«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Manuel Cerdán, escritor y periodista: “El caso de Carrero han intentado ocultarlo un poco, yo lo he aireado y he tratado de poner luz donde hay sombra”


20 de diciembre de 1973. 9:36 horas: una bomba colocada por ETA acaba con la vida del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. ¿Cómo pudo la banda terrorista preparar el asesinato durante un año, en pleno corazón del franquismo, sin ser detectada? ¿Por qué desde altas instancias del Gobierno se desoyeron las persistentes llamadas de la Policía y Guardia Civil que advertían de que la vida de Carrero corría peligro? ¿Quiénes salieron ganando y quiénes perdiendo con la muerte del presidente? ¿Qué papel desempeñaron la CIA, el llamado "búnker" franquista, la Monarquía, el Ejército, el Opus, la extrema derecha, la rama reformista del Gobierno o la misma familia Franco en el atentado? ¿Quién se esconde tras la "sombra" que se entrevistó con el etarra Argala en el Hotel Mindanao de Madrid? Todos estos interrogantes se responden en el libro ‘Matar a Carrero: la conspiración’, escrito por Manuel Cerdán y editado por Plaza&Janés. Sobre algunos de ellos conversé hace unos días con este periodista y escritor alicantino de larga y dilatada trayectoria profesional.


Manuel, ¿cómo se construye un libro tan complejo, a la vez que interesante y ameno, por momentos trepidante, como ‘Matar a Carrero: la conspiración’?
En la primera fase me documenté todo lo que pude e hice fichas. Cuando ya tenía el libro en la cabeza, empecé a escribir en bruto. Después lo reconstruí todo, creé la estructura de los capítulos, los rellené y los completé. Como en casi todas mis obras, cambié el principio y el final. De hecho quería haberlo comenzado con la muerte de Argala, pero decidí hacerlo con la venganza de los servicios secretos del almirante Carrero Blanco que fueron quienes lo mataron. La verdad es que gracias al ordenador puedo trabajar con una enorme facilidad, no como antes que escribías a máquina y luego tirabas de tijeras y pegamento. De todos modos, si un libro no está bien documentado y estructurado puede quedar como un churro.


¿Has tenido que novelar mucho para que el libro resultase más ameno?
La ficción que pueda haber en el libro es solo el escenario, aunque los escenarios son reales también porque cuando afirmo que una cosa ocurrió en un sitio determinado es que sucedió allí. Los diálogos tampoco me los he inventado, son una recreación de las declaraciones de los protagonistas trasladadas a la primera persona. Lo que ha de quedar bien claro es que he optado por un género híbrido para que el relato no se convirtiera en un ensayo. He sido enormemente meticuloso a la hora de administrar la documentación y he recurrido a las notas a pie de página para citar los documentos en los que me he basado. Para mí estas notas son fundamentales para dar consistencia al texto.


¿De dónde arranca tu interés por el tema del magnicidio de Carrero Blanco o has escrito el libro para conmemorar el cuarenta aniversario de su muerte?
Este es un tema que lleva muchos años apasionándome porque me he tropezado con él en mi trabajo en numerosas ocasiones. Es cierto que se acerca el aniversario del magnicidio pero para mí lo más importante es que muchas cosas con las que nos tropezamos diariamente, como por ejemplo el asunto del Código Penal, arrancan desde entonces ya que se aprobó justo durante el mandato de Carrero Blanco. Sin olvidar los temas de espionaje de la CIA tan de moda en la actualidad. La CIA siempre ha espiado en España y los servicios secretos españoles han estado tutelados por los servicios secretos norteamericanos.
 

Una cosa que llama la atención al leer el libro es que en una dictadura, como la que vivió España durante cuarenta años, existieran tan pocas medidas de seguridad en torno a la figura del presidente de gobierno de entonces.
Creo que hay que desmitificar un tanto el tema del estado policial. Hay dos aspectos en los que yo insisto mucho en el libro: por un lado la desidia de la policía, ya que los etarras y la gente de la oposición con la que se juntaron estaban todos fichados y, sin embargo, no ocurrió nada, ni siquiera les molestaron. Y por otro, la impunidad con la que se movieron por Madrid. Se decía que la policía española, que contaba con la ayuda de los porteros y del cuerpo de serenos, era la más dura del mundo, pero los etarras sobrevivieron sin ningún tipo de problemas.


