«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 14 de noviembre de 2009

Jesús Sánchez Adalid, escritor: "La novela histórica de calidad seguirá existiendo poque está en el tronco mismo de la Literatura"

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 02/11/08

Llegó a la cita con retraso ferroviario: el tren que lo transportaba desde Cartagena se había demorado lo suficiente para convertir un plácido paseo en un periplo fatigoso, algo demasiado habitual últimamente. Cuando Jesús Sánchez Adalid (Don Benito, 1962) pisó el vestíbulo del hotel Zenith, en el aire todavía flotaban los últimos compases de las fanfarrias de moros y cristianos que, de norte a sur, habían atravesado Valencia aquella tarde-noche. A esas horas, los timbaleros ya refrescaban sus manos, después de quitarse las tiras de esparadrapo que, durante todo el desfile, habían protegido sus dedos. Y las moras y moros, las cristianas y cristianos se desprendían de sus atuendos en común fraternidad, en común encrucijada cultural. El escritor pacense, dispuesto a responder mis preguntas sin mayor dilación, apenas se detuvo para aparcar su maleta en el primer rincón que le vino al paso. Ni siquiera quiso tomar aire, a pesar de que sus facciones reflejaban cansancio y una cierta impotencia por los contratiempos del viaje. Así que nos pusimos a hablar sobre su última y reciente novela, ‘El caballero de Alcántara’, cuyo argumento no puede resultar más tentador: un miembro de la Orden de Alcántara, Luis María Monroy, parte hacia Oriente disfrazado de mercader con la secreta misión de entrar en contacto con el hombre más poderoso de Estambul, "el Gran Judío". El viaje requiere dos escalas Venecia y Sicilia. Espías, ciudades exóticas, intríngulis políticos, la corte, la vida monacal, todo eso y algunas cosas más es lo que prometen sus páginas. La novela, cuya escritura ha durado un año, no lleva todavía un mes en el mercado y su autor ya ha recibido ofertas para su traslado a la gran pantalla.
¿Qué tal llevas la promoción?
Bien, bien, dando bandazos pero me adapto. Una vez metido en la rueda sientes que te arrastra, es pura inercia. Llevo quince días por ahí, perdido. Madrid, Barcelona, Madrid, Sevilla, Alicante, Cartagena ... Hoy estoy aquí y mañana parto hacia Bilbao. Y luego a Santander, a Oviedo, a La Coruña … De locura. Pero esto es así, no tiene vuelta de hoja. Hay veces que no sé ni en qué ciudad me levanto, tengo que pensar para averiguarlo.

Jesús Sánchez Adalid es sacerdote. Tiene su parroquia en el municipio de Alange (Badajoz). A Dios ya veo que le sienta bien lo de tus libros porque te bendice con el éxito, pero ¿qué opinan tus superiores eclesiásticos?
A mis superiores de la Iglesia, como tu dices, les parece bien... Circulan por ahí demasiados tópicos. La Iglesia es más moderna de lo que creemos. El obispo está encantado, sólo se preocupa por encontrar alguien que supla mi ausencia en la parroquia. No me ponen ninguna pega. En alguna ocasión, alguien a título particular, me ha sugerido que suprimiese el erotismo de mis novelas, pero cómo lo voy a quitar si mi erotismo es de risa.

¿Por qué te pusiste a escribir?
No soy capaz de contestar esta pregunta. Es un misterio para mí. He sido muy lector desde pequeño y, en un momento determinado, hace unos doce años, comencé a escribir. ¿Por qué? De verdad que lo ignoro.

Tus estudios son de Derecho y Teología, ¿cómo se te ocurrió escribir novela histórica?
Siempre me gustó la Historia, pero de todas formas en mi escritura la Historia sólo es el marco donde se desarrollan mis argumentos, donde se mueven mis personajes que, como verás, son muy humanos, porque me interesa mucho su vida interior. En mis narraciones también juega un papel importante la fantasía.

Hasta ahora te has acercado en tus obras a los romanos, a los árabes, a la Edad Media, ¿vas a cerrar un ciclo histórico completo?
No, no, yo no llevo un orden cronológico, escribo cuando encuentro una historia interesante. Lo que narro en ‘El caballero de Alcántara’ me parece originalísimo porque no lo ha contado nadie antes con seriedad y rigor, como yo pretendo. No hay ningún libro que hable de los espías de Felipe II y el rey tenía un sistema de inteligencia impresionante. El siglo XVI es un siglo riquísimo y el año 1568, un año decisivo en la corte española, no tiene literatura. Los norteamericanos llevan ciento cincuenta años haciendo cine y escribiendo libros sobre la conquista del Oeste y mira la de cosas que han aparecido. Y eso no es nada si lo comparamos con nuestra historia, con las tres culturas, con el Mediterráneo, con nuestro bagaje cultural, ... nosotros tenemos muchas más cosas que ofrecer.

