«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 2 de noviembre de 2012

Vicente Marco, escritor: “Mi novela no es una narración lineal sino fragmentos que conforman un retrato”.

Vicente Marco termina de publicar ‘El Collage de Orsson Beans’ su última novela, obra con la que quedó finalista del Premio Ateneo de Valladolid. Editada por ‘El Búho de Minerva’, la novela cuenta la peripecia de un actor que busca la mejor historia jamás contada. Para ello contrata a dos detectives que deben indagar en la vida de Ricardo Argüelles, padre y marido ejemplar, que desapareció sin dejar rastro en los años sesenta durante la emigración española a Lausanne (Sauiza). La investigación sacará a la luz un pasado sorprendente, turbulento y a la vez rico en experiencias e intrigas. Vicente Marco utiliza como vehículo narrador una combinación de géneros como la epístola o el guión teatral, pasando por la convencional narración en tercera persona. Sobre su obra tuve la oportunidad de conversar con el autor valenciano hace unos días.

Vicente, dicen que la primera novela es la más autobiográfica y que luego los autores se alejan de sus escritos. En tu caso después de varias novelas publicadas también es así?
Como empecé a escribir a los siete años, creo que en esta novela esa afirmación no importa mucho, pero seguro que en ella queda algo de mí. Tiene trozos y retazos míos, huellas de la infinidad de historias que he conocido a lo largo de mi vida y de mi forma de pensar, porque hay mucha reflexión. Creo que al final uno es la suma del cúmulo de situaciones que va viviendo y que le van impactando.


