«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 13 de abril de 2013

Use Lahoz, escritor, Premio Primavera 2013: “Escribir es esfuerzo continuo, método, constancia, rutina, la inspiración está pasada de moda”

‘El año en que me enamoré de todas’ es la novela, editada por Espasa, con la que el escritor barcelonés Use Lahoz ha ganado el Premio Primavera 2013. Es la historia de Sylvain Saury, un joven parisino adicto a la vida que se acerca peligrosamente a los treinta y que sufre el síndrome de Peter Pan. Tiene muchas virtudes: es sensible, bilingüe y sabe hacer amigos, pero también tiene grandes defectos: en cuestiones de amor no consigue pasar página, tiende a meterse donde no le llaman y el verbo ‘madurar’ le asusta. Cuando recibe la propuesta de un trabajo mal pagado en Madrid no se lo piensa: prefiere vivir allí a salto de mata que hacerse adulto en París. Además en la capital de España vive Heike Krüger, su exnovia alemana, a quien no ha conseguido olvidar. Con el ganador del premio, a media tarde, pude conversar durante unos minutos en la cafetería del Hotel Astoria de Valencia.
 
Use, ¿tú cuándo escribes?
No soy como esos escritores que llevan su ordenador a cuestas y teclean en cualquier parte. Me levanto a las cinco de la mañana y me pongo a trabajar. A las diez de la noche ya estoy durmiendo. Escribir es esfuerzo continuo, método, constancia, rutina, la inspiración está pasada de moda, es una gilipollez. Me siento muy feliz de levantarme tan temprano para ponerme a escribir.

¿Siempre ha sido importante la literatura para ti?
Sí, la literatura me despierta, me hace ver la vida de otro modo, me abre los ojos y me proporciona equilibrio. Cuando tenía quince años yo era un desastre. Suspendía todo, no sabía qué hacer. Mi madre sufría por mis malos resultados hasta que una profesora escribió en la pizarra: ‘Zalacaín el aventurero’ de Pío Baroja, lectura obligatoria. Me compraron la novela, la leí y me cambió la vida.
A propósito de esto, en algún lado he leído esta frase tuya: “la literatura es un ajuste de cuentas con la vida”.
Sí, no se escribe para exorcizar ni otras cosas por el estilo, sino para ajustar cuentas contigo mismo y con la vida. En ‘El año que enamoré de todas’ hablo de todo lo que he perdido.
¿Qué sensación produce ganar un premio tan importante como el Primavera?
No sé, al principio sientes un subidón, mucha ilusión, todo el mundo te llama y no te lo esperas, aunque seguro que dura más el deseo de ser premiado que el hecho de ganar en sí. Es como hacer el amor, el orgasmo dura poco y los preliminares, el ansia,  mucho más. Si encima el premio lleva un nombre tan bonito como este, Primavera, mejor todavía. La  felicidad real de este oficio está en el proceso de creación, en la escritura de la novela. También es genial poder llegar a más lectores y que los compañeros que forman parte del jurado, a algunos de los cuales tú has leído con anterioridad, reconozcan tu trabajo.
¿Y el dinero?
Es importante pero no tanto, porque uno no escribe por dinero. El problema viene después, cuando te enteras que tu agente y Hacienda se llevan lo suyo, pero aún así, con la que cae, mola.
¿Al premio te has presentado o te han presentado?
Me presenté yo, me dije vamos a probar y envié el texto. Luego me llamaron para decirme que había ganado. ¡Fenomenal!, pensé. Pero hay que tener los pies en el suelo. En esto de los premios nadie es mejor que nadie, todos somos iguales. Si un libro no funciona, la editorial no vendrá después a echarme una mano, solo lo harán mis amigos.
 

“En esto de los premios nadie es mejor que nadie, todos somos iguales”.

Hablabas de la felicidad del proceso creativo, ¿qué significa para ti crear?
Durante la escritura nunca sé lo que va a ocurrir. Dispongo de un mapa pero no uso brújula. No preparo fichas ni nada por el estilo. En este caso sabía que empezaría a hablar  de un estudiante obsesionado por vivir en Madrid pero que reside en París. Este personaje ya aparecía en mi novela ‘La estación perdida’, es de mi generación y  tengo muchas cosas en común con él. Buscaba construir una novela optimista, distinta de las anteriores, que eran muy duras, y que deseaba contar el proceso de maduración del protagonista. También ignoraba que aparecería un manuscrito, pero pronto me di cuenta que, si no lo introducía, la narración sería una sucesión de anécdotas y poco más. He conseguido que la evolución de Sylvain se vertebre en torno al manuscrito, lo que constituye mi particular homenaje a la literatura.
Pero Sylvain no es el único personaje de tus novelas que repite papel, por decirlo así.

Como he pasado muchos ratos junto a mis personajes, formamos un mundo y como los tengo tan interiorizados, pienso que les debo algo. Los conozco mejor que a algunas personas. Por eso les hago guiños que a mí me divierten y que hacen que todavía me crea mucho más lo que escribo.
¿Por cierto, Use Lahoz está en todos los personajes, diluido, o concentrado en uno solo?

