«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 15 de octubre de 2009

Javier Sierra, escritor: “Al acabar mis libros, el lector no sabe si ha leído una novela o ha visto un documental”

Herme Cerezo / SIGLO XXI, 04/07/08



En el mundo actual, no resulta sencillo encontrar personas absolutamente entregadas a su trabajo y convencidas de lo que hacen. Su discurso, fluido y argumentado, y su accesibilidad así lo demuestran. Este hombre, que hoy se asoma a SIGLO XXI, apenas necesita presentación. Es sobradamente conocido. A los 12 años ya dirigía su propio programa de radio y a los dieciocho fue cofundador de la revista ‘Año Cero’. Luego llegaron sus obras escritas, los programas de televisión y varias colecciones de libros coordinadas por él. Licenciado en Periodismo, Javier Sierra (Teruel, 1971) siempre ha sentido atracción por los misterios que envuelven al Hombre. Las zonas oscuras, las preguntas sin respuesta, las dudas inexplicables son el territorio por donde Sierra conduce sus investigaciones. En 1998, publicó ‘La dama de azul’, un relato de ficción que, bajo apariencia literaria, desvela verdades ocultas. Diez años después, Javier Sierra decidió revisarla y reescribirla de nuevo. Nuestra entrevista gira en torno a esta reedición y al apasionante genero de las "novelas de investigación".

Has pasado por muchos medios de comunicación: televisión, radio, prensa, literatura, ¿en cuál de ellos te sientes más a gusto?
Digamos que mi medio primigenio es la radio y después he ido evolucionando hacia la Literatura. En el fondo no hay tanta diferencia. Las primeras novelas eran tradición oral, contar historias a los demás. Ahora lo que he hecho es adaptarlo a este lenguaje moderno que es la tipografía y transcribirlo a papel. Pero el medio que yo considero más importante de todos es la radio, pero entendida como voz, palabra, que es el origen de todo. Lo dice el Evangelio de San Juan: "En el principio fue el verbo".

¿Continúas haciendo radio o televisión?
No, en estos momentos no. Estoy intentando recluirme en mis cuarteles de invierno para escribir. De momento voy a dejar un poco el trabajo mediático para cuando termine mi nueva novela, que ya me está llevando mucho tiempo.

¿Qué te llevó a interesarte por este tipo de misterios o de fenómenos?
Empecé muy temprano a interesarme por lo oculto, lo sobrenatural, lo extraño, lo antihistórico y creo que todo surgió como una sensación de rebeldía en la infancia al descubrir que había libros ahí fuera, me refiero en el mundo real, en las librerías, que contaban cosas que no me explicaban en el colegio. Y cuando yo preguntaba por ellas no me respondían o no me querían responder. Recuerdo mis lecturas, que hoy están ya muy superadas, de Erich von Daniken, cuyos primeros libros leí a los once años. Naturalmente me faltó tiempo para preguntar en la clase de religión qué era aquello de que Ezequiel había montado en una nave extraterrestre. Nadie me contestó y eso me provocó una sensación de amargura, al no encontrar respuestas en mi referencia cercana que era el colegio. Y desde entonces decidí buscarlas por mi cuenta.

Y ¿no leías libros más tradicionales: juveniles, de aventuras, cómics?
Sí, sí, también los leía, pero desde el principio tuve propensión hacia este otro tipo de lecturas, es más todavía guardo mis primeros relatos que yo escribía, ilustraba y encuadernaba a mis ocho o nueve años. Y esos primeros textos ya eran cuentos relacionados con este mundo: fantasmas, el Triángulo de las Bermudas, etcétera.

¿Podríamos decir entonces que la Literatura era la válvula de escape de tu frustración por no encontrar respuestas para las cuestiones que te interesaban?
Sí, aunque habría que matizar. Mientras que en los ensayos, el autor ya pensaba por mí y me lo daba todo elaborado, en la Literatura yo tenía que poner mucho de mi parte para imaginar lo que contaba el escritor. En definitiva, yo buscaba en la Literatura una herramienta que me ayudase a pensar. Fíjate que mis primeras lecturas fueron las novelas de Sherlock Holmes de Conan Doyle y junto a ellas las de Julio Verne. Creo que ese cóctel explosivo fue lo que me abocó a escribir como lo hago.

