«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 28 de abril de 2014

FIRA DEL LLIBRE VALÈNCIA 2014 (I) Luis García Montero, escritor: “La idea del futuro es la mejor manera de pensar en el presente y en el pasado. Quien elige un determinado pasado, elige también una idea para llegar al futuro”.

En el verano de 1963 España se muestra triste, espesa y encogida. El tiempo parece haberse detenido en el calendario y a todos les duelen los pies al caminar por la vida, como si lesh icieran daño los zapatos. Pero en cualquier momento la suerte puede cambiar; por las grietas del presente gotea un poco de esperanza. Un verano seco, caluroso y desatinado es el del despertar de León Egea. Alejado del ambiente claustrofóbico de su pueblo y herido por la literatura, comienza a trabaajr en la editorial Universo y vive su primer amor. En los momentos difíciles es importante apostar por el futuro en cómodos o incómodos plazos. Porque el futuro no será de los indiferentes. Pero hay que poner nombre a las cosas. Es lo que las hace reales, lo que les da consistencia. La ciudad detenida en el tiempo es Granada, Consuelo es la mujer bella e inevitable de la que se enamora León y el porvenir no lleva otro nombre que el del compromiso. Si, todo empieza con el nombre. Bajo estos parámetros argumentales se desarrolla 'Alguien dice tu nombre', tercera novela del escritor granadino Luis García Montero, editada por Alfaguara.
Luis, llevas escritos doce libros de poemas y tres novelas publicados, ¿para un escritor, cuya obra es un todo compacto, los caminos de la prosa y de la poesía son iguales?
Un escritor tiene su propio, mundo pero soy muy consciente de que novela y poesía circulan por caminos distintos. Hace treinta y cinco años que publiqué mi primer libro de poesía y me da miedo repetirme. Por eso ahora invierto mi tiempo en escribir poesía más lentamente y en buscar otro tipo de creatividad. Desde 2009, en el que publiqué una biografía novelada de Ángel González, me entró la emoción narrativa a través de la prosa y me dedico más a la novela, un género en el que me siento menos seguro, en el que tengo más curiosidad y aprendo cosas nuevas.
Hablas del miedo a repetirte en la poesía, ¿no te ocurre lo mismo con la prosa?
No, en la prosa me mantengo con la curiosidad de quien indaga algo nuevo. Lo que sí he percibido en esta novela es más conocimiento y más madurez. Pero me encuentro como si comenzase a caminar.
¿Escribir en prosa supone una mayor liberación por aquello de que en la poesía el texto es mucho más breve y la elección de la palabra utilizada ha de ser mucho más precisa?
Estoy convencido de que prosa y verso tienen estructuras distintas. Se equivoca el novelista que escribe poesía con ojos de novelista y viceversa, porque no es lo mismo escribir treinta versos que mantener una ficción a lo largo de trescientas o cuatrocientas páginas, creando personajes que no se pueden parecer a ti mismo porque son otros. Las reglas de juego son diferentes. Pero uno de los compromisos del escritor es el cuidado del lenguaje porque si no lo cuidamos se empobrece. Vivimos tiempos en los que no se busca el diálogo público, en los que prevalece la individualidad y, como no hay necesidad de entendimiento, el lenguaje se deteriora. A mí me gusta aprender de los escritores que han tratado de conjugar la fluidez de la narración con la música del lenguaje. El tristemente fallecido García Márquez creo que era un ejemplo de ese equilibrio.
¿Cuándo escribes ficción eres dueño y señor de lo que ocurre en tus páginas o te dejas sorprender por el devenir de la escritura?
El protagonista de ‘Alguien dice tu nombre’ vive la historia en primera persona y el lector descubre la realidad al mismo tiempo que él. Los dos se llevan las sorpresas a la vez. Eso se trabaja en el taller de la narrativa y creo que todos los narradores alcanzan un pacto intermedio: saben dónde van a acabar, pero no tienen toda la historia fijada de antemano en un guión estricto, porque mientras escriben descubren rincones que no funcionan. Es una especie de caminar sin conocer la ruta exacta pero teniendo un brújula.
¿Cómo te tropiezas con la historia de ‘Alguien dice tu nombre’?
Un escritor, como cualquier persona, va con los ojos abiertos, tiene preocupaciones y, de repente, se produce el encuentro con algo que ve en la calle, en este caso una historia que me contaron, y que se mezcla con esa inquietud que lleva dentro. En ‘Alguien dice tu nombre’ yo quería evocar la ciudad provinciana de mi infancia, la de los años sesenta, porque ahí fue cuando empezaron a cambiar las cosas en España y cuando se formó una sociedad más abierta al capitalismo europeo.
¿De dónde surgió el título?
Al principio, la novela se iba a titular ‘En cómodos plazos’ porque en Andalucía, a finales de los años cincuenta, muchos negocios se hacían a través de prestamistas privados, que cada semana enviaban a un propio, que llamaban el semanero, para cobrar el plazo. En los años en que transcurre esta historia, se puso de moda el crédito en los comercios y en los bancos para vender electrodomésticos y se pasó del semanero a los cómodos plazos. Sin embargo, me decidí a ponerle ‘Alguien dice tu nombre’ porque es un título mucho más rico desde el punto de vista del lenguaje.
¿León Egea, el protagonista, es tu alter ego?
