«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 6 de junio de 2013

Jerónimo Tristante, escritor: “Los antihéroes que suelen pulular por las novelas negras me aburren”



El detective privado Víctor Ros es contratado para descubrir al culpable del asesinato de Ramón Férez, primogénito de un acaudalado industrial de Oviedo. Pero el caso no se lo pondrá fácil al detective: tendrá que evitar las trampas que le colocarán en su camino las personas que menos esperaría, y se encontrará con un amor del pasado al que traicionó en su juventud. Con la ayuda de su hijo adoptivo Eduardo y de su mujer, Clara, ¿podrá salir airoso del caso más peligroso de su vida? Con estos parámetros, Jerónimo Tristante desarrolla su novela ‘La última noche de Víctor Ros’, editada por Plaza&Janés, en la que recupera a su famoso detective y sobre la cual conversamos durante unos minutos en la sobremesa del último jueves del mes de mayo. Escenario: la ciudad de Valencia.

Jerónimo, en ‘La última noche de Víctor Ros’, juntas novela histórica y policiaca, algo  premeditado, ¿no?
Sí, absolutamente, sí. Víctor Ros es un personaje que surgió de una novela mía que no he publicado, basada en el misterio de una capilla de la catedral de Murcia. No se editó porque era un código da Vinci y, como entonces explotó el fenómeno Dan Brown, me pregunté que a donde iba yo con eso y la guardé en un cajón. Víctor Ros era un personaje secundario que aparecía en aquellas páginas, un tipo muy leído que viajaba a Murcia para hacer unas gestiones. Volví sobre mis pasos y pensé que era posible convertirlo en el protagonista de una saga detectivesca.

¿Tan claro tenías que podía asumir ese papel en una saga?
Sí, realmente fue poco humilde por mi parte pensar que cuajaría en saga pero tenía claro que iba para serie. Víctor Ros me permitía mezclar el género histórico con el detectivesco y eso favorecía captar al lector desde ambos puntos de vista. Y la verdad es que desde el primer día gustó mucho y funcionó muy bien.

Escribir una novela negra enclavada en épocas pretéritas exige mucha documentación e incluye ciertos riesgos también.
Mira, a mí me resulta más cómodo hablar del pasado. Yo escribo una columna de opinión cada semana y los lectores esperan detectar si soy de derechas o de izquierdas y eso hace que, aunque conozca los entresijos del mundo de hoy, me cueste más escribir sobre él. La novela negra ambientada en nuestro tiempo me aburre un poco. Sin embargo, hacerlo en una época anterior me ofrece una mayor perspectiva y me permite ver los aspectos buenos y malos de entonces. Me encantaría tener una máquina del tiempo para viajar y ver cómo eran exactamente las cosas.

¿Y para un investigador del XIX, que tenía menos medios, resultaba más difícil desentrañar los entresijos de un crimen que para los del siglo XX?
Bueno, es más difícil pero ten en cuenta que yo soy biólogo y docente y precisamente una de las cosas que trato en mi trabajo es la Historia de la Ciencia y de los Descubrimientos Científicos, lo que me permite disponer de información acerca de qué cosas existían y cuáles no. Por ejemplo, en ‘La última noche de Víctor Ros’ introduzco una especie de fonendoscopio que él utiliza como si fuera una máquina de la verdad. Estas cosas dan mucho juego, porque ofrecen una visión de la ciencia con un cierto toque romántico, y al lector le gustan.

¿El protagonista, Víctor Rosa, está inspirado en algún personaje real o de ficción?
Víctor Ros es un homenaje a mi género favorito que no es otro que el folletín. Me gustan los autores que escribían folletines como Collins, Doyle, Dumas, personas sencillas, autores geniales que consiguieron que la gente leyera en masa aunque hoy, si escribieran, los tacharían de comerciales. También he rendido homenaje a mi personaje de ficción más querido, Sherlock Holmes. Aunque hay rasgos que le diferencian, tiene muchas cosas en común con él, como su razonamiento lógico deductivo y su forma de actuar.

Normalmente en la novela negra europea, los protagonistas son policías y en la norteamericana, detectives. Actualmente para ser detective hay que estudiar una carrera de cuatro años, ¿quién podía ser detective en el siglo XIX?
Realmente en el siglo XIX no había detectives, es una licencia que me he permitido en estas novelas. Los primeros detectives como tales, aparecieron en el seno de Scotland Yard a finales del siglo XIX y surgió la idea porque pareció interesante la posibilidad de utilizar investigadores que no tuvieran apariencia de policías. Pero en Inglaterra la ocurrencia fue tomada mal ya que se consideraba que atentaba contra el honor. Los policías debían ir siempre uniformados. En la serie de Víctor Ros me he adelantado un poco en el tiempo y hablo de estas tácticas que se utilizaban para infiltrarse en células radicales e incluso en manifestaciones, como todavía ocurre hoy. Tampoco podemos olvidar el uso de este método que hizo la dictadura franquista.

En la novela negra el pasado siempre regresa, ¿en ‘La última noche de Víctor Ros’ también?
En esta entrega, Víctor Ros se ve obligado a viajar a Oviedo para averiguar quién es el culpable del asesinato de un joven homosexual. Surgen sospechosos como setas y el ambiente social se enrarece. Llaman entonces a Ros, que en principio se resiste a acudir a la ciudad ovetense porque allí dejó una parte de su pasado en un caso anterior y no quiere revivirla.

