«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 30 de mayo de 2011

José María Guelbenzu, escritor: “Me gusta la novela policiaca clásica, la que creó Dashiell Hammett”.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 30/05/2011

¿Por qué aparece el cadáver de una ex modelo erótica con las manos cortadas? ¿Para evitar su identificación? Tal vez. Sin embargo, la gente del lugar reconoce el cadáver enseguida, así que no puede ser ésa la causa. La juez Mariana de Marco, encargada de la instrucción del caso, no acaba de entender qué puede haber motivado el crimen: ¿una pasión oculta, un ajuste de cuentas o el desvarío de algún perturbado?

Estos son los parámetros argumentales sobre los que José María Guelbenzu (Madrid, 1944) teje ‘El hermano pequeño’, editado por Destino. Tras el éxito de sus anteriores cuatro novelas (‘No acosen al asesino’, ‘La muerte viene de lejos’, ‘El cadáver arrepentido’ y ‘Un asesinato piadoso’), dedicadas a la juez Mariana de Marco, el personaje que subyugó al escritor y crítico madrileño tras escribir el primer libro de la serie, la llegada de esta quinta entrega ha sido saludada con la concesión del premio Torrente Ballester 2010. Acompañado de una copa de vino blanco y unas patatas fritas, José María Guelbenzu contestó a mis preguntas con mesura y calma, sin alteraciones, como si el tiempo sólo fuera un accidente irremediable.

Tú eres escritor y crítico literario, desde ese doble punto de vista, ¿cómo ves el asunto de la promoción de los libros’
Depende del carácter de cada uno. En mi caso creo que la obligación del escritor es escribir bien y punto. Todo lo demás es añadido y como añadido es un esfuerzo sobrevenido que no pertenece al oficio. Pero nos estamos adaptando, qué le vamos a hacer [leve encogimiento de hombros]. Hay que obedecer al editor, que es quien tiene que vender el libro y gracias al que nuestras obras se difunden. Por lo tanto, es un acuerdo razonablemente interesado.

Eres un ejemplo vivo de que esa frase que dice que un crítico es un escritor frustrado es falsa.
Totalmente mentira. Yo he sido siempre escritor hasta que a los cincuenta años consideré que había adquirido el suficiente bagaje cultural literario para atreverme a opinar.

Los lindes entre lo que es negro y lo que es policiaco cada vez son más difusos. En ‘El hermano pequeño’, además, averiguar quién es el asesino tiene su aquel, ¿aclárame qué etiqueta literaria le corresponde?
Es novela policíaca. La novela negra actual no me entusiasma, me gusta la clásica, la que creó Dashiell Hammett que fue quien le dio un vuelco total a la novela criminal de siempre. La deriva que ha ido tomando el género hacia el morbo, la violencia y el gangsterismo tópico no me interesa. Quizá podría llamarla criminal, pero tampoco voy a acuñar el término.

Antes de comenzar la serie de la juez Mariana de Marco escribías otro tipo de novela. Al pasar al registro policiaco ¿qué pretendías o qué buscabas?
Nada. Yo escribí la primera novela, ‘No acosen al asesino’, con la intención de construir una novela policíaca sin más y de rendir un homenaje a mis maravillosas lecturas criminales de toda la vida. Pero a posteriori me di cuenta que allí había un personaje de primera, con unas posibilidades inmensas, y decidí seguirlo. Como su profesión era la de juez y estaba plenamente inmersa en el género, he continuado por ahí. Pero no es el territorio al que yo quise ir, sino al que me llevó Mariana de Marco.

En Europa priman los inspectores policiales, en EE.UU. los detectives, ¿por qué elegir precisamente una juez como protagonista?
Fue una decisión muy premeditada. En España, si quieres buscar a alguien que investigue, sólo puede ser policía o guardia civil, cuerpos que yo desconozco completamente y me parecía una temeridad internarme por ese terreno. No hay detectives en España, sin embargo, un juez de instrucción desarrolla una labor muy similar a la suya y responde a la figura tradicional, sagaz e inteligente, de los investigadores clásicos.

Tengo entendido que la serie de la juez de Marco constará de diez novelas, ¿es así?
Bueno, pueden ser diez, ocho u once, no lo sé. La idea de que fueran diez obedece a que quería rendir un pequeño homenaje a Sjowall y Wahloo, los escritores de novela policíaca europea que a mí más me han gustado. Escribieron diez y yo no tengo por qué ser más que ellos [sonrisa de gnomo travieso]

¿‘El hermano pequeño’ está basada en un hecho real?
En absoluto. Toda la historia es inventada, pura ficción, no hay nada real.

¿Te ha resultado fácil asumir la voz femenina para narrar?
No, no ha sido fácil. En mis otras novelas empecé a entrar seriamente en la voz de los personajes femeninos y conseguí salvar la barrera que supone introducirme en la piel de una mujer. Ahora le he sacado partido a ese paso que di.

¿El personaje de Mariana de Marco está ya definido por completo o se perfila constantemente?
Definido sí que está, pero terminado no. Es un personaje que todavía tiene mucho dentro. Ocurre como con las amistades que se van poniendo a prueba constantemente y que o bien se quedan colgadas o bien se enriquecen y crecen.

Uno de los alicientes de la novela es la aparición de Antonio, el hermano de la juez, al que hace quince años que ella no ve.
El hermano salió ya en la segunda novela, pero nada más que de refilón, como una referencia nada más, y pensé que había llegado el momento de sacarlo a primer término. Todos los problemas que se le presentan a la juez obedecen a mi deseo de obligarla a seguir definiéndose y, en ese sentido, la vuelta del hermano tiene bastante importancia porque le remueve muchas cosas.

Mariana se desenvuelve en un mundo masculino: colegas que recelan de ella, policías que le tiran los tejos...
Me imagino que a las jueces, ahora que son más, les ocurre menos, pero efectivamente para un policía o para un militar aceptar las órdenes de una mujer les debe de costar mucho esfuerzo

‘El hermano pequeño’ trata también de un matrimonio tapadera, que encubre una relación homosexual, ¿es muy frecuente una situación de este tipo en España?
A través de un matrimonio blanco no sé si es tan frecuente o no. Creo que sí que son bastante habituales los casos de homosexualidad descubierta y tolerada por el otro cónyuge para poder seguir conviviendo, pero el que retrato en la novela puede que no lo sea tanto.

¿La figura del cacique, con un importante papel en la novela, sigue institucionalizada en la vida nacional?
¡Bueno...! Claro que existe el atavismo del cacique y creo que está implantado en medio país. Es un fenómeno muy unido al machismo. En estos momentos no es tan brutal como antes, porque adopta otra apariencia más civilizada, pero en política se está viendo caciquismo por todas partes.

La situación de corruptelas que vivimos actualmente ¿es un buen territorio para la novela policíaca?
Sí, debería serlo, pero tanto los casos de corrupción como los de psicopatías, que son las dos líneas que sigue la novela policíaca hoy, se están tratando de un modo demasiado superficial.

Me resisto a finalizar esta entrevista sin incluir el primer párrafo de ‘El hermano pequeño’, la última novela policíaca de José María Guelbenzu, que dice así: “El inspector Quintero de la Policía Judicial apartó bruscamente la tupida masa de ramas de helecho y la juez De Marco se encontró de golpe con el cuerpo sin vida de una mujer joven tendido sobre la hierba inculta”.