«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 11 de octubre de 2009

Salvador Bellés, escritor: "Cada uno de mis personajes ha aportado su sabiduría a Castellón"


Herme Cerezo / SIGLO XXI, 01/06/08



Se dice que "nunca segundas partes fueron tan buenas" y no es éste el caso del libro ‘Hombres y mujeres de Castellón’, la continuación de ‘Seres Humanos de Castellón’, la serie de biografías que su autor, Salvador Bellés, comenzó a publicar en el diario ‘Mediterráneo’ de la capital de la Plana, allá por el mes de noviembre del año 2002. Desde entonces, una tras otra, las vidas de casi ciento sesenta castellonenses de "pro" han sido revisitadas por este escritor de innegable vocación castellonera aunque, circunstancialmente, nacido en Valencia en 1932. Con todos o con uno solo de estos personajes, cualquier lector puede hacerse una idea bastante aproximada de cómo son los habitantes de esa tierra que, teniendo carta fundacional en plena montaña, alrededor del ermitorio de la Magdalena, un buen día decidieron bajar al llano para constituir allí su asentamiento definitivo, junto al Mediterráneo, sus olas y el humo de los barcos que llegaría de mar adentro varios siglos después.


Hay otro aforismo que tampoco se cumple con Salvador Bellés: "nadie es profeta en su tierra". Salvador Bellés es un Personaje — sí, sí, con mayúscula —, en la vida cultural de Castellón, uno más de esos seres humanos que él retrata cada sábado. Un hombre activo, en plena producción, que en otro tiempo fue mancebo de botica, como le gusta llamarse a si mismo, librero, empresario de espectáculos, periodista, presentador de programas de radio y algunas cosas más. Y, ahora, es un escritor de éxito innegable. La firma de múltiples ejemplares de su última obra en la Feria del Libro de Castellón así lo avala.

Salvador, ¿de dónde arranca su vinculación con el mundo cultural?
Durante doce años trabajé como mancebo de botica en una farmacia. Vestido con mi bata blanca, fui conociendo a las personas, sus sentimientos, sus sensaciones, sus enfermedades y me afané también en buscar remedio para sus dolencias. Mientras trabajaba en la farmacia, me convertí en un asiduo coleccionista de libros de teatro porque yo me hice lector a través del teatro: Manuel Iriarte, Buero Vallero, Miguel Mihura, la colección Scelicer... Con un grupo afín de la parroquia de Santa María, transformamos una cochera en local para funciones y todos los domingos, representábamos alguna obra de la galería salesiana. Más adelante comencé a leer novela: Baroja y Azorín fueron los escritores que más me interesaron en aquellos años.

Luego comenzó a escribir e ingresó en la librería Armengot, algo que reafirmaría sus inquietudes culturales.
A los veinticuatro años yo ya había escrito el bolero ‘Fuente de la plaza Mayor’; dos pasodobles taurinos de toreros de moda, Rodríguez Caro y José Luis Ramírez, y poseía los carnets de formador deportivo de ciclismo a través de los diarios ‘El Mundo Deportivo’ de Barcelona y ‘Mediterráneo’ de Castellón. Fue entonces cuando me ofrecieron el puesto de responsable de la mítica librería Armengot, con ciento treinta y cinco años de historia a cuestas. Pedí un sueldo bastante elevado para la época y ellos, después de pensárselo veinticuatro horas, aceptaron mis condiciones porque era la persona que buscaban, a la vez que me imponían las suyas, entre ellas la obligación de leer un libro cada día. Esta obligación fue muy importante porque creó en mí el hábito de la lectura diaria, aunque a los ocho o nueve días ya aprendí el truquillo de que, leyendo la solapa del libro, el índice y unas páginas del comienzo, era capaz de saber de qué iba el argumento. Recuerdo que los títulos que más me interesaban eran aquellos que encerraban pasión o nostalgia, intriga o evocaciones.

