«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 22 de abril de 2014

Alfredo Escardino, escritor: “’Una erasmus en Bruselas’ es una historia muy verosímil que, aunque es ficción, podría haber sido real”.

Grand Place de Bruselas. Un turista noctámbulo finge fotografiar una mansión, pero su cometido es vigilar, a través del ventanal, a un poderoso personaje que en esos momentos habla por teléfono. Dicha conversación, lo que ocurre después y la reacción del falso turista nos sumergen de lleno en las peripecias de Cristina Vilanova, una joven española que vive en Bruselas una experiencia muy peculiar como estudiante erasmus: una intriga que se remonta al siglo XVII, cuando Flandes pertenecía a la corona española, y que la vincula con una antigua e influyente familia de la aristocracia flamenca. Una circunstancia que ella ignoraba y que la convertirá en pieza clave en un rompecabezas de pinturas barrocas, joyas aztecas, antepasados cuya existencia desconocía, esculturas que hablan sin decir palabra y espías que no son lo que parecen. Y todo ello aderezado con los exámenes, las juergas y los vaivenes sentimentales de todo erasmus que se precie. Así se teje la novela 'Una erasmus en Bruselas', opera prima del escritor Alfredo Escardino, editada por Funambulista.
Alfredo, ¿por qué comienzas a escribir? ¿Qué motivos te han movido a hacerlo?
Yo he escrito siempre, aunque no novelas, porque mi profesión está muy vinculada al oficio de escribir, tanto en la Universidad como en la Comisión Europea.  En este sentido, parte de mi formación está presente en la novela. Ahora escribo ficción porque tenía ganas de hacerlo y porque quiero contar historias. No tiene nada que ver con una terapia, sino con entretener a la gente, a los lectores.
¿Vivir en el extranjero incentiva las ganas de escribir?
Francamente no lo sé, porque cuando estuve en el extranjero me moví en un entorno en el que no había escritores. Pero sí fue algo bueno para escribir una novela ambientada en Bruselas. El libro es una obra de ficción, con personajes ficticios y trama inventada, pero el escenario no puede ser más real.
¿En algún momento sentiste eso que llaman el miedo al folio en blanco?
Yo no he tenido ese miedo porque cuando decidí lanzarme a escribir ‘Una erasmus en Bruselas’ ya tenía claros el tema, la protagonista y el marco. Empecé a tomar notas, como una tormenta de ideas, y fui observando cómo evolucionaba el asunto. Cuando consideré todo eso más o menos resuelto es cuando me senté a escribir. Los cambios que se produjeron después, durante el proceso creativo han fluido de un modo muy natural.
¿En ‘Una erasmus en Bruselas’, tu ópera prima, hay mucho de autobiográfico?
Dejando a un lado que la protagonista es una mujer, lo que ya la aleja de mí, no creo que sea autobiográfica. Sí es cierto que algunas cosas que narro las he conocido o las he oído contar, pero no me han sucedido a mí.
Has debutado planteándote un reto importante: introducirte en la piel de una mujer. ¿Qué tal ha resultado la experiencia?
En ningún momento me he sentido incómodo y he salido muy satisfecho de ella. Desde el principio tenía claro que la protagonista sería una chica de veinticuatro o veinticinco años, que su experiencia estaría vinculada al mundo de los erasmus y que la ambientaría en Bruselas. Y estas tres premisas están en el título y las he mantenido hasta el final. Aunque provengo de una familia con cinco hermanos, todos chicos, la mujer siempre estuvo muy presente en mi vida: mi madre, mi abuela, mis primas que eran como mis hermanas, mis amigas. He conocido a muchas mujeres interesantes y me he preocupado de escucharlas y de observarlas durante mucho tiempo. Además creo que siento una cierta empatía hacia ellas y eso, sin duda, también me ha ayudado en esta labor.
La novela arranca en las inmediaciones de la estatua de un cadáver, el Everard t’Sterclaes, ¿qué significado tiene esa estatua?
El Everard t’Sterclaes está situada al lado de la Grand Place, junto al Ayuntamiento. Se trata de una escultura de un hombre tumbado, de un cadáver, y la leyenda cuenta que todo aquel que va a Bruselas, si quiere volver, ha de acariciarla. Por eso en la novela se describe como una estatua muy manoseada. No sé de qué material está hecha, parece de hierro, pero no creo que lo sea.