Hablas en el libro de una conspiración, ¿había mucha gente interesada en que Carrero Blanco desapareciese?
Es importante saber a quién beneficiaba la muerte de Carrero. La menos beneficiada fue ETA que, al principio, quería secuestrarlo para efectuar un canje de prisioneros. Luego cambió de opinión y lo mataron. De su muerte el más directo beneficiario fue el sector más duro y rancio del régimen, es decir, Girón, Arias Navarro y el círculo que rodeaba a Franco. Con esto no quiero decir que Carrero fuese débil, pero el otro sector se mostraba más activo y el que más se aprovechó de la situación fue Carlos Arias, ministro de la Gobernación, responsable de la seguridad del presidente, que andaba por Madrid sin escolta y que solo llevaba uno para ir a trabajar, algo completamente impensable hoy en día. Había una absoluta falta de preocupación por su seguridad y cualquier francotirador hubiera podido abatirlo sin problemas. El propio Carrero Blanco decía que todo dependía de la Divina Providencia y que si algo tenía que ocurrir, ocurriría. Pero hay más beneficiados, como son los Estados Unidos y la CIA, que era su agente operativo en España. El acuerdo sobre las bases norteamericanos se tenía que renovar y Carrero se oponía, ya que él quería firmar un tratado de amistad y los estadounidenses no querían. Además en el conflicto árabe-israelí, el presidente se mostraba partidario del mundo árabe, lo que tampoco gustaba a los americanos. Estados Unidos pensaba en la figura del príncipe para instaurar una democracia e iniciar un periodo de transición y para ese proyecto Carrero molestaba. No tengo la seguridad de que ellos dieran la orden, pero sí que facilitaron la pista y marcaron el objetivo de ETA.


Pretendes que ‘Matar a Carrero: la conspiración’ sea el definitivo libro sobre este tema?
Eso es un proco pretencioso, pero por la documentación que he manejado y por las personas con las que me he entrevistado, etarras incluidos, el mío es un libro muy completo y creo que es el proyecto más ambicioso. Me he tomado mucho tiempo para escribirlo y para establecer suficiente distancia sobre el asunto. He podido estudiar los elementos de esa conspiración y he tenido acceso a documentos que ninguno había trabajado antes. Pero quiero dejar bien claro que los libros anteriores sobre este mismo tema, el de Carlos Esteve, el que editó El País y el de Carlos Villar, son estupendos y de hecho los cito en el texto.


Has nombrado las entrevistas con protagonistas de esta historia, ¿has tenido una buena acogida por parte de los entrevistados?
No, la gente no quería hablar de este tema, no quería exhumar ese episodio maldito para muchos en la Historia de España. Ricardo de la Cierva, que fue ministro de Cultura y amigo personal de Carrero Blanco, no estaba al tanto de lo que a mí me interesaba. El etarra Wilson me fue de mucha ayuda porque me explicó cómo fue el paso del comando por Madrid y cómo era la situación interna de ETA en aquel momento. Él fue quien me habló de la sombra del Hotel Mindanao, aunque al final tampoco me suministró demasiado material, apenas cinco folios en dos días de conversación. Con Genoveva Forest solo pude hablar a través de monosílabos. Ezquerra y Alfonso Sastre tampoco quisieron colaborar. El sindicalista Durán, el que construyó el zulo, habló conmigo con muchas reticencias. La mejor información la obtuve de algunos agentes que me contaron anónimamente cosas reservadas. Por supuesto he tenido acceso a toda la documentación a la que se puede llegar. Me leí el sumario entero del caso con lupa y las memorias de todos los protagonistas, especialmente la de López Rodó que cuenta muchas confidencias. Con la familia de Carrero Blanco no me pude entrevistar. Pedí documentación desclasificada el Departamento de Estado norteamericano que me la remitieron en un mes. Ojalá en este país tuviéramos la cultura de transparencia que tienen ellos.


