«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 29 de noviembre de 2009

Francisco Galván, escritor:"Lo que necesita la gente es fantasía e imaginación"


Herme Cerezo / SIGLO XXI, 14/11/08


Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, Francisco Galván (Madrid, 1958) posee una dilatada experiencia en el mundo de las letras. Ha trabajado en diversos departamentos de la Agencia Efe, donde vivió un mundo de noticias asépticas, inmediatas y volátiles. Atraído por la vorágine de la ficción, en el año 2000 fue finalista del concurso literario Felipe Trigo con su novela ‘Las esmeraldas de Cortés’. Un año después, ganaría el premio Diablo Cojuelo de Novela Picaresca por su obra ‘El rabo del diablo’. En 2002,
con ‘Cuando el cielo se caiga’, obtuvo otro prestigioso galardón: el Ateneo-Ciudad de Valladolid. Obras suyas son también ‘De buitres y lobos’, ‘El evangelio de Barrabás’ y ‘Sangre de caballo’. Cultivador incansable del llamado género histórico, Galván nos presenta hoy ‘El guerrillero con dos cabezas’, un apasionante y fresco relato, que transcurre entre la España de la Guerra del Francés y la Revolución Mexicana y donde destaca, por derecho propio, la figura de Xavier Mina, un guerrillero español que conquistó la gloria en aquellas tierras del otro lado del Atlántico. De este último relato y de otros asuntos de la República de las Letras conversamos con Galván durante unos minutos.
¿Desde cuando escribes?
Escribo desde 1997, el primer año del presidente del Gobierno, José María Aznar, o del presidente del Congreso, Federico Trillo, como prefieras. Yo era jefe del Gabinete de Prensa de la Agencia Efe en las Cortes. Estaba todo el día pringado, sin tiempo para nada más hasta que en un momento determinado conseguí frenar esa situación y comenzar a escribir la novela que ya llevaba en mente desde hacía tiempo.

¿Qué te aportaba la ficción que no te ofrecía el periodismo?
Yo era periodista de agencia, o sea asepsia total, periodista de lo riguroso y efímero: algunos teletipos tienen una vida tan corta que no duran ni un día entero. Y me apetecía escribir otras cosas más largas y duraderas, dedicarme a la ficción. Tenía en mente una novela, que no fue la primera que se publicó, aunque sí la primera que escribí.

¿También has escrito novela negra, no?
Sí he escrito novela negra, pero a mí lo que me apetece es mezclar géneros. Este año he publicado dos: ‘Sangre de caballo’, que es novela negra, escrita en 2003 aunque publicada en mayo pasado, y ‘Memorias del guerrillero con dos cabezas’, que me ha costado catorce meses de escribir. Pero como te decía, me gusta tocar la novela histórica e introducirle trama negra. Mi novela ‘Cuando el cielo se caiga’ se puede considerar histórica porque está ambientada en la Guerra Civil, pero su trama es típicamente de género negro. Son novelas mestizas, no me gusta que me encasillen.

¿Cuáles son tus escritores favoritos?
Aunque suene presuntuoso, nadie me ha enseñado a escribir y como cada uno es producto de lo que lee, a mí me gusta mucho Juan Eslava Galán. Creo que es el mejor escritor de novela histórica que tenemos en España desde que publicó ‘En busca del unicornio’. También me gustan Mañas, Fernando Marías y Umbral, como verás escritores muy diferentes.

¿Para qué sirve la novela histórica?
La novela, en general, sirve para entretener, por lo menos yo escribo para eso. La novela histórica me aporta un marco y me proporciona buenos mimbres para construir mis relatos. Mis tramas son muy elaboradas y el género histórico tiene todos los ingredientes para permitirme construirlas como yo quiero. Me apasiona leer Historia y, aunque hay escritores que dicen que cuando más sufren es mientras documentan sus obras, a mí me ocurre todo lo contrario. Fue así como me tropecé con Xavier Mina, que es un personaje apasionante, y decidí profundizar en su conocimiento. Si consigo que un lector, al leer mis novelas, se aficione a conocer la Historia, me doy por satisfecho.

