«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 26 de diciembre de 2009

Imma Monsó, escritora: “Cada día me gusta más eso de borrar. Me recuerdo más borrando que escribiendo”.


Herme Cerezo, SIGLO XXI, 09/12/09

 

Sara Surp, una escritora menos ficticia de lo que parece, se dirige a participar en una tertulia sobre uno de sus libros. En la carretera, en plena tormenta, se tropieza con un accidente en el que se ha producido un muerto. El fallecido es un chico joven, en cuyo móvil hay un último esemese que dice: “Dejo bacalao en el horno, por si no vienes a la tertulia. Si quieres venir, recuerda: castillo a las 6,30”. De este modo, la escritora deduce que la persona que redactó el mensaje asistirá probablemente a la charla, ignorando que la tragedia se cierne sobre su futuro inmediato. En cambio, ella sí lo sabe y, al empezar su intervención, toma una decisión al respecto. A grandes rasgos, este es el argumento, al menos inquietante, de ‘Una tormenta’, la última novela de catalana Imma Monsó, que ya tiene publicadas unas cuantas obras: ‘Nunca se sabe’, ‘Como unas vacaciones’, ‘Todo un carácter’, ‘Mejor que no me lo expliques’, ‘Marxem papà. Aquí no es hi volen’ y ‘Un hombre de palabra’.

¿Escribir es una necesidad o una enfermedad para Imma Monsó?
Escribir es una forma de explorar preguntas que te haces en un momento de tu vida. De enfermedad, la escritura tiene la obsesión, porque yo creo que todo trabajo creativo tiene algo de obsesivo, pero para mí es una suerte porque siempre me ha resultado gratificante en todos los aspectos.

Acabas de publicar ‘Una tormenta’, pero anteriormente practicaste el cuento.
He escrito dos libros de cuentos, pero lo primero que escribí allá por el año 1996 fue una novela y me siento mejor en este género. Cuando acabo una novela pienso que ya no escribiré más, pero luego vuelvo a escribir. Lo necesito.

No eres una escritora de primera página, atrapas al lector en la media distancia.
Me gusta que el lector sepa qué es lo que pasa por la cabeza de los personajes y eso, a veces, supone que el principio sirva de presentación y que el desarrollo de la acción surja partir de la mitad. Pero en ‘Una tormenta’ lo que ocurre es que prima la historia de la protagonista, que se encuentra con un accidentado en cuyo móvil hay un mensaje destinado a una persona que asistirá a la tertulia a la que ella se dirige. Entonces se da cuenta de que conoce el futuro antes que la persona afectada. Todo esto, en realidad, me ocurrió a mí, me chocó y se quedó grabado en mi mente durante un tiempo.

O sea que la protagonista, Sara Surp, tiene un componente autobiográfico.
Todas mis novelas tienen un componente autobiográfico, es inevitable, y la autobiografía se presta a inventar, a fantasear sobre ello.

Psicológicamente, los personajes de ‘Una tormenta’ están muy bien trabajados, ¿eso es fruto de la observación o de la documentación?
Me interesan mucho la psiquiatría y el psicoanálisis, los tengo siempre muy presentes en mi vida, pero no me he documentado para escribir la novela. Con la observación ha sido suficiente. Además, no me gusta que haya mucha documentación en una novela porque se nota mucho.

Hugo, uno de los personajes, se acerca a la protagonista utilizando un método claustrofóbico que no deja de inquietar al lector.
Así es. La verdad es que no hay manera de que me salga una novela pacífica. Detrás de esa claustrofobia hay un asunto muy personal, que es la excesiva amabilidad. A veces nos dejamos atrapar por la amabilidad, no sabemos negarnos a nada y eso nos lleva a extremos en los que, si la cosa se pone tonta, tienes que soltarle a alguien un no monumental para alejarlo de ti.

Y ante ese no monumental, Hugo se transforma.
Hugo, en principio, es un neurótico de manual que va adquiriendo tintes psicóticos a lo largo de la historia, psicopáticos más bien. Lo que ocurre es que saber si Hugo se revela finalmente como un psicópata, un simple admirador o ni siquiera eso, es algo que dejo en el aire en la novela.