El asunto del espionaje se me hace especialmente atractivo en esta época.
Por supuesto, García Hernández es un personaje curiosísimo y está perfectamente documentado, igual que Barelli, el espía Barelli, que intentó quemar el arsenal de Constantinopla antes de Lepanto y como no pudo, por culpa de una tormenta, se produjo la batalla. Todo eso son datos reales que, gracias a la Literatura, saldrán a la luz pública. Si se quedan en los libros de Historia, sólo son para los historiadores.

En aquellos años, ¿los espían ya utilizaban todos las técnicas propias de su oficio?
En la época de Felipe II había lenguajes cifrados, jefes de espías, contactos secretos y también existía ya el peligro de los dobles agentes. El rey se dio cuenta de que la mayoría de sus espías eran mercaderes, que iban a comerciar a Estambul y traían noticias de allí. Pero claro, también llevaban noticias de España a Turquía. Así que en realidad eran falsos espías que, además, cobraban por la información que transmitían. Fue entonces cuando el monarca descubrió la utilidad de las órdenes de caballerías para estos menesteres.

El lenguaje utilizado en ‘El caballero de Alcántara’ refleja un enorme trabajo de documentación sobre el habla de la época.
He leído muchos libros del siglo XVI. Es el mayor trabajo de la novela. Utilizando el lenguaje antiguo voy aromatizando la historia de un modo gradual, con delicadeza, es como un regalo que le hago al lector. Pero al mismo tiempo lo voy aligerando, de tal manera que la última parte del libro presenta un lenguaje muy actual. Al lector del siglo XXI no se le puede aburrir con la lengua del XVI. De todos modos cierro la novela con unas cartas escritas en el lenguaje puro de la época.

Ese lenguaje tan cuidado suple la escasez de descripciones con palabras que ambientan al lector.
Bueno, a medida que he ido avanzando como escritor he cambiado. Al principio, me preocupaba bastante por la descripción de lugares, paisajes, comidas, trajes ... Pero ahora me interesa mucho más ir al grano, al interior de los personajes. Unas cuantas pinceladas son suficientes para ambientar.

Tus obras pueden ser un buen camino para enseñar la Historia de otro modo.
Mis novelas se están leyendo en cientos de institutos de toda España, institutos que yo no puedo visitar a pesar de que me llaman, lo cual me da mucha pena. Mis libros son un abrebocas para la literatura del Siglo de Oro, una literatura que ningún niño de hoy lee.

Creo que la novela histórica junto con la policíaca son los dos géneros que más venden. ¿Qué busca el hombre de hoy en el género histórico?
En esta gira me he propuesto aclarar ciertas cosas. Mira, cuando llegamos a una librería, en las novedades encontramos un montón de novelas históricas. Pero eso no es así en realidad. Son libros de enigmas, esotéricos, de misterio pero verdaderamente históricos hay muy pocos. Es verdad que vivimos un momento dulce de la Historia, pero es que eso está en el origen de la Literatura: el Mahabharata o el Ramayana son sagas de héroes y de reyes. Algunos libros de la Biblia, como el de Samuel, el de los Reyes o el de David también son género histórico puro. Actualmente, a este género se le han pegado como una lapa el enigma y el misterio. Y esa mezcla creo yo que tiene los días contados. Sin embargo, la novela histórica de calidad seguirá existiendo como hasta ahora, porque está en el tronco mismo de la Literatura.

Luis María de Monroy, el protagonista que también aparece en ‘El cautivo’ y ‘La sublime puerta’, fue un personaje real?
Está basado en un linaje real, el de los Monroy. Es una familia muy importante de la nobleza extremeña y con muchas bifurcaciones. Francisco Pizarro pertenecía a ella.