Ingleses y franceses veneran las tumbas de sus personajes ilustres, mientras en España perdemos hasta los huesos de Goya o de Velázquez, ¿qué nos ocurre a los españoles?
Nos importa un rábano todo, especialmente si hay especulación de por medio. Con la excusa de que van a hacer un hospital han derribado la cárcel de Carabanchel, sin que nadie diga nada. Con el tema de Velázquez, los españoles no fuimos los causantes, fueron los franceses, en concreto Bonaparte. Nosotros solitos nos hemos encargado de perder los restos de Cervantes, de Lope de Vega o de Zurbarán. A Cervantes y a Lope los enterraron en nichos: al primero en la iglesia de las Trinitarias y al segundo en la de San Sebastián. Pero con el paso de los años, como no se pagaba la tasa al administrador de la iglesia, sacaron sus huesos y los echaron al osario del templo. Y ahora, claro, no se sabe donde están. Sus muertes, como ves, fueron muertes paralelas. Zurbarán, por su parte, estaba enterrado en el convento de los Agustinos Recoletos en la época de la Guerra de la Independencia. Pero con la desamortización de Mendizábal, se vendió el convento y se derribó, arrasando con él, la tumba del pintor. Ahora sobre ese solar se alza la Biblioteca Nacional.

¿No crees que hacen falta más novelas de aventuras, como ‘Memorias del guerrillero con dos cabezas’, y no tantas novelas introspectivas?
Mira, yo escribo lo que me gustaría leer. Desde mi punto de vista, lo que necesita la gente es fantasía e invención. Esas corrientes que dicen que los escritores tienen que escribir sus vivencias, a mí, ¡qué quieres que te diga!, me parecen pajas mentales. Eso es puro ombliguismo, si no es algo más grave: falta de imaginación o de creatividad, aunque yo no voy a juzgar eso. A mí me parece bien que escriban lo que quieran, pero que no digan que la novela está muerta, que no digan que Galdós está muerto. Precisamente la novela surge para romper todos los moldes, para escribir lo que tú quieras. Te repito que a mí me gusta ser mestizo: novela negra e histórica, mezcladas.

La novela histórica, por su lenguaje de época tiende a la lentitud, ¿cómo consigues hacer que tu novela sea dinámica?
No creo que la novela histórica tenga que ser lenta. A Eslava Galán una vez le escuché decir que él perseguía sólo entretener, que él no era un escritor de culto y que, para subir una escalera, no precisaba de veinte páginas. Yo creo lo mismo: la novela es acción. Mi novela es un folletín en el sentido positivo del término. Y como ocurre en el folletín, me gusta dejar colgando algunos de mis capítulos para atrapar al lector, para obligarle a leer el siguiente. Y eso es movimiento, dinamismo, alegría…

Algunas palabras de ‘Memorias del guerrillero con dos cabezas’ me han llamado la atención: en una escena, Goya exclama "¡Joder!" y en otra se dice "la Tudó en bolas", ¿son éstas expresiones propias de aquella época?
Sí, lo de "en bolas" se decía referido a las pechos de la mujer y "joder" es una expresión muy vieja – risas – , como también lo es la palabra coño, que ya la empleaba Quevedo. Curiosamente, estas expresiones ahora no suenan demasiado correctas. Hace casi treinta años parece que había más libertad expresiva que hoy y se decían burradas mucho más grandes, incluso en las letras de canciones de grupos como Radio Futura, por ejemplo, que a mí me gustaban mucho. Ahora, dices coño y choca.

