«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 27 de octubre de 2013

Vicent Torrent, miembro fundador del grupo Al Tall: “Nosotros lanzamos una idea musical moderna, original, en la que creíamos y el público nos entendió perfectamente”


Vicent Torrent
No es fácil para mí hablar de la despedida de los escenarios del grupo valenciano Al Tall. Y no lo es porque significa cerrar la ventana de una de las épocas más entrañables de mi vida, la que comenzó a los veinte años, la de la universidad, la de los viajes, la de los pubs, la de muchos recuerdos que, de repente, se apretujan a las puertas de la memoria y que el tiempo ha intentado diluir con paso silencioso, lento y firme. Pero todo llega, los ciclos se cumplen y hay que cerrarlos. Y eso ha hecho Al Tall, que comenzó a dar conciertos allá por el año 1975 en el Camp d’Esports de la Pobla Vallbona y terminó de hacerlo el pasado viernes 18 de octubre de 2013, en el Palacio de Congresos de Valencia, en una despedida multitudinaria a la que acudieron una treintena de artistas invitados, los cuales, de este modo, rindieron un merecido y caluroso homenaje a la banda. Treinta y ocho años y dieciocho trabajos discográficos les contemplan. Ahí es nada. Se dice pronto pero son el fruto de muchas horas de esfuerzo, de estudio y de ensayo en su andana de Massanassa. Desde el mítico ‘Cançó popular al País Valencià’ hasta ‘Vergonya, cavallers, vergonya’, el cedé dedicado al rey Jaume I en el año 2009 y que, a la postre, ha significado su despedida de los estudios de grabación. De todo esto y también del futuro conversé hace unas fechas, cuando ya todo había acabado, con el alma mater del grupo, Vicent Torrent, fundador del mismo junto a Miquel Gil, Manuel Lledó, que nunca llegó a actuar en directo, y Manolo Miralles. Este último, precisamente, también ha aguantado el tirón desde el primer día hasta el final.
Vicent, algunos cantantes en lengua valenciana abandonaron su tierra para vivir de la profesión, vosotros, sin embargo, habéis resistido y os habéis quedado en Valencia.
Pues sí y no creas que ha sido fácil. Desde luego somos de aquí, tenemos aquí a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra gente, a nuestra casa, ¿a dónde tendríamos que ir? A ninguna parte. En Valencia estamos de maravilla.
Estaba claro que un día u otro os tenías que retirar, pero ¿por qué precisamente ahora?
Creo que hay que entenderlo desde dos puntos de vista. El primero, por cuestión de la edad. Aunque no todos los miembros del grupo pertenecemos a la misma generación, yo soy el más mayor, ya es hora de jubilarse. He visto algunos artistas subir al escenario demasiado viejos y no se trata de eso. Y el segundo, porque después de casi cuarenta años de trabajo, de discos grabados y de conciertos ofrecidos, podemos decir que el ciclo está bien cerrado. El incremento de conciertos en este último año, el de nuestra despedida, no es normal y al final daba también muestras de agotamiento porque la gente tiene muchas otras cosas que atender en esta vida.



Al Tall, último concierto en el Auditorio de Castellón
Ahora que ya se ha acabado todo, que el viernes pasado dijisteis el adiós definitivo en Valencia, ¿qué sensación tienes en el cuerpo?
Pues ahora que no tengo ya nada pendiente, se me está agravando la sensación de vértigo de la despedida. He conseguido desconectar un poco y ya nos quedan solo unos cuantos flecos legales por resolver. Sin embargo, también observo que ya no tengo las presiones a las que he estado sometido hasta ahora. En mi jubilación pienso seguir haciendo música pero en otro plan mucho más lúdico, quiero ver hasta dónde puedo llegar. También me gustaría escribir unas cuantas cosas sobre nuestra filosofía y nuestras experiencias.

Desde luego, un libro sobre Al Tall escrito por alguien desde dentro estaría bien.
Sí, pero no tengo ningún plan editorial y no quiero sentir presiones ni marcarme plazos. Mi idea es escribir para entender yo mismo cómo ha sido todo esto que nos ha pasado durante los últimos cuarenta años.