Y en Armengot, además de su trabajo de librero, creó un premio literario de novela corta.
Pertenecer a Armengot me permitió asistir a congresos de libreros de toda España, participando en algunas ponencias, y conocer de cerca el mundo de la creación literaria. La idea del premio se me ocurrió porque pensé que había un vacío cultural en Castellón. Armengot, que había publicado periódicos en la posguerra y en la preguerra, que había editado los libros y boletines de la Sociedad Castellonense de Cultura, no podía permanecer de brazos cruzados y creamos el premio, cuya primera edición en 1969 lo ganó Carmen Nonell con su ‘Hostal Lolita’. El concurso comenzó siendo modesto, con siete u ocho originales recibidos, pero el veterano ‘ABC’ y el entonces primerizo diario ‘El País’ se hicieron eco del certamen, que en 1983 alcanzó la cifra de 93 originales presentados.

Pero usted no tenía bastante con vender libros y organizar premios literarios, también tocó otros palos, ¿no?
Sí – risas – en la radio EAJ 43 de Castellón llegué a tener tres espacios simultáneos en antena: uno, ‘Matinal Cadena Ser’, dirigido por Martín Ferrand, donde cada día y en dos minutos leía un folio de contenidos muy dispares; dos, el semanal ‘El mundo de las letras’, allí entrevistaba escritores y anunciaba novedades editoriales; y tres, ‘Cajón de sastre’, un precursor de los grandes magazines radiofónicos al estilo del ‘Protagonistas’ de Luis del Olmo, de dos horas de duración, en el que mezclaba deportes, sobre todo ciclismo, con entrevistas a personajes interesantes y comentaba noticias que se producían en otros puntos de España. Este trasiego de información me llevó a ganar un concurso publicitario en Tánger, gracias a un eslogan que se hizo muy famoso: "Cuando de vinos se trata, la elección es bien sencilla: o Moriles o Montilla". Con las diez mil pesetas del premio, me compré mi primera gabardina. Por último, también ejercí de crítico cinematográfico. Todavía recuerdo la primera película que reseñé: ‘Tres monedas en la fuente’.

En 1992, Armengot cierra sus puertas. Al poco tiempo usted pasa el Ayuntamiento de Castellón como asesor cultural, ¿qué recuerdos guarda de esta época?
Cuando cerró Armengot, me contrataron como gestor cultural del Ayuntamiento. Hasta entonces, el consistorio tenía la costumbre de organizar tres o cuatro eventos muy importantes al año, pero con ello el pueblo quedaba al margen. Con el Partido Popular, que entonces gobernaba el municipio y su concejal, Miguel Ángel Mulet, creamos varias campañas para dinamizar la vida cultural de Castellón: ‘A l’estiu tot el món viu’, conciertos por los barrios, festivales y conciertos de corales por iglesias y una campaña de teatro, ‘Castelló a escena’, donde los grupos teatrales de la ciudad tenían oportunidad de mostrar a sus conciudadanos cómo trabajaban. Igualmente creamos varias colecciones de libros: los premios de Humanidades, la biblioteca ‘Ciudad de Castellón’ e ‘Imágenes y humor’, donde publican autores que no estarán nunca en las grandes librerías pero que, en su día, se convertirán en testimonio del tiempo que les tocó vivir.

Salvador, ¿quién fue su maestro en esto de juntar palabras?
Aunque yo ya hacía pinitos escribiendo teatro, mi maestro fue el director del diario Mediterráneo de Castellón, Jaime Nos. Me fascinaban sus editoriales, sobre todo cuando hablaba de los universitarios castellonenses, que regresaban a nuestra ciudad para aportar sus conocimientos adquiridos en empresas e instituciones.

Y ¿cómo surge la idea de escribir ‘Seres Humanos’?
Aunque ya estoy jubilado, continúo colaborando en la supervisión de los libros que edita el departamento de Cultura del Ayuntamiento. Un buen día, Jesús Montesinos, director de ‘Mediterráneo’, me llamó para decirme que en su diario tenía una página semanal para escribir. Como de política no sé, yo hablo de las gentes que he conocido. Y poco a poco, he construido, semana a semana, la historia de unos personajes, con sus sueños, sus vivencias y la incidencia de sus quehaceres en esta ciudad. He puesto mucho cariño en todos ellos. En total son doscientos cincuenta, de los cuales ya han sido editados ciento cincuenta y nueve. Los que no he incluido y los que aparecerán hasta el verano, conformarán un tercer volumen que cerrará la serie.

