«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 12 de marzo de 2014

Vicente Marco, escritor: “A la hora de escribir siempre hago caso de las voces tal y como me abordan”

Un aspirante a escritor llamado Diego Leonarte irrumpe de la noche a la mañana en la rutinaria vida de Mando Benavides, cuya trayectoria literaria, sin ser rutilante, le ha granjeado ya algunos premios. La omnipresencia y generosidad de Diego abruman a Mando desde el primer instante, y generan un conflicto con la esposa de este, Aina. Un conflicto que irá más allá de los celos, de la sospecha, para adentrarse en el territorio de la angustia y el miedo. Mando pugna por escapar de esa «amistad», en apariencia impostada, que se transformará progresivamente en una obsesión y que, como un terreno de arenas movedizas, atrapa tanto al protagonista como al lector. Con todos estos mimbres Vicente Marco ha pergeñado ‘Ópera magna’, novela con la que ha conquistado el Premio Jaén de Novela 2013, editada por Almuzara. Sobre ella, sobre literatura y premios literarios pude conversar hace unos días con este prolífico autor valenciano.

Vicente, llevas toda la vida escribiendo, ¿qué es para ti escribir?
Es cierto, escribo desde los siete años. Lo he explicado ya algunas veces. Recuerdo que mi padre me trajo unas hojas para que hiciera cuentas, porque esa fue siempre su obsesión. Él trabajaba en una oficina y quería que yo siguiera sus pasos. Mi padre era una persona con un carácter muy fuerte, que había pasado una posguerra y tenía claro que para comer había que trabajar. Por eso trató de apartarme de la literatura. Y precisamente ahí se produjo mi primera rebelión y cuanto mayor era su interés porque no escribiese, más empeño ponía yo en escribir en aquellas hojas que me daba. Desgraciadamente, murió antes de ver ninguno de mis libros premiados. Si mi padre hubiera conocido la literatura traducida en dinero, habría cambiado de opinión. Claro que  sobre este asunto me llevé una sorpresa no hace mucho.

¿Qué sorpresa?
Hace más o menos un año murió una tía mía, hermana de mi padre. En el velatorio había un señor muy mayor que me dijo: “Vicente Marco, qué gran escritor”. Le di las gracias creyendo que se dirigía a mí, pero entonces me contó que hablaba de mi padre. Le respondí que estaba en un error porque mi padre era incapaz de escribir una sola letra. Pero él me contestó que no, que había escrito obras de teatro y que él conservaba un par de ellas. Entonces me explicó que su madre, o sea mi abuela, siempre quiso que mi padre trabajase en una oficina y que no escribiese. Este incidente me impactó mucho porque me cambió toda la perspectiva de esta historia.

¿Escribir es una enfermedad o un acto terapéutico?
Escribir siempre es terapéutico. Durante los periodos de descanso que yo mismo me impongo, a los dos días ya estoy trabajando porque no me siento cómodo, necesito crear continuamente. Las historias me vienen enseguida y no puedo rechazarlas ni abandonarlas, debo explorarlas. En realidad, yo diría que escribir es casi una enfermedad y que lo terapéutico es transformar las ideas en un libro.

¿Por qué es importante haber ganado el Premio Jaén de Novela para ti?
Por todo lo que significa. El dinero del premio, en una situación como la mía, es importante aunque lo más interesante es el reconocimiento que yo obtengo con el premio. Yo busco ese reconocimiento no solo con las novelas sino con toda mi actividad literaria. Trabajo mucho. El Premio Jaén de Novela, además, te introduce un poco más en el mundo de la literatura y la editorial Almuzara está haciendo un buen trabajo de promoción del que estoy muy satisfecho.

Además de este galardón, tienes en tu haber un exitoso y dilatado historial de premios literarios, ¿de alguna manera concibes la literatura como una competición?
No, no lo veo como una manera de competir pero sí de divertirme. De entrada para mí la literatura es diversión y luego muchas otras cosas. Es cierto que he tenido suerte en los concursos pero no me considero una persona tan competitiva que siempre quiera ganar.