El primer contrato como músicos profesionales lo cumplisteis el 22 de agosto de 1975 en el Campo de Deportes de la Pobla de Vallbona, ¿qué recuerdos y sensaciones guardas de aquella noche?
De aquella noche guardo el sentimiento de que estábamos un poco acojonados porque sabíamos que subir a un escenario llevando dolçaina, bandurria, laúd y guitarrón, junto con un bajo eléctrico y una batería para cantar como lo hacía la gente mayor, pero con letras de plena actualidad, era complicado y pensábamos que lo mismo nos sacaban de allí a pedradas. Sin embargo, la sorpresa agradable fue que la gente lo comprendió en seguida, aceptó nuestra propuesta y todo funcionó muy bien.
Manolo Miralles, último concierto Auditorio Castellón

Una curiosidad: ¿de dónde sacasteis los duros para comprar vuestro primer equipo musical?
Nuestro equipo musical procedía del que teníamos en mi anterior grupo, Equip Valencia Folk, un Music Son con dos micrófonos, que habíamos comprado gracias a que Joan Fuster nos tramitó una pequeña subvención de la Fundación Huguet de Castellón de la que era miembro.


Musicalmente hablando, ¿habéis sido autodidactas?
Bueno, yo he estudiado piano siete u ocho años, pero siempre han sido los dos primeros cursos porque, cada vez que llegaba a segundo, me lo dejaba [risas]. Con Manolo Miralles y Miquel Gil ocurría lo mismo. No hemos tenido ninguna formación musical académica ni sistemática. Hemos ido estudiando a medida que lo necesitábamos. Lo nuestro ha sido trabajo y más trabajo, una preparación desde luego anárquica desde el punto de vista musical. Después al grupo sí que llegaron músicos profesionales, que tenían acabada la carrera del instrumento que tocaban, pero el núcleo central de Al Tall carecía de esa formación.

En un tiempo en que triunfaban el rock y el pop os dedicasteis al folk, ¿cómo resististeis esa tentación?
Somos hijos del rock, de Renato Carosone y un poco de la copla porque, aunque no era aficionado a ella, sonaba en un aparato Philips, modelo Castilla, grandote y de válvulas, que estaba enchufado en mi casa a todas horas. Cuando empezamos, la cuestión del folk estaba muy de moda y era algo muy moderno. A Barcelona ya había llegado el movimiento folk americano y había explotado en un festival que se celebró en el Parc de la Ciutadella. Lo habían adaptado traduciéndolo al catalán con toques hippies. El escenario se compartía con el público, a nosotros nos gustó y tiramos por ese camino. En aquel concierto estaba todo el mundo.
Durante mucho tiempo, el pintor Manuel Boix fue la imagen de Al Tall. Una buena cantidad de portadas de los trabajos del grupo son obra suya. ¿A su manera vosotros y él estabais haciendo lo mismo en terrenos artísticos distintos?
La verdad es que no soy experto en arte. Eso te lo contestaría mucho mejor Enric Banyuls, el músico que cantaba con nosotros y que también pinta. Yo creo que Manolo Boix siempre ha pintado pensando en el país y desde ese punto de vista somos artistas activos al servicio de una misma idea.

Otra curiosidad, ¿dónde os pilló el 23-F a los de Al Tall?
Nos pilló a Oswaldo Blanco, nuestro antiguo mánager, y a mí transportando una nevera. Estábamos en la calle Sagunto y la cosa vino de tal manera que dejamos la nevera en el patio de la finca y nos fuimos a casa. No pegamos ojo en toda la noche. 
Al Tall interpreta a capella el tema 'Liberanos, domine'