En este segundo volumen, además, interviene Lorenzo Ramírez, el dibujante habitual que colaboró en otro de sus libros: ‘El humo de los barcos’.
Cada agosto, también en el diario Mediterráneo, hago una página veraniega, algo más suave, más íntima, que se llama ‘El humo de los barcos’, donde construyo míticas torres de arena para que el mar con sus olas las vaya destruyendo. Para mí estas torres son evocaciones de personajes y siempre me inspiro en algo real. Lorenzo Ramírez acompaña mis fantasías ilustrándolas con sus dibujos.

El próximo año se cumplirán 25 años de la creación de la revista histórico-cultural ‘Castelló festa plena’, que también dirige usted, ¿hasta cuando tendremos revista?
Por lo menos haremos un numero más. ‘Castelló festa plena’ fue creada conjuntamente en 1984 por el periodista Paco Pascual, por el cronista oficial de la ciudad, medievalista y profesor universitario, José Sánchez Adell, y por mí. Por desgracia, ellos dos murieron, pero sus hijas, juntamente con el periodista Ximo Górriz, continúan conmigo. En total hemos publicado 34 revistas, con tapa dura y llenas de la historia de nuestras tierras. El índice de ‘Castelló festa plena’ es de un valor incalculable.

La cultura, en sus diversas manifestaciones, no ha sido sino una excusa para que usted pudiera hablar de su gran amor: Castellón de la Plana, ¿ha cambiado mucho la ciudad desde que usted tuvo uso de razón hasta hoy?
Cada vez que me hacen una pregunta como ésta siempre respondo lo mismo: me he ido amoldando a los tiempos. Así como cada cual se acomoda como puede a los cambios políticos y económicos, algo parecido me ha ocurrido a mí. Yo recuerdo los primeros años de mi vida, que estudié en las monjas de La Consolación y que estuve en un refugio durante la Guerra. Al salir del refugio, la primera estampa que me encontré fue un hombre con el puño alzado y la voz ronca gritando ¡Viva Cristo Rey! Eso me hizo ver las cosas de un modo diferente y viví la posguerra con privaciones, como todos, unas privaciones que nos parecían naturales a los niños de entonces. He visto evolucionar Castellón y muchas veces me he preguntado ¿quién es Castellón y qué espíritu tiene? Pienso que, burla burlando, desde los personajes que he ido retratando, desde Sánchez Gozalvo y el pintor Porcar hasta don Carlos Expresati y el que fue alcalde de Valencia, don Baltasar Rull, todos en algún momento han formado parte de su historia y cada uno de ellos ha aportado su sabiduría, su cultura, su espíritu y también su pasión por Castellón. Algún editor me ha dicho que quiere publicar mis memorias el día que las escriba, porque yo he vivido momentos importantes de nuestra ciudad: el ciclismo en los tiempos de Bernardo Ruiz, de Bahamontes, el mundo del espectáculo, como presentador y empresario, de las salas de fiesta ‘Bohío’, ‘L’Hostal de la Llum’ y ‘Tombatossals’, lo que me permitió conocer a los grandes de la época, desde Julio Iglesias a Lola Flores, desde Rocío Jurado hasta los Panchos. Esa es otra vida apasionante. Y en los personajes que publico cada sábado hay trocitos de mi vida, de mi biografía. Cuando sea "mayor" — más risas — me quedaré tranquilo en mi casa y lo escribiré todo, porque forma parte de ese jardín que son los ‘Seres Humanos de Castellón’

Del Hotel Mindoro, a espaldas del Teatro Principal, otro foco cultural de Castellón, donde hicimos la entrevista, el escritor castellonense que, día a día, con su buen escribir y fabular, construye su propio personaje, partió hacia la plaza de Santa Clara, lugar donde habitualmente se ubica la Feria del Libro. Allí, en una esquina, junto al dibujante Lorenzo Ramírez, rodeado de best-sellers, policiacos, libros rosa, cómics, enciclopedias y volúmenes de organismos oficiales, firmó ejemplares de su ‘Hombres y mujeres de Castellón’. Y firmó muchos, no crean, porque los castellonenses, por momentos, formaron una nutrida cola delante de su hagiógrafo de moda: Salvador Bellés.