El caballero de Alcántara, Luis de Monroy, parece un personaje muy sumiso, ¿es así?
A mí me gusta violentar a los personajes. Yo quiero que asuman su propio viaje interior. En la realidad, cuando surgen las cosas es porque la propia vida te las impone. Tras años de esclavitud, Monroy vuelve a su casa en busca de la lógica de una familia tradicional: vivir tranquilo, casarse, tener hijos. Pero descubre que no se lleva bien con su hermano, que despierta su envidia, y tiene que buscar alternativas. Es entonces cuando Felipe II lo escoge para ingresar en la orden de Alcántara y desempeñar determinadas misiones. Es un personaje dócil, pero poco a poco va sacando sus propias conclusiones. Y como a mí también me interesaba dar una imagen panorámica del momento, lo he movido por muchos ámbitos distintos: Guadalupe, Venecia, Sicilia y Constantinopla, claro, que es la clave.

¿Qué era la orden de Alcántara?
Era una orden militar, cuya sede se encontraba en Alcántara. El origen de estas órdenes se remonta a Las Cruzadas, cuando se crearon para defender los santos lugares. En relación con las mezclas a las que aludíamos antes, nos ha surgido ahora una pseudoética rara, estrambótica y esotérica en torno a estas instituciones, sobre todo con los templarios, de tal manera que el lector de hoy no sabe exactamente qué eran las órdenes militares, que alcanzaron una importancia grandísima, hasta tal punto que Felipe II les encomendó el gobierno de los territorios más alejados: los virreyes como Fray Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, o Fray Francisco de Toledo virrey de Perú, pertenecían a estas órdenes. Los caballeros vivían de acuerdo con las reglas monacales, las de siempre, entre ellas la de San Benito. Eran monjes pero no en el sentido de ora et labora, sino que se habían convertido en milites, esto es, defensores de la fe. Aprendían la estrategia, las artes de las armas y también sabían administrar territorios.

Una sorpresa que encierra ‘El caballero de Alcántara’ es el descubrimiento de la liturgia del bordado y de los tejidos.
Es sorprendente, ¿verdad? Todo eso está en el Libro de los Oficios del monasterio de Guadalupe. Ahí viene detallado cada oficio, incluido el del Taller de Bordaduría. Cuando lo leí me quedé muy sorprendido. Me vino muy bien para hablar de telas y bordados en lugar de especias, que era lo típico. No te puedes imaginar la cantidad de tejidos que se fabricaban en Valencia y que llegaban al monasterio. Y aunque pueda parecer trabajo de mujeres, los bordadores eran siempre hombres. El conocimiento de la técnica del bordado lo transmitían de padres a hijos.

¿Cómo era la España de los tiempos de Felipe II?
En aquellos años, España estaba sometida a tensiones enormes y soportaba tres guerras muy serias: contra el protestante en Europa, contra los turcos en el Mediterráneo y contra los moriscos, que se acaban de alzar en armas en Granada. Y parecía que todo se había conjurado para suceder en el año de 1568. Estos acontecimientos se recrudecieron con la muerte de la reina, con la del heredero y con graves problemas en los territorios americanos. Felipe II se recluyó en Valsaín y buscó cómo gobernar el imperio de un modo nuevo. Los españoles estaban en medio mundo: en Constantinopla, en Nápoles, en Génova, en Milán, en América … Castilla sufrió una despoblación enorme. Se respiraba un aire aristocrático: todo el mundo quería descender de cristianos viejos. El español, además, creía haber sido escogido por la Providencia para rescatar al mundo de todas sus penalidades. Este ambiente se refleja en la Literatura del Siglo de Oro.

Tu obra es muy visual, ¿te la imaginas adaptada al cine?
La novela salió a la venta hace diez días y ya tengo una oferta para llevarla al cine. He de entrevistarme con un director español dentro de poco. España tiene una deuda antigua con el cine histórico. Es un género difícil porque necesita un buen guión, un buen director de cine histórico y dinero. Lo que hace Almodóvar tiene mucho ingenio pero es muy barato. El género histórico es muy caro porque tiene un atrezo muy costoso y los escenarios y paisajes son muy complejos.

¿Qué estas escribiendo ahora?
No llevo, como te decía antes, una sistemática cronológica en mi obra. Ahora me voy al año 35 y escribiré una novela sobre las dos décadas posteriores a la vida de Cristo y sobre la expansión del cristianismo en sus primeros años. Tendrá mucho que ver con el vino en el Mediterráneo como elemento religioso y también con los ritos babilónicos, los cultos a Afrodita y a Dionisio. Llevo ya leídos 35 libros sobre este tema.