¿El público ha modificado o condicionado vuestros planteamientos artísticos a lo largo de vuestra carrera?
Pienso que no ha modificado nuestros puntos de vista. Condicionar de alguna manera creo que sí, pero en un sentido positivo. En alguna ocasión, un compañero de la Cançó nos echó en cara que nosotros no hacíamos lo que realmente nos apetecía sino lo que le gustaba al público. Y lo decía como una mala cosa y a mí me parece que hemos hecho muy bien precisamente en comportarnos de ese modo. Al principio lanzamos una idea musical moderna, original, en la que creíamos, el público nos entendió perfectamente y fue confirmando nuestra postura a lo largo de estos años. Hubo un tiempo que la gente valencianista, militante, la de la cultureta, cogió la costumbre de pararnos por la calle para decirnos lo que teníamos que hacer. Eso nos fastidiaba mucho y nos metía presión.


Continuando con el mismo tema, ¿vuestro público ha evolucionado, han entrado nuevas generaciones o son los fieles devotos del principio de los tiempos?
Sí, sí, ya lo creo que ha evolucionado. Es una de las cosas más positivas y bonitas que nos ha ocurrido en este país fallero en el que después de construir una cosa fantástica, la quemamos. El público ha mantenido la conexión entre varias generaciones y de este modo ha logrado una mayor cohesión.

A lo largo de vuestros dieciocho trabajos discográficos han colaborado con vosotros más de cuarenta músicos, ¿resultaba fácil integrarlos en vuestra forma de trabajar?
Depende, ha habido de todo. Lo que sí que se ha producido siempre es una especie de catequesis, por llamarlo así, con los músicos que iban incorporándose al grupo. Muchos de ellos provenían del mundo del jazz y transmitirles nuestras ideas, nuestra filosofía y hacerles entrar en una inmersión completa en el lenguaje musical de la tradición, músico a músico, individualmente, ha constituido un esfuerzo considerable. Pero ese trabajo ha dado sus frutos y actualmente hay profesionales que han pasado por Al Tall y están desarrollando proyectos de música tradicional por su cuenta.

Vicente Torrent en plena actuación.
¿En algún momento Al Tall estuvo a punto de disolverse?
Nunca nos sentamos para hacernos ese planteamiento de disolución, pero sí hubo momentos delicados. La muerte de Enric Ortega fue un golpe muy duro para nosotros, no levantábamos cabeza. Nos echaron una mano algunos colegas, como Jaume Arnella, que se vino de Barcelona para cantar con nosotros. Nos costó mucho remontar. Después, a finales de los ochenta y comienzos de los noventa se produjo una coyuntura difícil porque había muy pocas contrataciones. Hubo un año en que solo actuamos tres veces. Por parte de los políticos se había creado un ambiente basado en la idea de que ya lo habíamos conseguido todo, que era el momento de celebrar y que había que desentenderse de los movimientos reivindicativos.

¿Se os ha quedado algo en el tintero, algún proyecto que hubierais querido desarrollar y no lo habéis podido hacer?
Uff, muchas cosas. Nosotros rompimos el hielo, abrimos brecha y hemos hecho camino, pero quedan muchas cosas por hacer algo que, de alguna manera, están trabajando otros artistas. Se me ocurre que, cuando sacamos ‘Quan el mal ve d’Almansa’ propuse grabar una versión del disco en euskera y otra en gallego. La operación era posible porque teníamos el máster y solo se trataba de poner nuestras voces. Llegamos a hacer la traducción al euskera, cantándola incluso, pero finalmente se desechó la idea porque la gente de Oskorri no terminaba de entender el proyecto y los demás miembros de Al Tall tampoco lo tenían claro del todo.

Y ¿quién recoge vuestra herencia, quién viene detrás de vosotros?
Hay un abanico muy abierto de música tradicional. Por ejemplo, Pep Gimeno Botifarra, que es un fenómeno muy curioso porque él canta como nuestras abuelas, con arreglos clásicos y un toque moderno muy moderado. Eso era lo máximo a lo que nosotros podíamos aspirar cuando comenzábamos, a que el cante tradicional perdiese el aire rancio y pasado de moda que tenía entonces. Que ahora haya gente joven disfrutando con las canciones de Botifarra es muy buena señal. También están Mara Aranda, Efrén López y Eduard Navarro, que vienen fabricando una música que llega a unas profundidades que Al Tall no ha alcanzado a lo largo de su carrera. Quizá también se pueda incluir aquí a Miquel Gil. A todos estos artistas lo único que les falta es hacer canción popular de verdad, con música tradicional, componer canciones nuevas que la gente pueda cantar.