Lo de la competitividad te lo preguntaba porque uno de los personajes de ‘Ópera magna’, Diego Leonarte, se ha leído todas las novelas de un concurso para conocer cómo escriben sus “rivales”.
Es verdad que el mundo de los premios, como cualquier competición tiene gente que está muy pendiente de lo que ocurre y que hay muchos egos heridos. De hecho, la novela parte de una situación real porque el tipo con el que yo me encontré hablando después de la entrega del premio se había leído todas las novelas de un concurso al que él se había presentado. Y opinaba que las buenas eran la suya y la de otro escritor que también había sido, como él, descalificado a la primera. Pero eso es un caso especial que a mí me ha disparado la imaginación para escribir ‘Ópera magna’. Yo creo que el noventa y cinco por ciento de los escritores que he conocido en los concursos son muy sanos y, si está en su mano, te ayudan.

Tú impartes talleres y, además, uno de ellos encaminado a premios literarios, ¿se puede enseñar a ganar un premio?
No se puede enseñar cómo se gana un premio porque cada jurado es un mundo y hay relatos que uno no termina de entender cómo pudieron obtener un galardón. Lo que sí que se puede explicar es cuáles son los errores más comunes que no hay que cometer para ganarlo. En mis talleres yo animo a los alumnos a presentarse y me siento orgulloso de que varios de ellos ya han sido premiados en algún certamen.

¿‘Ópera magna’ está basado en un hecho real?
Los primeros capítulos, el viaje a Segovia y algunas otras cosas que cuento son ciertos. Conocí al escritor del que hablaba antes y su actitud me estimuló para escribir la novela. Seguro que se acercó a mí con buena voluntad, pero observé en él ciertos comportamientos pintorescos que me dispararon la imaginación. Él no sabe que he escrito la novela inspirada en su persona e ignoro si la habrá leído, pero pienso que tampoco hay que darle demasiadas vueltas al asunto.

No solo escribes novelas, también haces guiones, teatro, relato corto, ¿en qué territorio  te sientes más a gusto?
Me siendo cómodo en todos porque me gustan por igual. Actualmente lo que menos trabajo  es el relato porque a lo largo de mi vida he escrito muchos y ahora he parado. También he escrito muchas novelas, pero como su proceso es más largo son menos y creo que las escribiré siempre. El teatro me interesa porque me gusta mostrar lo que quiero decir a través del diálogo. Precisamente, aprovecho los momentos de descanso entre novela y novela para escribir teatro.

¿Qué tiene Mando, el protagonista de ‘Ópera magna’, de Vicente Marco?
Bueno, Mando es un personaje de ficción pero seguro que lleva rasgos míos aunque yo no soy tan pusilánime como él. Siempre intento desligar al protagonista de mí mismo para conseguir que sea un ser imaginario, pero inevitablemente si estoy narrando en primera persona algo se me habrá escapado.

Ya que lo has comentado, ¿por qué has elegido la primera persona para narrar ‘Ópera magna’?
A la hora de escribir siempre hago caso de las voces tal y como me abordan. Y en esta ocasión la voz me vino en primera persona. Luego, durante el proceso de revisión, volví a tener claro que había de ser así. La historia era muy potente y solo podía narrarla de este modo porque resultaba mucho más cercana. Yo no quería distanciarme del protagonista y tampoco me interesaba que el lector se alejase de la trama.

Has estructurado ‘Ópera magna’ a través de una serie de sacudidas inesperadas que agarran fuerte al lector, ¿cuál ha sido el proceso creativo que has seguido para escribirla?
A diferencia de todas las novelas que he escrito hasta hoy, ‘Ópera Magna’ no nace por impulsos. En esta ocasión, cuando regresé de mi viaje a Segovia tenía casi el ochenta por ciento de la novela almacenado en mi cabeza, incluidos los personajes. A continuación hubo un proceso fuerte de creación que duró unas seis semanas. Y por último, me sumergí en la revisión y el ajuste de los tiempos para captar permanentemente la atención del lector.

Precisamente por esta capacidad de captación me parece que ‘Ópera magna’ es una novela de “sesión continua”, hay que leerla de un tirón.
Está bien eso de “sesión continua” [risas]. Muchos lectores me comentan que la novela se lee de un tirón como tú dices, incluso alguna persona me dijo que es un libro caro porque otras novelas les duran dos o tres semanas y esta la han leído en un día. Esto es una gran satisfacción para mí porque creo que las novelas deben aspirar a ser leídas de golpe.