La trama de la novela te permite hablar sobre los movimientos sociales, la homosexualidad, el trabajo en las minas asturianas…
Sí, es una forma de reflexionar sobre el hecho de que nuestra sociedad es mejorable en determinados aspectos. Si investigas, descubres que hemos mejorado en temas tales como los de la integración de la mujer en el mundo del trabajo o en el trato a los homosexuales. En una novela anterior explicaba que en pleno siglo XX, en España existían cárceles  exclusivas para homosexuales y en el siglo XIX mejor no hablar. En realidad, esta marginación siempre estuvo ligada al poder económico, porque hubo homosexuales adinerados a los que nadie molestó jamás. A través de los artículos que escribió un famoso periodista, al que le cambio el nombre en la novela, hablo también del ambiente de miseria y del duro trabajo en las minas asturianas.

En un párrafo citas a Ian Rankin, al que haces pasar por detective, ¿te interesa su obra?
Ian Rankin es un tío muy majete al que conocí en Saint Maló. En general, los escritores de novela negra son gente sencilla, ven cine, se toman cañas y conversan mucho.  Rankin me hizo interesarme por Edimburgo y su aparición aquí es una forma de rendirle un pequeño homenaje. Me gusta introducir nombres de amigos en mis libros, algo que cada vez hago más y que a ellos también les gusta. Lo que me ocurre ahora es que me dicen que, si aparecen en una novela, quieren tener mucho sexo [risas].

‘La última noche de Víctor Ros’ es una auténtica novela-problema.
Sí, las novelas de Víctor Ros son novelas-enigma, otro homenaje. Lo que llamó la atención de los lectores cuando apareció la primera fue que el héroe era un tipo positivo que quería cambiar la sociedad, todo lo contrario de los antihéroes que suelen pulular por las novelas negras y que a mí me aburren. En casi todos los episodios, hay dos casos, relacionados o no, y eso a la gente también le gusta. La novela-enigma es un modelo muy agradecido, que te permite contar otras cosas y que no deja de ser un juego con el lector, al que obligas a hacer cábalas. Algunos te pillan, otros no y se sorprenden con la resolución final. 

Al escribir estas novelas, ¿conoces el final desde el principio o te dejas llevar?
Sí que lo conozco. Aunque no fuera novela detectivesca creo que hay que tener muy claro el final desde el principio. Si no lo conoces, puede ser un suicidio y lo normal es que no funcione. Es bastante frecuente que hayas escrito cuatrocientas páginas muy buenas y, como no sabes terminar la historia, pues la acabas con dos patadas. Entonces sabe a pestiño y el lector se siente defraudado. Por supuesto, hay algunas cosas que surgen y personajes que crecen y que caen, pero hay que tenerlo todo bien controlado.

Eduardo es el hijo adoptivo de Víctor, un guaje, su presencia te viene bien para darle un tono costumbrista a ‘La última noche de Víctor Ros’.
En mi novela ‘El enigma de la calle Calabria’, donde Víctor adopta a Eduardo, ya recojo que en la España del siglo XIX el setenta por ciento de la población se empleaba en el trabajo doméstico. El resto vivían como maharajas. Tenían mayordomo, ama de llaves, cochero, carbonero, criadas… Era una sociedad  impresionantemente pobre, en la que había muchos niños en la calle que vivían en condiciones dickensianas, auténticos sacamantecas. El niño Eduardo pertenece a este estrato social.

Entonces, ¿habrás tenido que manejar mucha documentación para ambientar la novela?
A toda esta información accedes gracias a los archiveros que te facilitan enormemente el trabajo, porque han digitalizado toneladas de material fungible que de otro modo se perdería. Con ello puedes añadirle ese toque costumbrista a la narración que es necesario, porque al lector le gusta que le cuentes cómo vivía la gente, no cómo eran los edificios.

La novela podía tener muchos títulos pero este, sin desvelar el final, te induce a pensar mal.
Creo que es un título buenísimo, que se le ocurrió a mi editora, y que ha puesto a los seguidores de Víctor Ros de los nervios, porque se preguntan si Ros muere en esta aventura. Algunos amigos me han preguntado si lo iba a matar y otros han pensado con mayor detenimiento y se han respondido por sí mismos.

No voy a desvelar si lo matas o no, pero acuérdate de lo que le ocurrió a Conan Doyle cuando se atrevió a matar a Sherlock Holmes.
Bueno, lo que le ocurrió a Conan Doyle no tiene parangón. En realidad, ahora no iba a escribir una novela protagonizada por Víctor Ros, sino una precuela de ‘El valle de las sombras’, pero la presión de los lectores en la última feria del libro pudo más y el editor me dijo que tenía que publicar una nueva aventura suya. En agosto se empezará a rodar una miniserie de televisión y me asombra pensar que una criatura, que ha salido de la soledad del estudio de un pringao como yo, cobre vida y trascienda a la pantalla. Es una experiencia increíble.


SOBRE JERÓNIMO TRISTANTE

Jerónimo Tristante nació en Murcia en 1969. En 2001 publicó su primera novela, ‘Crónica de Jufré’. Posteriormente, en 2004, vio la luz ‘El Rojo en el Azul’. En 2007, alcanzó el favor del gran público con ‘El Misterio de la Casa Aranda’, primera novela de una saga que recoge las aventuras de Víctor Ros. Después vieron la luz ‘El Caso de la Viuda Negra’, la segunda de las aventuras del detective extremeño, y ‘El Tesoro de los nazareos’.
En 2009 publica 1969 y en 2010 ‘El enigma de la calle Calabria’ , último volumen protagonizado por Víctor Ros. En 2011 Plaza & Janés publicó su novela ‘El valle de las sombras’. En digital se han reeditado ‘El rojo en el azul’, ‘Crónica de Jufré’ y publicado la novela inédita ‘Océanos de tiempo’, primer volumen de la trilogía ‘Los diarios secretos del doctor Décimus Lenoir’. Ha sido traducido al italiano, al francés y al polaco.