Lo tuyo no es Literatura "stricto sensu", lo tuyo, por tu afán de difundir ideas, se parece más a un capitel gótico, ¿no?
Para mí la Literatura, igual que la radio, prensa o televisión, es un medio para transmitir una información y para hacer pensar al receptor. Por tanto, mi literatura no se regodea en sí misma. Yo no persigo una literatura estéticamente hermosa pero vacía de contenido. Yo primero me concentro en el contenido y luego le doy una forma literaria para llegar al lector.

¿Crees que esta forma de expresión es más eficaz que los ensayos de Pauwels y Bergier o el mismo Von Daniken para alcanzar mayor divulgación?
En estos momentos sí, en realidad lo ha sido siempre. Si tú quieres que algo llegue a la mayor cantidad de personas, utiliza siempre la estructura del mito, cuenta una historia. Pero esto no es nada nuevo, los antiguos ya lo sabían. Si querían transmitir una información astronómica importante, la disfrazaban en forma de dioses que peleaban entre sí. De este modo, esa historia perdura a través de los siglos. Si solamente la das en formato técnico, al lector número tres esa información ya no le llega, no se transmite, se pierde. Por lo tanto, lo que yo estoy haciendo es utilizar una viejísima enseñanza de la Humanidad. Nuestro cerebro está configurado para recordar historias, no datos. Si quieres recordar datos, disfrázalos de historia.
Centrémonos en ‘La dama azul’, la obra que presentas hoy, ¿qué te ha movido a reescribirla diez años después de su primera publicación?
El proceso es muy sencillo. Cuando en EE.UU. se publicó ‘La cena secreta’, que alcanzó tanto éxito, mis editores norteamericanos leyeron toda mi obra buscando otro libro mío para publicarlo en inglés lo antes posible. Encontraron "La dama azul" y descubrieron que era la novela perfecta para ellos, porque cuenta una historia que se desarrolla a mitad de camino entre España y Nuevo México durante el siglo XVII, un tiempo que, para ellos, es prehistórico porque es anterior a George Washington, a las colonias, etcétera. Me llamaron para pedírmela y me di cuenta de que esa novela no podía editarse tal como estaba, porque en esos diez años transcurridos yo había aprendido mucho sobre esa historia, había seguido revisitando lugares y entrevistando gente relacionada con este asunto. Y todo eso, de alguna manera, tenía que volcarlo en el libro. Les pedí un tiempo, reescribí la obra y les entregué un manuscrito totalmente nuevo y ampliado, que es el que ahora ve la luz en España. De alguna manera, a mí me ha servido para darme cuenta de qué clase de autor raro soy yo, porque debo ser el único escritor por estos lares que revisita los lugares de sus novelas y que considera que su obra no está muerta. Lo estará el día que yo muera, pero ahora me niego a clausurar mis obras de esa manera. Si yo entiendo que en alguna edición posterior de cualquiera de ellas, puedo aportar algo más ¿por qué no hacerlo? Las obras están a mi servicio ¿no?

Tú no paras de descubrir otras pistas y recopilar nuevos datos y, por tanto, revisar textos parece lógico. Lo que yo no entiendo es que los escritores de ficción revisen sus novelas, excepto si detectan algún fallo en ellas.
Es verdad que mis libros son algo más que novelas. Por ejemplo, ‘La dama azul’ incluye al final unos apéndices documentales fascinantes, que hacen que el lector cierre el libro con una sensación extraña en el cuerpo. No termina de saber si lo que ha leído es novela o es un documental. Y pienso que es bueno que se quede con esa inquietud y que, incluso, sienta la necesidad de visitar los lugares de los que hablo para comprobarlo con sus propios ojos. Una de las mayores satisfacciones que he sentido como escritor, es haber regresado al lugar donde transcurren mis obras y haberme encontrado con lectores de mis novelas. De repente, me he dado cuenta de que mi objetivo estaba cumplido, porque he conseguido remover al lector de su sillón y he despertado una inquietud que sin duda ya tenía.

‘La dama azul’ incluye una dedicatoria para J.J. Benítez, ¿qué significa este escritor para Javier Sierra?
J.J. Benítez obró en mí el prodigio que yo intento obrar en mis lectores, que es el que comentábamos antes: hacer que considerara sus libros como algo más que libros. Las suyas eran obras que me forzaban de alguna manera a salir a la calle a investigar, a confirmar, a preguntar si aquella información tan extraordinaria, que me estaba contando y que yo consideraba una revelación, era cierta o no. Y ese estímulo yo nunca se lo agradeceré bastante. A mí me convirtió de un lector, con inquietud y con implicación, pero a fin de cuentas un lector pasivo, en un lector activo. Y eso es maravilloso y se lo debo a él.