¿En ‘El Collage de Orsson Beans’ qué interesa más: los personajes y sus pensamientos o lo que ocurre en la novela?
Todo cuenta. Es muy importante la trama para que el lector tenga un hilo conductor que le lleve hasta el final. Creo, además, que en esta novela ese hilo es muy necesario porque la historia está muy fragmentada y en una obra de este tipo corres el riesgo de que el lector abandone la lectura a las diez páginas. Por supuesto, en mi escritura en general lo que más me interesa es mostrar cómo son internamente mis personajes a través de su comportamiento.
Eres un escritor prolífico y rápido, ¿en tu caso escribir es inspiración o transpiración?
Es ambas cosas porque es cierto que creo muy rápido las novelas, pero luego el proceso sangrante, que es el de la revisión, me cuesta lo suyo. Revisar me puede durar meses, o años, como es el caso de ‘El Collage de Orsson Beans’. Lo que está bien claro es que sin trabajo continuado no existe literatura.
Javier Sarti insinúa en el prólogo que esta novela no debería leerla todo el mundo, ¿la has escrito pensando en un segmento determinado de público?
No, la escribí conforme a un impulso que sentía en aquel momento. La primera versión era de seiscientos folios y el hilo de unión que comentaba antes era más frágil, porque los fragmentos pesaban más que él. Mi intención era sembrar la suficiente inquietud en el lector para que quisiera leerla dos veces. Pero eso era una utopía y yo era entonces más ignorante de lo que soy ahora.
Siguiendo con el prólogo, ¿no crees que podría ser más bien un epílogo, porque tal vez descubra demasiadas claves de la novela?
La verdad es que no lo había pensado, aunque me parece que no descubre tantas claves y que solo demuestra que a él le gustó la novela. Javier, que es amigo mío, formaba parte del jurado del concurso y eso demuestra su imparcialidad, porque la novela no ganó. Y también deja claro que el Premio Ateneo de Valladolid es un premio limpio. Tal vez en la segunda edición, que espero que no tarde mucho en publicarse, podría plantearme pasarlo al final, pero yo creo que con sus palabras Javier Sarti anima a su lectura.
Conocemos a los personajes de ‘El Collage de Orsson Beans’ poco a poco, sin una presentación preliminar al inicio del relato.
En gran parte de la novela tradicional sucede que hay una descripción lineal de los personajes al principio. Incluso alguna teoría literaria dice que ha de ser así. Pero creo que, desgraciadamente, en la vida no ocurre de ese modo y por eso mis personajes los voy presentando a través de sus actos y así es como el lector los conoce. En pocas novelas mías hay una descripción de personajes, no me gusta.
¿Cuál fue la primera imagen que desencadenó la escritura de la novela?
Había una historia muy conocida, la del padre de familia que se marcha a comprar tabaco o una botella de leche y no vuelve, que a mí me generaba a la vez temor y curiosidad. Me preguntaba qué era tan importante como para conseguir que un hombre abandonase a su familia de la noche a la mañana. Luego escuché otra, bastante conocida también, que era la  de un hombre que tenía dos familias, a las que llevaba adelante de modo independiente, sin que una conociera la existencia de la otra. Con esa base, con esa mezcla de dos leyendas callejeras, distorsionándolas lógicamente porque mi protagonista emigra a Suiza, monté la novela.
De tiempo en tiempo, alguien levanta la voz y dice: “la novela se muere”. Leyendo ‘El Collage de Orsson Beans’, en el que hay género epistolar, escenas teatrales y narración convencional, ¿podemos pensar que la novela está explorando nuevos territorios?
No lo sé. Como novelista, al escribir lo plasmo todo como me nace. Luego reflexiono sobre si es coherente o no. Esta novela me salió fragmentada y pienso que la narración habla de una serie de hechos que el protagonista  va recopilando y con los que construye una especie de puzle. En la vida sabemos las cosas que cuenta la gente, no la realidad. Y lo que cuentan es lo que queda de nosotros, una historia que a medida que pasa el tiempo se adentra más en el plano de la ficción. No es una narración lineal sino fragmentos que conforman un retrato.
El Collage del libro es un ser vivo, que puede morir, ¿podría ocurrir lo mismo con tu novela?
Igual sí, que igual no. La crisis ha agotado mi capacidad de predicción. Efectivamente en la novela el Collage se muere, igual que ocurre con las vidas que también lo hacen, pero no en el sentido literal sino en la medida en que se va agotando el recuerdo. Con ‘El Collage de Orsson Beans’ también sucederá lo mismo y dentro de veinte años, conforme se vaya perdiendo su recuerdo, probablemente la novela no estará en ninguna parte y morirá.
Nada es lo que parece en la vida y en tu novela, incluso la sonrisa que utiliza el actor al maquillarse antes de salir a actuar es postiza.
En la vida hay una enorme parte de falsedad e hipocresía. Lo que yo he pretendido decir en la novela es que los recuerdos son todavía más falsos. Si la realidad ya lo es, los recuerdos lo son infinitamente más porque están tamizados por lo que cuenta la gente y por lo que nosotros mismos llevamos metido en la cabeza. Muchas veces creamos mentiras sobre mentiras y creemos que son verdad, cuando realmente no han existido nunca.
Utilizas el término “vampiros de energía” en un momento de la novela.
Un vampiro de energía es alguien, una persona, que acaba chupando tu energía por completo, que te deja sin nada, sin fuerzas, y que sale muy fortalecido de ese proceso. En mi vida ha conocido bastantes tipos de estos, que me han exprimido y me han dejado seco.
La última: ¿qué tal la experiencia de publicar en una editorial novel como ‘El Búho de Minerva’?
La verdad es que muy bien, porque me tratan divinamente. Estoy contento y además pienso que se trata de un proyecto interesante. Por supuesto, no tiene la promoción de una editorial grande pero tiene otras ventajas. Es como jugar al fútbol en un equipo grande o en uno pequeño.
Herme Cerezo/SIGLO XXI, 05/11/2012

SOBRE VICENTE MARCO
Vicente Marco (Valencia, 1966) es autor de una veintena de novelas, tres guiones teatrales y más de trescientos cuentos. Ha obtenido numerosos galardones literarios tales como el Alberto Lista, Julio Cortázar, Miguel de Unamuno, Tiflos o Asociación Canónigos de la Granja de San Ildefonso, que avalan una trayectoria no exenta de reconocimiento. Entre sus anteriores obras publicadas, cabe citar ‘Los que llegan por la noche’ y ‘Los Trenes de Pound’.