos a enviar a un concurso. Yo le respondí que no, que buscase a alguien y que la contratara para publicar rápido. Pero él insistió mucho. Como un agente literario es una mezcla de niñero, empresario y terapeuta a la vez, le hice caso. Y ahora me alegro mucho, claro, porque finalmente el libro resultó ganador. Pero yo estaba tan convencido de que era tiempo perdido que incluso programé mis vacaciones para esta temporada. En un concurso como el Premio Alfaguara, donde participan más de medio millar de novelas, uno piensa que habrá otras tan buenas como la suya y que, de lo que se trata, es de que un jurado se ponga de acuerdo en que su libro es el mejor. Es como una lotería en la que, finalmente, los astros favorecieron a ‘Chiquita’.

El Premio Alfaguara tiene una larga tradición de ganadores sudamericanos: Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Tomás Eloy Martínez, Laura Restrepo, Santiago Roncagliolo...
Es cierto, muchos autores latinoamericanos han sido favorecidos por este galardón.

Estaba inmerso en otro proyecto literario, ¿qué le movió a cambiar y comenzar a trabajar en ‘Chiquita’?
El personaje. El personaje me fascinó y me desvió completamente de todo el estudio que ya tenía ultimado sobre ‘Cayo Hueso’, un lugar apasionante en el extremo sur de los Estados Unidos. Ya estaba a punto de iniciar la escritura, cuando una amiga me envió una fotografía de Chiquita. Todo el mundo me dijo que estaba loco, que no podía echar por la borda tanto trabajo. Pero la fascinación era tal que guardé toda la investigación sobre Cayo Hueso en una carpeta y empecé a documentarme sobre esta mujer.

Realmente no son siempre los escritores quienes escogen sus historias.
En este caso yo creo que el personaje, definitivamente, me eligió a mí. Entró en mi vida y rompió mis planes totalmente.

Por cierto ¿cómo es su proceso creativo?
Soy un escritor diurno. En mi caso, la noche no se hizo para trabajar. Trato de escribir de día porque es cuando estoy más lúcido. Me documento mucho sobre la época y el personaje, sé de dónde parto y a dónde voy a llegar. De lo que va a pasar por en medio no tengo ni la menor idea. Eso me obliga a dar muchas vueltas, pero soy muy intuitivo. Admiro a los escritores que tienen clara la estructura de la obra que van a escribir, porque ganan mucho tiempo, pero yo me acerco a la estructura por tanteo. La novela es como un trozo de mármol en el que tengo que ir dando martillazos para ver la figura que hay dentro. Me dejo guiar mucho por subconsciente e incluso, creo que el subconsciente es mejor escritor que uno mismo. Yo le dejo que cuente la historia. Únicamente le sirvo como corrector de estilo.

He buscado datos sobre Espiridiona Cenda, Chiquita, en Internet, sin hallar otras referencias que las de su novela. La pregunta es obvia: ¿Chiquita existió realmente?
Realmente existió. Fue un personaje muy popular a finales del siglo XIX y principios del XX, aunque la popularidad la alcanzó en Estados Unidos, donde inició su carrera artística, porque en Cuba siempre fue un personaje de su casa. Hace cien años, era enormemente conocida, tanto que el presidente de los Estados Unidos llegó a invitarla a la Casa Blanca. Pero hoy día nadie sabía nada acerca de ella. Como ocurre con tantas otras celebridades, el personaje había caído en el olvido. Chiquita llegó a mí para que yo la pusiera en circulación nuevamente.

Debió ser enormemente difícil vivir y triunfar en el mundo del espectáculo midiendo veintiséis pulgadas, ¿no?
Y además ser mujer. Eran muchos hándicaps. Ya de por sí medir tan sólo veintiséis pulgadas, quieras o no, te coloca en otra dimensión, en desventaja ante un mundo concebido para los "gigantes". Algo tan elemental como subir a una silla, entrar o salir de un automóvil, que no presenta para nosotros ningún problema, para estas personas se convierte en una proeza. A esto hay que sumarle un mundo donde los artistas liliputienses eran tratados de modo inhumano por los empresarios, que manejaban sus destinos como si fueran seres no racionales. En ese sentido, Chiquita siempre fue una excepción porque ella tomó las riendas de su carrera. Era una mujer muy inteligente, muy independiente y nunca permitió que manejaran su vida.