La última: Al Tall se ha ido, pero el Tío Canya se queda.
Que el Tío Canya se quede es una sensación muy agradable. Todo el mundo que va por la calle es nieto o bisnieto del Tío Canya. Lo bueno de la canción tradicional es que no se conoce al autor de las canciones y que estas perduran, las conserva el pueblo.



Al Tall, música tradicional renovada

El grupo Al Tall, formado a principios de 1975 por Vicent Torrent, Manuel Miralles, Miquel Gil y Manuel Lledó, a los que posteriormente se uniría el fallecido Enric Ortega, se ha caracterizado siempre por el carácter reivindicativo de sus trabajos, basados en el término denominado Riproposta, una apuesta musical consistente en la composición de temas nuevos, basados en los ritmos de la música tradicional, mezclando instrumentos de toda la vida (laúd, dolçaina, bandurria, etc.) con otros modernos (batería, bajo eléctrico y sintetizador).
Vicent Torrent y Soledad Desfilis, manager del grupo.
A lo largo de sus treinta y ocho años de existencia, Al Tall ha publicado dieciocho álbumes discográficos. Son estos: ‘Cançó popular al País Valencià’, ‘Deixeu que rode la roda’, ‘Posa vi, posa vi, posa vi…’, ‘A Miquel assassinaren’, ‘Quan el mal ve d’Almansa…’, ‘Nadal valencià I i II’, ‘Som de la Pelitrúmpeli’, ‘Cançons de la nostra Mediterrània’, ‘Tocs i vares’, ‘Al Tall, deu anys’, ‘Xarq al-Andalus’, ‘Xavier el Coixo’, ‘Quart creixent’, ‘Europ eu!’, ‘Antologia: Al Tall, vint anys’, ‘La nit’, ’25 anys en directe’, ‘Vares velles’, ‘Envit a vares’ i ‘Vergonya, cavallers, vergonya’.
El pasado 18 de octubre de 2013, Al Tall ofreció su concierto de despedida, su último concierto, en el Palacio de Congresos de la ciudad de Valencia. Per sempre, Al Tall!

Ocho hitos de Al Tall, ocho recuerdos de Vicent Torrent
"La Societat Coral El Micalet fue nuestro refugio original. Allí durante unos años, todos los martes, los miembros del Equip Valencia Folk actuábamos e invitábamos a quien quisiera cantar a que lo hiciera con nosotros".

"Edigsa fue un instrumento fantástico, una compañía discográfica que grababa todo en valenciano. Para nosotros, una empresa de este tipo significaba el principio de la vida".

"‘De dalt a baix’ fue un espacio radiofónico por el que todos hemos caminado y en el que hemos aprendido muchas cosas de nuestro país. Supuso toda una iniciación".

"Enric Ortega era la gasolina de Al Tall, una persona muy dinámica, que cohesionó mucho al grupo y que nos convenció de la importancia que tenía el proyecto que pretendíamos llevar adelante".

" ‘Tocs i vares’ fue el comienzo de la vitalidad de la música tradicional, algo que no hemos desarrollado suficientemente en Al Tall. En ‘Tocs i vares’ queríamos recuperar el mecanismo de la improvisación y de la variación sobre los palos y las varas".

" ‘Xarq al-Andalus’ es el disco en el que más he disfrutado haciendo y componiendo música".

" ‘Vergonya, cavallers, vergonya’, casualmente es el último trabajo y creo que es en el que más maduros estamos a nivel musical y literario. También es el que ofrece un mayor nivel de conexión con el público al hacer canción popular que puede ser utilizada por la gente".

" ‘Quan el mal ve d’Almansa’ a tots alcança. I ahora, más".