«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 30 de diciembre de 2013

En 2013 nos dejó Fernando Argenta.

Mi padre fue músico. Era violinista aunque no vivió de ello durante buena parte de su vida. Creo haberlo escrito ya en alguna parte. Estudió en el Conservatorio Superior de Música de Valencia y tocó su violín en bodas, ceremonias religiosas, solemnes y no tanto, representaciones de ópera, zarzuelas y misas del gallo. En los últimos años de su carrera musical formó parte de la Orquesta Ferroviaria de Cámara de Valencia, con la que incluso llegó a viajar al extranjero (Montecarlo e Italia). Mi padre decía que el mejor director de orquesta que había conocido en sus tiempos era Ataúlfo Argenta. De hecho, muchos años más tarde, cuando dispuso de un tocadiscos, le gustaba comprar discos elepés con las zarzuelas grabadas en microsurco por Argenta. 'Katiuska', 'Bohemios', 'La del manojo de rosas' o 'El concierto de Aranjuez', entre muchas otras obras, sonaron en mi casa, cuando yo era pequeño, cada domingo por la mañana, dirigidas con la maestría de la batuta del director cántabro. Bien, pues 2013, entre otras muchas malas noticias nos legó la de la muerte de Fernando Argenta, hijo de Ataúlfo, el locutor y musicólogo que se encargó de popularizar con enorme éxito la música clásica por el pentágono peninsular gracias a su programa 'Clásicos populares', emitido por Radio Nacional de España. Fernando, ahora, hace compañía a su célebre e idolatrado maestro peluca, que era como bautizó a Johann Sebastian Bach a través de las ondas radiofónicas. El diario 'El País' recogió en su día la triste noticia. Fernando, descansa en paz.