Y Chiquita eligió para trabajar el cabaret y no el circo que, tradicionalmente, se ha asociado con este tipo de personas.
En primer lugar, solían trabajar en los teatros, que estaban reservados para los liliputienses "más artistas", los que podían bailar o hacer ballet. Y en segundo lugar, estaban las ferias ambulantes o los circos. Como se ve, también había gradaciones entre los liliputienses. Incluso algunos simplemente eran exhibidos como curiosidades, porque carecían de cualidades talentosas. Espiridiona Cenda entraba en la categoría de los que sí poseían habilidades artísticas.

Literariamente, ¿Chiquita resultó un personaje dúctil o complicado?
Mientras escribía ‘Chiquita’ ella hacía o decía cosas que me sorprendían. Pero a la vez me sentía satisfecho, porque veía que tenía vida propia y que no iba hacia donde yo quería, sino hacia donde ella deseaba. Eso resultaba muy reconfortante para mí. Lo cierto es que cuando un personaje está definido, cuanto tú lo ves y lo oyes, él mismo te lleva de la mano.

Su novela está planteada de un modo que el lector no sabe exactamente si lo que lee es verdad o mentira. Hay una mezcla, muy trabajada, entre realidad y ficción, ¿cómo ha conseguido esta sensación?
Bueno, es la segunda vez que lo hago y pienso que esta ocasión salió mejor. En mi anterior novela, ‘Aprendices de brujo’, ya había jugado a colocar personajes en un contexto histórico y a involucrar realidad y ficción. Creo que lo consigo estudiando muy bien la época, los personajes, las anécdotas y tratando de crear una especie de tejido donde la fantasía y la realidad se conformen como hilos que se vayan entrelazando, hasta que llegue un momento en que no se sepa qué es la verdad y qué lo fantasioso. Me gusta jugar con eso. A mí me parece que, si el lector, al leer el libro cree que algo es real, ese algo ha pasado a ser real dentro de la verdad de la ficción. En el libro, por supuesto, que hay unas cosas reales y otras ficticias, muchas de ellas trabajadas con la intención de que parezcan ciertas.

En ‘Chiquita’, además, suena otra voz, en las notas a pie de página, que corrige las afirmaciones del narrador, ¿cómo se le ocurrió ese recurso?
Cuando empecé a escribir la novela, utilicé un narrador omnisciente, tercera persona, clásico, que lo sabía absolutamente todo sobre Chiquita. Me di cuenta que eso ofrecía una mirada unilateral y empobrecedora del personaje. Escribí unas cincuenta páginas y las deseché. Entonces descubrí esa estructura, en la que Chiquita cuenta su historia, manipulándola, tratando de dejar escrita su leyenda, lo que ella quiere transmitir a la posteridad. El narrador cuestiona algunos aspectos y corrobora otros. Y las notas al pie de página ponen en tela de juicio las otras dos visiones, la de Chiquita y la del narrador. Con esa multiplicidad de miradas, aunque sean contradictorias, se enriquecen los puntos de vista, de tal modo que el lector puede conformar su propia Espiridiona Cenda cogiendo de aquí y de allá. Creo que así la historia resulta incluso más verosímil.

¿Cándido Olazábal, el mecanógrafo, el narrador, es Antonio Orlando?
No, no, aunque tiene mucho de mi sentido del humor. Su lenguaje muchas veces es francamente populachero y no es el mío. Su sensibilidad y sus ideas son las de un hombre que fue joven en los años veinte o treinta y que arrastra una serie de prejuicios.

Alguien ha comentado que esta novela sólo puede ser completamente entendida por personas de nacionalidad cubana. Sin embargo, su castellano suena muy de aquí.
Y así es. Provengo de una familia canaria, mis abuelos eran de allí, y mi español es muy canario. En mi casa se usaban palabras isleñas y, casualmente, Chiquita también tenía raíces en el archipiélago. Pero esa afirmación a la que aludía, es errónea. Me parece que cuando un español o un chileno o un boliviano escribe una novela, ésta puede ser leída por cualquier hispanoamericano, pero evidentemente existe una complicidad única entre el escritor y su lector compatriota. Les unen una serie de guiños, referencias, anécdotas y personajes que les son comunes.

¿Después de pasar cinco años con ‘Chiquita’ todavía piensa en ella?
Ya no, afortunadamente, pero fue una relación muy intensa, apasionada, y es hora de comenzar a plantearse el divorcio. Llegó un momento en que la familia y los amigos sólo me oían hablar de ‘Chiquita’ y estaban hartos, porque durante cinco años el centro de mi vida fue ella. Estábamos empezando a separarnos ya, pero el Premio Alfaguara nos ha vuelto a unir. En cuanto termine la promoción, espero que será desplazada por un nuevo amor, por un nuevo personaje.