Internet, el medio que Hugo utiliza para acercarse a Sara Surp, un arma perfecta para un psicópata, claro.
Desde luego que sí, Internet es el mundo de los voyeurs.

La protagonista escribe en estado de sonambulismo, ¿es posible esto en la realidad?
En estado de sonambulismo la gente hace muchas cosas increíbles: hay quien arregla el jardín o incluso conduce muchos kilómetros. En el caso de Sara, ella sólo es capaz de escribir dormida. Despierta no sabe ni rellenar una postal. Y esto es algo próximo a mi experiencia personal. A raíz de mi anterior libro, yo acudí a muchas tertulias y siempre me resultó extraño explicar a un auditorio por qué escribí esto o aquello, porque tengo la sensación de que no puedo dar explicaciones convincentes sobre este proceso. Cuando les hablo de la voz que escucho para escribir, los asistentes creen que es una broma, que es algo místico ... Pero lo cierto es que no sé de dónde salen las páginas que escribo y que luego borro, borro y borro. Tras mi experiencia, no me parece baladí que tantos escritores y poetas hayan sido adictos a sustancias estimulantes, porque efectivamente necesitan estar en un estado especial para escribir.

Has nombrado el verbo borrar, ¿la verdadera escritura es borrar?
Para mí está clarísimo que sí. Cada día me gusta más eso de borrar. Yo me recuerdo más borrando que escribiendo y mi ilusión es hacer el libro cero, donde todo estará perfectamente borrado. Es una obsesión.

Sara para evadirse del auditorio, utiliza una estrategia defensiva: máscara, que en la novela ella denomina el monigote.
Sí, claro, eso es que tienes un desdoblamiento, que surge cuando has de hacer algo que exige facultades que tú no posees. Por ejemplo, a mí no me gusta hablar en público y tengo que usar este recurso. Entonces, te creas una máscara, el monigote, un yo más o menos mecánico, que sirve para muchas cosas en la vida. Todos tenemos nuestras máscaras, nuestros monigotes, porque sino resultaría muy difícil funcionar. Lo que sucede en la tertulia de la novela, es que de alguna manera la protagonista se va desprendiendo del monigote a medida que va adquiriendo una cierta intimidad en la charla, cuando se distiende el ambiente que la rodea.

Hace tiempo publicaste ‘Un hombre de palabra’, una novela sobre tu pareja desaparecida, ¿‘Una tormenta’ es un libro complementario de aquél?
No, lo que sucede, es que como decía antes, de tantas tertulias salió que la protagonista fuera escritora, cuando en principio no iba a ser así. Yo había concebido la obra como de intriga pura y dura y, al final, aparecieron otros temas que retrasaron mucho las cosas. La tertulia, con tintes de humor, se convirtió casi en una parte mucho más importante del libro que la propia intriga. Por otro lado, el hecho de que la escritora esté de luto por la muerte de su hermano, hace que demore la explicación de la noticia que lleva a uno de los asistentes. Prefiere que esté allí, sin saber nada, feliz, encerrado en un ambiente acogedor, porque cuando la persona salga fuera del edificio le aguarda la tragedia.


Citas en las páginas de ‘Una tormenta’ a Madame Bovary, a Delibes, a Proust, Cioran ..., ¿esos personajes y esos autores cada vez están más presentes en la vida real?
No te sabría decir ... Lo que sí tengo claro es que la ficción sí forma parte de nuestra realidad- En ese sentido yo no distingo demasiado entre ficción y realidad, porque ciertos personajes, por ejemplo, Tintín o el Quijote, están más presentes en nuestras vidas que algunos de nuestros propios contemporáneos.

Había sido una jornada agotadora. Imma Monsó tenía que coger el tren y había una cierta prisa. Pero mientras me dedicaba su libro, aún tuvo tiempo de explicarme que escribía sus novelas “preferentemente en la cama, en su portátil, rodeada de objetos mullidos” y que, actualmente, no estaba preparando nada nuevo porque “cuando hablo no escribo y cuando escribo no hablo”. En resumen, ‘Una tormenta’ es una historia escrita en la cama y que habla de una sonámbula. Extraigan ustedes, mis improbables lectores, sus propias conclusiones.