Con el personaje con el que más parecido tengo es con Sylvain, el narrador, que siempre tiene mucho que ver con el autor. La experiencia acumulada en la vida es una de las herramientas que el escritor tiene a su alcance.
¿La aparición del manuscrito ha supuesto la introducción de una novela dentro de la novela, o sea, escribir dos novelas a la vez?
Bueno, en realidad se trata de una nouvelle escrita por un artesano, porque para mí la novela es más producto de un artesano que de un artista. Por eso hago que el escritor sea un pastelero, ya que así me permite describir la magia de este oficio que es mayoritariamente autodidacta.
Ambos textos, novela y nouvelle, están escritas en primera persona, ¿qué tal la experiencia?
El reto es complicado, pero divertido. Este es el libro con el que mejor me lo he pasado, porque escribir en primera persona es lo más difícil a la vez que lo más honesto. Es la novela que mayor esfuerzo me ha exigido, porque una historia está escrita con prosa ágil y líquida y la otra con estilo clásico y decimonónico. Ambas, además, confluyen en un mismo punto. La estructura también era complicada porque se desarrolla en un solo año, en un mismo espacio y termina redonda, ha fluido sola. Si la hubiera planificado así, no me habría salido.
Atendiendo a una respuesta anterior tuya, ¿no se puede aprender a escribir asistiendo a talleres literarios?
Este oficio creo que se aprende leyendo, escribiendo y equivocándote. En mi primera novela lo contaba todo, fui demasiado explícito. Sin embargo, su escritura me enseñó lo que no había que hacer, porque el arte de narrar consiste en saber callar a tiempo.
¿Y las lecturas de un escritor no pueden llegar a condicionarle su trabajo?
Uno nunca escribe con la intención de copiar a otro. Al leer nunca pienso en eso, lo que ocurre es que conservas el poso de todo lo que has leído y eso no se puede evitar. Leer es bueno aunque mientras escribo no leo o no leo mucho. En la novela hay un personaje que se pasa todo el tiempo diciendo “Pobre Jocelyn, pobre Jocelyn”. Esa frase, que surgió espontáneamente, la pronuncia Quimet, uno de los protagonistas de mi novela favorita, ‘La plaça del Diamant’ de Mercé Rodoreda. Gracias a ese detalle me di cuenta de lo interiorizado que tengo yo ese libro.
Tu prosa mezcla frases que suenan clásicas, pero rematadas con giros que solo podría escribir un autor de 2013.
Siempre me dicen que soy un escritor muy clásico. ‘Los Baldrich’ era una novela clásica y, de repente, en la página 90 aparecía el narrador que era yo. Me salió así de espontáneo. Me gusta jugar con eso porque mis referencias son Galdós y Flaubert,  pero también Paul  Auster.

“Este es el libro con el que mejor me lo he pasado, porque escribir en primera persona es lo más difícil a la vez que lo más honesto. Es la novela que mayor esfuerzo me ha exigido”.
 

¿’El año en que me enamoré de todas’ es una novela dedicada a la generación de los Erasmus?
Los protagonistas de la novela en realidad pertenecen ya al posterasmus. Son tipos que no han superado el hecho de gozar de tanta libertad para viajar. El Erasmus también ha creado muchos dramas: te enamoras de quien no debes; te vas y vives en Alemania pero no eres de allí; vuelves con una holandesa que has conocido en Portugal…
¿Es también una novela viajera?
El viaje siempre está presente en mis novelas. El amor, la muerte, el exilio, la infancia y la familia, que por otro lado son los grandes asuntos de la literatura universal, son mis temas y me muevo entre ellos. Pero no soy escritor gracias a que he viajado mucho. Pla y Proust no viajaron y, sin embargo, nos legaron unos relatos maravillosos.
Para viajar hace falta una estación y en la página 24 encontramos esta frase que invita a la reflexión: “Ella opina que en las estaciones puede pasar de todo, que son como ciudades a menor escala, un mundo por el que transitar con los ojos abiertos y predispuesto a las sorpresas porque una vida sin estaciones no es nada”.

Las estaciones son muy importantes en mi vida, me sugieren la idea de lo desconocido, de comenzar de cero. Las estaciones son un tópico, pero es cierto lo que se dice de ellas y los momentos que vives allí, los nervios que pasas y la inseguridad que sientes, son únicos.
Tal y como anticipa el título, ¿Sylvain se enamora de todas?
Sylvain no se enamora de todas. Eso es un truco del título que solo se comprende al llegar al final de la novela. Además, clínicamente, sería imposible hacerlo. Con lo que se sufre con una mujer, imagínate con todas, acabarías en un manicomio. No es más que un juego que está ahí, en el libro.

“La experiencia acumulada en la vida es una de las herramientas que el escritor tiene a su alcance”.
 
Un curioso personaje de la novela, Mr. Tatin, recompone corazones, pero exactamente qué es: ¿un cardiólogo, un mecánico, un “mecacardiólogo”…?

Mr. Tatin es una metáfora. Solo es una buena persona, un buen amigo, un buen consejero ante el que Sylvain se desnuda. Mis personajes son siempre gente sensible, humilde que precisan el afecto y la ayuda de los demás.
La última: ¿qué nuevo proyecto literario bulle ya en tu cerebro?

Tengo una cosa nueva aunque todavía no sé si la voy a seguir desarrollando o no.  Es un proyecto que comencé hace tiempo pero que lo he parado porque no me gusta escribir a rachas, prefiero despachar toda la promoción de una vez, hacerla bien y, después, encerrarme y sentarme a escribir de un tirón.
Herme Cerezo/SIGLO XXI, 15/04/2013



SOBRE USE LAHOZ
Use Lahoz nació en Barcelona en 1976. En 2009 publicó su obra ‘Los Baldrich’, con la que fue nombrado Talento FNAC y que tuvo una excelente acogida por parte de los lectores y la crítica. Es autor también de las novelas ‘Leer del revés’ (2005), distinguida en el Festival du Premier Roman de Chambèry y ‘La estación perdida’ (2011), así como de los libros de poemas ‘Envío sin cargo’ (2007) y ‘A todo pasado’ (2010). Es colaborador habitual en El Viajero de El País y en otros medios nacionales y latinoamericanos