Especulemos un poco, ¿qué crees tú que habría ocurrido si Carrero no hubiera sido asesinado por ETA?
En el libro ese asunto no lo he tratado porque no quería especular. Pero tengo mi opinión. Creo que la Transición hubiera sido más lenta y hay que preguntarse cómo habría sido la cohabitación entre Carrero Blanco y Juan Carlos I. Con Arias sabemos que la convivencia fue violenta y que el rey lo sustituyó, quitándose esa caspa de encima. Juan Carlos hubiera contado con el apoyo de los Estados Unidos, de la oposición y de la comunidad internacional y Carrero Blanco con el del ejército. Es indudable que el harakiri de las Cortes se hubiera demorado y tampoco sé si la llegada de Suárez se hubiera producido como se produjo. El propio Juan Carlos dijo que no habría tenido problemas con Carrero, pero yo no lo tengo tan claro ya que según Sanmartín, el jefe del SECED, el presidente no hubiera dudado en sacar el ejército a la calle.


Carrero no podía ver a los comunistas, pero tampoco a los liberales y detestaba a los masones, ¿cómo era Carrero Blanco?
Era un gran religioso, pero por encima de todo tenía un componente fascista importante. Él mantenía la ortodoxia de régimen. Carrero fue un personaje del búnker, rancio, ultra que no perdonaba ni a los demócratas cristianos a pesar de lo católico que era. Precisamente hubo un contencioso entre España y el Vaticano a raíz de uno de sus discursos pronunciado en las Cortes y a Franco le costó lo suyo recomponer la situación. Si leemos los informes de los estadounidenses sobre el presidente, vemos que le dibujan un perfil de persona mediocre, mal militar, sin valor intelectual, con problema familiares con su esposa y antimasón. Ser antimasón era casi una enfermedad, un poco esquizoide.


La última, Manuel, ¿por qué crees que es necesario el libro como este?
Es un libro imprescindible para los jóvenes porque tienen que conocer cómo arrancó todo lo que ahora estamos viviendo. Es importante no acabar la Historia de España con la generación del 98 y conocer cómo fue el siglo XX y la Transición en nuestro país, saber cómo hemos llegado hasta aquí. Para la gente de mi generación también es importante porque a cualquier persona de entonces, si le preguntas qué hacía ese día, lo recuerda con facilidad. Hay determinadas fechas que se quedan grabadas para siempre y esa es una de ellas. El caso de Carrero Blanco han intentado ocultarlo un poco, yo lo he aireado y he tratado de poner luz donde hay sombra. Y he sido muy responsable a la hora de escribir sin dejarme llevar por la imaginación a pesar de que la historia se presta a ello. El problema de todo este asunto es que es un caso maldito porque ya no se puede averiguar nada más, todo lo que existe está ahí.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 07/11/2013


SOBRE MANUEL CERDÁN 
Manuel Cerdán (Aspe, Alicante, 1954), Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, se inició en 1974 en el diario Información de Alicante. Después pasó por las redacciones de Personas, Interviú y Cambio 16. Fue autor de la serie de televisión ‘Crónica de una generación’ y director de ‘Objetivo’ en Telemadrid. Ha trabajado también e en Tele 5 y RNE y fue redactor jefe de investigación de El Mundo y director de la revista Interviú. Es autor de exitosas obras de investigación como ‘Lobo. Un topo en las entrañas de ETA’ y ‘Paesa. El espía de las mil caras’, ha escrito cuando se cumplen cuarenta años del magnicidio, ‘Matar a Carrero: la conspiración’. En la actualidad, colabora en ‘La Noche en 24 horas’, ‘Los desayunos de TVE’ y ‘El gato al agua’ en Intereconomía. Es profesor del departamento de Criminología en la Universidad Camilo José Cela.