¿Qué sensación te produce recrear personajes históricos, volverlos a la vida?
Es una gozada y mezclar a Velázquez con Goya, aunque uno de ellos estuviese ya muerto, era uno de los alicientes para escribir la novela. De Goya, como estaba sordo, existe el estereotipo de que tenía mala leche. Cosa que por otro lado debía ser cierta. Al duque de Wellington, un inglés estirado, le hizo Goya un retrato y no le gustó. Y casi se liaron a tortas. Los tuvo que separar un hijo del propio pintor. Alcalá Galiano, otro personaje histórico, creo que está bien recreado en la novela porque él mismo se consideraba feo y famélico. El propio Alcalá Galiano, Torrijos y algún otro más eran tipos peculiares y formaban una camarilla que se dedicaba a reventar los bailes de candil. Era la forma de divertirse que tenían los pijos mala leche de la época: violentar los bailes de la clase baja. Y entonces salían a relucir las espadas de los niños bien y las navajas de las clases populares, las famosas facas.

‘Memorias del guerrillero con dos cabezas’ arranca en Madrid, viaja a México y regresa a la capital de España.
Al principio de la novela, uno de los protagonistas le dice al otro que esta historia la empiezan los franceses con la Guerra de la Independencia y la acaban también los franceses con la guerra de Maximiliano. Lo cual es cierto. Me interesaba mucho las dos intervenciones francesas y que apareciese México por el personaje de Xavier Mina.

Por cierto, ¿quién era Mina?
Xavier Mina fue un navarro que estudiaba en Zaragoza, joven, hijo de campesinos, que cuando empezó la Guerra del Francés, organizó guerrillas en Navarra y creó el corso terrestre, que es el equivalente del corso marino en tierra. Estas partidas atacaban convoyes, carros, etc. y trabajaban para España, obedeciendo órdenes de la Junta Central. Para capturarle, tuvieron que trasladar diez mil soldados franceses a tierras navarras, lo que era una barbaridad, porque si esas tropas estaban en Navarra, eso quería decir que en otras zonas no había presencia francesa. A Mina lo hicieron prisionero pronto, en 1810, pero su tío, Francisco Espoz Ilundain, recogió el testigo de su sobrino, adoptó su apellido, de ahí que le llamasen Espoz y Mina, y se hizo con el control de los guerrilleros en Navarra. Al acabar la guerra, Espoz y Mina quería que le nombrasen virrey pero no lo consiguió. Parece ser que estaba dispuesto a hacer lo que hiciese falta para conseguir sus objetivos y, según una leyenda, ordenó fusilar un ejemplar de la Constitución de 1812 para agradar a Fernando VII. Su sobrino, sin embargo, no era igual y, tras una rebelión en Navarra, tuvo que refugiarse en Francia e Inglaterra. En este último país trabó contacto con liberales españoles y con los insurgentes mexicanos, sobre todo con Fray Servando Teresa de Mier, y allí se fraguó una expedición a México para luchar contra Fernando VII en la Nueva España. Con esta situación lo que ocurría era que estaban luchando contra el rey y, de rebote, a favor de los independentistas mexicanos. En 1817, Mina fue apresado y fusilado. Hoy, mientras en España está completamente olvidado, Xavier Mina es un héroe nacional en México, hasta tal punto que el aeropuerto de Tampico lleva su nombre.

Otro personaje histórico recreado en tu novela: José I. ¿Tuvo tiempo de demostrar su valía como gobernante en España?
Aparte de sus errores, en el tiempo que estuvo hizo más cosas que todos los reyes anteriores desde Carlos III: acabó con la Inquisición; creó Liceos, que eran centros de enseñanza laica frente a la tradicional escuela religiosa imperante en España; abrió El Retiro, que era patrimonio real, al pueblo llano; sacó los cementerios a las afueras de la ciudad; fomentó la cultura y trató de recuperar los restos de Cervantes, para lo que constituyó una comisión especial. No consiguió nada, pero al menos mandó erigir la estatua del escritor en Alcalá de Henares, cosa que se llevó a término cincuenta años más tarde. Aunque, además de Pepe Plazuelas, le llamaban Pepe Botella, era abstemio, no bebía. Fue un rey que estaba a años luz de lo que había y de lo que hubo después.

Acabamos, ¿qué llevas entre manos ahora mismo?
Animado porque la primera parte se vendió muy bien, ahora estoy escribiendo la segunda parte de ‘Buitres y lobos’, una novela negra sobre los visigodos de la época de Eurico.