Cuando un sujeto tan recalcitrante y obsesivo como Diego Leonarte se introduce en nuestras vidas, ¿hay alguna manera de deshacernos de él?
Es difícil, yo mismo he sufrido a algunos sujetos de estos en mi vida. Para crear el personaje de Leonarte he cogido a varios de ellos, los he metido en una coctelera y he creado al personaje. Pero es verdad que a un tipo así es difícil sacártelo de encima y solo puedes hacerlo dando un puñetazo y cortando. Son ociosos, auténticos chupadores de energía, que regresan continuamente y hay que mantenerse firmes con ellos.

La situación que genera ‘Ópera magna’ es claustrofóbica. La claustrofobia es un tema que ya has abordado en alguna novela anterior y en tus cuentos, ¿por qué te interesa tanto?
Sí, las situaciones de angustia siempre me han interesado, son una constante bastante recurrente en mi obra.  Personalmente he atravesado momentos de angustia sobre todo uno que ocurrió hace muchos años cuando sufrí un accidente por atragantamiento. Me estaba ahogando y recuerdo que le decía adiós a mi madre con la mano antes de desmayarme. Permanecí  inconsciente durante seis horas y lo que más me dolió fue el sufrimiento de mi madre. Estuve dos años sin probar ni un solo alimento sólido, era incapaz, y conseguí sobreponerme a este episodio gracias al humor, porque en el fondo mi naturaleza es humorística. Creo que el humor es algo innato en mi persona.

En un pasaje de ‘Ópera magna’,  Leonarte le dice a Mando que todos los escritores copian, ¿se copia mucho en nuestro país?
Creo que no se produce una copia a nivel de plagio, sino que más bien es algo inconsciente. Al final, cuando escribes, estás directamente influenciado por todo lo que has leído o  visto en el cine. A fin de cuentas, obtener un estilo propio es tener la capacidad suficiente para condensar todas esas influencias sin dejar de ser tú mismo. Claro que eso es lo ideal. En muchos escritores primerizos se nota qué autor o autores han leído mientras escribían su novela. Por supuesto, también hay quien calca y plagia pero son los menos y yo no me refería a ellos en ese pasaje del libro.

La última por hoy: ¿qué nuevos proyectos literarios guardas en el cajón de tu mesa?
He terminado una obra de teatro, que se estrenará seguramente en el mes de mayo y he escrito un musical por encargo. En septiembre pasado comencé una novela cuyo primer borrador he concluido ahora y que mezcla dos épocas y dos escenarios muy distintos: el río Amazonas y la ciudad de Edimburgo. Tiene un puntito de ciencia ficción, con aventuras y filosofía cómica, al estilo de H.G. Wells aunque Stevenson o Poe, de alguna manera, también están presentes. Es la novela con mayor número de personajes de todas las que he escrito hasta la fecha.


SOBRE VICENTE MARCO

Vicente Marco (Valencia, 1966) ha publicado las novelas ‘Murmullos’ (Premio de la Comisión Cultural del Alto Almanzora), ‘Los trenes de Pound’ (Premio Tiflos), ‘El Collage de Orsson Beans’ (Finalista Premio Ateneo Valladolid) y ‘Ya no somos niñas’ (Finalista Premio Logroño), así como el volumen ‘Los que llegan por la noche’, una excelente recopilación de inquietantes relatos. Marco ha obtenido más de una treintena de premios y galardones, entre los que destacan el Julio Cortázar, Unamuno o Alberto Lista y fue finalista del premio Agustín González de Teatro con la obra ‘Terapia de Bala’, estrenada en el Teatro Olympia de Valencia en 2012, y ganador del Premio Nacional de Teatro Castellón a Escena 2013 con la obra ‘Viernes trece y sábado catorce’. Durante el año 2013 se han estrenado diversos espectáculos teatrales de su autoría, entre los que destaca ‘Doce Gentes en coches de ocho’. Es, además, profesor de talleres literarios y colaborador habitual de varias revistas culturales y de ocio