"Nada ocurre por azar... Si alguna vez se suceden a tu alrededor acontecimientos misteriosamente encadenados entre sí, como si algo o alguien los hubiera diseñado para ti, no dudes ni un minuto: ¡estúdialos! Si lograras dar con su causa, habrás encontrado al Dios verdadero, sea éste lo que sea. Entenderás que Dios es una especie de superordenador, un Programador, y no el anciano barbudo que imaginabas." Este es un fragmento de ‘La dama de azul’, sugerente y, sobre todo, inquietante. ¿Somos programas ejecutables o robots que alguien ha diseñado, al estilo de lo que Philip K. Dick escribió en su "Sueñan los androides con ovejas eléctricas" cuando se refería a los Nexus 6?
Algo de eso hay. La respuesta evidentemente no te la puedo dar porque no la tengo. Pero mi intuición camina en esa dirección. Los grandes hombres y mujeres son aquellos que en un momento determinado de sus vidas han sufrido un cortocircuito, llámese drama, decepción, shock o como prefieras, y, a raíz de eso, se han dado cuenta de que hay cosas extraordinarias a su alrededor que, hasta ese instante, no habían sido capaces de ver. Y yo creo que el encadenamiento de coincidencias que le ocurre a Carlos Albert – el protagonista – en la novela, forma parte de ese shock donde él descubre que en el mundo que habita y por el que transita inocentemente hay pautas y que esas pautas están escritas para él.

¿El destino no puede modificarse?
De alguna manera tú puedes escabullirte siempre, porque yo creo que la libertad, en ese sentido, sí que existe. Pero hay carriles de los que es difícil zafarse. Puedes cambiar de carril pero sin salirte de la autopista.

El Programador al que aludíamos antes, ¿sigue vivo o se durmió hace tiempo?
No, no, sigue vivo y a pleno rendimiento. El libro de ‘La dama azul’ se ha activado ahora en veintitrés países y en esos lugares han empezado a ocurrir cosas. Gente que jamás había oído hablar de la monja María Jesús de Ágreda y que se siente impelido a visitar su convento, se encuentra con que algún antepasado suyo había pasado por allí cien años antes. Y esas noticias me llegan de un modo u otro. El Programador, sea lo que sea, me ha utilizado para dar a conocer esta historia.

¿Estás azotando conciencias?
De alguna manera, sí. Casi, casi estoy convencido de que el éxito de ‘La cena secreta’ se movió para que ‘La dama azul’ llegase a todos los rincones del mundo.

Un inciso: ¿qué opinión te mereció en su día ‘El Código da Vinci’?
Pues, mira a mí me pareció un buen libro, no un buen libro literariamente hablando pero sí un buen libro, porque fue capaz de generar un enorme debate a su alrededor y cualquier libro que consiga eso es un buen libro. Aunque no seamos capaces de admitirlo ahora, que somos contemporáneos de la obra y del autor, dentro de dos siglos se mirará así y se dirá que fue una novela que creó todo un fenómeno social y que irrumpió en un momento muy determinado de nuestra civilización. No somos muy conscientes de ello, pero vivimos una época extraordinaria, en el sentido de que comenzamos a ser contestatarios con relación a las verdades oficiales de las cosas. De repente hemos descubierto que no hay tales verdades oficiales, que durante años nos han estado engañando como a chinos y la publicación de ‘El Código da Vinci’ abunda en esa dirección. No sólo está demostrado, por ejemplo, que el gobierno estadounidense invadió Irak basándose en una premisa falsa, sino que sobre premisas falsas se han construido muchas cosas a lo largo de los siglos, entre ellas una parte del cristianismo.