La editorial lanza el libro afirmando que ’Una erasmus en Bruselas’ es la novela que a todo Erasmus le gustaría leer, ¿es este tu caso?
Sí, estoy satisfecho de cómo ha quedado y me gusta leerla. Y también creo que puede interesar a cualquier tipo de lector porque es de lectura sencilla y entretenida y te dibuja una ciudad como Bruselas, que realmente es muy interesante y curiosa. Además pienso que ha resultado una historia muy verosímil que, aunque es ficción, podría haber sido real.
Aparentemente, Bruselas parece un lugar un tanto aburrido, pero tú has incluido intriga, arte, sexo, amores y guerra en la novela, ¿la capital belga es más divertida de lo que aparenta?
[Risas] Sí, de aburrida no tiene nada. Es más, una de las razones que me llevó a ambientarla en sus calles y plazas es porque siempre me ha llamado la atención que allí existe una aglomeración de ciudadanos europeos de distintos países con buen nivel cultural  que forman un micromundo. Bruselas acumula un poder administrativo tan grande que no creo que haya otra ciudad en el mundo, excepto Washington, que resulte comparable. Es el centro de la Unión Europea y de la OTAN y allí viven lobistas, diplomáticos, altos cargos y abogados, cuya actividad gira alrededor de ese poder administrativo.
Por tanto, ¿Bruselas es otro protagonista más de la novela?
Sin duda que sí.
Has tenido tiempo para dedicar guiños a algunos personajes belgas de ficción como Poirot o Tintin.
Poirot es un personaje típicamente belga, cuyos libros lee la protagonista Cristina Vilanova, y a Tintin lo he incluido porque algunos de sus álbumes, por ejemplo ‘El Tesoro de Rackham el Rojo’, están ambientados en distintos lugares de Bruselas como Le Vieux Marché, a donde acude el periodista a comprar un barco antiguo.
En uno de los capítulos conjugas streptease con ajedrez, ¿no conocía esa variante del strip pocker?
[Risas] Yo tampoco lo había visto nunca. Se me ocurrió y me pareció una combinación frívola, un buen contraste, que mezclaba el streptease con el ajedrez, que es un deporte muy serio.
Visto con la distancia que otorga el tiempo, ¿hay muchas diferencias entre los primeros erasmus y los actuales?
Yo no tuve una Beca Erasmus, pero por mi formación puedo considerarme como tal, ya que pasé cinco años viviendo en el extranjero. La protagonista pertenece a la primera promoción, era una pionera y entonces todo sonaba a chino. Actualmente, aquel exotismo se ha perdido un poco. Ahora quizá este asunto está más engrasado y da la impresión de que los estudiantes se marchan con otra finalidad. Pero estoy seguro de que cuando alguien sale al extranjero pasa por las mismas dificultades que atravesamos nosotros, aunque con la ayuda del Skype, Internet, los móviles, etcétera, tienen una menor sensación de lejanía. Pero el solo hecho de buscarte la vida en un entorno extraño y desconocer el idioma ya es una dificultad importante. También creo que los erasmus de hoy solo cuentan las fiestas y las copas y eso deforma el concepto de lo que es un erasmus. La sociedad, también por esa misma causa, ha frivolizado la visión que tenemos de ellos.
La última por ahora: ¿has esbozado ya alguna tormenta de ideas para un nuevo proyecto literario?
Bueno, eso todavía está muy verde, suponiendo que escriba algo. Si eso se produce, el género será muy similar al de esta novela y estará ambientada en otra época más actual.



SOBRE ALFREDO ESCARDINO

Alfredo Escardino (Valencia, 1961). Tras licenciarse en Derecho, pasó varios años completando su formación en el extranjero. Ahí obtuvo sus títulos de posgrado en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas y en el Colegio de Europa de Brujas e hizo sus prácticas profesionales en la Comisión Europea como stagiaire. De vuelta a Valencia, en 1991 compaginó la abogacía con la docencia universitaria y con el periodismo en el diario Las Provincias. En 2002 regresó a Bruselas tras ingresar en el cuerpo superior de funcionarios de la Comisión Europea. Con la novela ‘Una Erasmus en Bruselas’ inicia su carrera literaria.