¿Qué es la bilocación, uno de los ejes centrales de ‘La dama de azul’?
Bilocarse es estar en dos lugares al mismo tiempo. En el caso de la monja protagonista de la novela, ella es consciente de estar en ambos sitios a la vez. No obstante, existen diversos niveles de bilocación. La moderna física cuántica ya establece que esto ocurre en las partículas elementales, algo que suena francamente extraño en la física newtoniana convencional. Hay partículas en los aceleradores que son capaces de estar en dos sitios a la vez. Y eso va a ser la base de los futuros superordenadores. La informática del mañana será un hardware cuántico, de tal manera que se inyecta información a una partícula aquí en Valencia y, si se posee un clon de esa partícula en Washington, la transmisión de esa información va a ser instantánea. Quien dice Washington dice Alfa Centauro o dónde sea. No hay distancias. Y eso revolucionará el futuro y no en muchos años.

¿Conoces casos actuales de bilocación?
Actualmente, no. Ha habido personas que se me han acercado con experiencias, pero no puedo afirmarlo con rotundidad. El último bilocado conocido fue el padre Pío de Pietrelcina, que tuvo experiencias de bilocación prácticamente hasta el momento de su muerte, acaecida en 1968. Hay infinidad de testimonios que se pueden consultar en los expedientes de la Congregación de las Causas de los Santos en el Vaticano, que viene a ser algo así como entrar en los archivos de Fox Mulder, el de ‘Expediente X’.

Ahora comprendo la trascendencia que la bilocación podría tener en el espionaje.
Claro, lógicamente, es una forma de ver cosas que están ocurriendo a distancia, sin resgos, barato e indetectable.

En tu novela aparece un curioso aparato: el cronovisor, ¿qué es eso?
Bueno, esa es otra historia muy curiosa y que yo me tropiezo con ella hace muchos años en forma de recorte de prensa. En 1972, un benedictino hizo unas declaraciones muy raras al ‘Corriere della Sera’ que ocupaban cinco páginas de su suplemento dominical. En ellas afirmaba que había participado desde los años cincuenta en la construcción de un ingenio para obtener imágenes y sonidos del pasado y que había conseguido un cierto éxito como recuperar fragmentos de antiguos cánticos griegos, desaparecidos hace dos mil años, y obtener imágenes de Jesús en los últimos momentos de su crucifixión. A raíz de la publicación de estas declaraciones, este hombre calló. Recibió la orden de Roma de que no podía hablar del asunto y se le silenció. Y en el año 1991 yo lo localizo y, merced a una argucia, me entrevisto con él. Estamos hablando varias horas y cuando le saco el tema del cronovisor cambia, se pone muy serio, se calla y me echa fuera de su convento. Yo salí impactado porque aquello demostraba que aquel hombre ocultaba alguna información. Investigué colateralmente todas las implicaciones de esa supuesta máquina, pero no conseguí demostrar su existencia objetiva, aunque sí terminé convencido de que el Vaticano trabajó durante unos años en un invento similar. Y el solo hecho de que así fuese, ya me pareció material suficiente para escribir una novela. Y para sospechar, claro. En ‘La dama de azul’, al final, reproduzco algunos de esos recortes de prensa para demostrar que uno de los personajes, Giuseppe Baldi, existió realmente aunque bajo otro nombre.

Bueno, vamos terminando. Sé que estás trabajando en siete libros a la vez, ¿cuál será tu próxima publicación?
Si las cosas no cambian, porque todo puede torcerse, estoy trabajando ya hace algún tiempo sobre la Cábala. Si consigo vencer todas las dificultades que conlleva ese tema, será mi próxima obra que aparezca a la venta.

Bien, mis improbables. Mi conversación con Javier Sierra duró algo menos de media hora. Sin embargo, su transcripción al teclado de este ordenador ha batido récords por su extrema lentitud. Me explico. Habitualmente el volcado de una entrevista de estas dimensiones, por llamarlo así, no me ocupa mucho tiempo, ni tanto espacio. Pero en esta ocasión, era como si la cinta de la grabadora no tuviese fin. Las palabras de Javier Sierra parecían no terminar, es más muchas de ellas no recordaba haberlas escuchado ‘in situ’. Si, además, tenemos en cuenta que Javier Sierra emplea un verbo medido, pausado y pensado, que precisa escasísimos retoques, la cosa se explica todavía menos. Y hace que el caletre se ponga a pensar en el Programador, en los enviados, en el Vaticano y sus secretos, en la Dama Azul, en Philip K. Dick y otras cosas similares. Dios me libre de condicionar a ningún lector con este breve apéndice, pero algo tendrá el agua, cuando la bendicen.