León Egea tiene mucho de mí pero situado en otra generación. En 1963 yo tenía cinco años y aparezco en la novela como un niño. Lo que quería contar me convenía más hacerlo a través de un joven de diecinueve, perteneciente a una generación anterior a la mía, porque tenía más capacidad de pensamiento y observaba cómo llegaban los turistas y cambiaban las relaciones de pareja y las costumbres. León tiene una gran capacidad de admiración por lo que le enseñan su profesor de literatura y una mujer madura de la que se enamora. Y ahí también estoy presente, porque yo he admirado mucho a mis maestros literarios y me he preocupado por aprender poco a poco los aspectos de la vida cotidiana.
Has situado la acción de ‘Alguien dice tu nombre’ en Granada, tu ciudad natal, ¿estamos ante una novela urbana?
León Egea se queda a vivir en Granada en lugar de regresar a su pueblo porque encuentra un trabajo como vendedor de enciclopedias y buena parte del argumento tiene que ver con sus paseos por las calles y sus visitas como vendedor. En ese sentido, la ciudad se convierte en una protagonista más de la novela. Desde mi punto de vista, la naturaleza sentimental de los personajes y el urbanismo del lugar donde uno vive tienen una gran importancia.
La Granada que dibujas en la novela tiene un calendario que no avanza, detenido en el tiempo, una imagen muy evocadora.
Sí, me gusta utilizar ese tipo de símbolos. Para documentarme comencé a trabajar en la hemeroteca en 1963, un año en el que Franco había visitado dos veces una misma ciudad de provincias, Granada en este caso, en la que hubo inundaciones y a mí me apetecía cambiar inundación por sequía porque me parecía que poseía mayor valor literario. Respecto al calendario al que no le arrancaban las hojas era una forma de simbolizar un país en el que todo estaba inmóvil, paralizado, sin posibilidad de buscar transformaciones.
A veces los periodistas y algunos críticos nos empeñamos en establecer paralelismos entre unas épocas y otras. Por tu parte, en ‘Alguien dice tu nombre’ ¿hay intención  de comparar los años sesenta con el tiempo actual que vivimos?
Mi intención es contar historias que tengan una significación trascendente, que no sean una pura anécdota, en este caso es la idea del joven rebelde que trata de hacerse con su propio destino y que choca con una realidad que es dura. Creo que hay diferencias entre los años sesenta y el tiempo actual. Hemos creído que en aquellos años todos eran luchadores antifranquistas y demócratas y eso es mentira. Había una gran parte de la sociedad a la que eso le resultaba indiferente. Por eso el joven rebelde se siente raro en la novela.  Lo que sí tengo claro es que la incertidumbre de aquellos años se sobrellevaba desde la esperanza. Los padres creían que sus hijos iban a vivir mejor que ellos. Ahora, la incertidumbre y la rebeldía se vive más bien desde la pérdida, porque los padres creen que sus hijos van a estar peor que ellos. Nos movemos en un final de ciclo, en un periodo de crisis en el que hay menos derechos y en el que hemos perdido valores y seguridades.
Pero la gente joven de hoy tiene asumido que vivirán peor, ¿no?
Estoy tan en contra de los viejos cascarrabias, que piensan que todo lo anterior fue mejor, como de los jóvenes sin memoria que no quieren aprovechar las experiencias de sus antepasados y creen que están inventando el mediterráneo. La experiencia es cuestión de comunidad y el diálogo entre jóvenes y mayores es necesario. En ‘Alguien dice tu nombre’ me he sentido incapaz de marcarles el camino, porque la respuesta la tienen que hallar por sí mismos. Pero sí que he querido rendir un homenaje a esos jóvenes que deciden dar un paso adelante en cualquier situación y tiempo difíciles y convertirse en protagonistas de su destino, a los que se niegan a la indiferencia y se complican la vida a pesar de que les prediquen lo contrario.
Si hablásemos en términos deportivos, ¿los años sesenta serían el calentamiento de la Transición?
Creo que sí, la Transición a la democracia, tal y como se vivió aquí, fue una respuesta de las elites económicas que se dieron cuenta de que no podían continuar haciendo negocios con la autarquía española y de que precisaban abrirse al capitalismo europeo. Para conseguir su objetivo necesitaban la democracia y justo ahí coincidieron con la oposición clandestina, que luchaba contra el franquismo, y se pusieron de acuerdo para gestionar las libertades. Todo eso se fraguó entones y sirvió para cambiar las bases de lo que existía hasta aquel momento.
El personaje de Consuelo, a la que has citado antes, tiene un pasado importante. Ha vivido fuera de España, ha conocido otros modelos de comportamiento y de sociedad, ¿qué sensaciones tiene cuando regresa al estado español?
Ella es un personaje importante. Ha vivido en París y tiene un pasado. El chico joven, que cree que se las sabe todas, poco a poco se va dando cuenta de que las apariencias engañan y que, debajo de una secretaria convencional, se esconde una gran experiencia de la que puede aprender mucho. El cambio de la condición femenina, su transformación en los años sesenta, es otro de los temas que pretendía trabajar en la novela. En este sentido, Consuelo representa el esfuerzo por abrir hueco, por cambiar las costumbres y por vivir una libertad que costaba mucho mantener en público en una situación tan difícil como aquella, algo que fascina a León, que terminará viviendo una historia de amor con Consuelo y admirando al profesor que le acerca a la literatura y a la política. León descubrirá que no sólo hay que transformar lo público, sino también los sentimientos y la vida cotidiana.
¿’Alguien dice tu nombre’ esconde también una preocupación por recuperar la memoria histórica?
Lo mismo que antes hablaba de la literatura digo ahora. Una comunidad es diálogo y lo que nos compromete con el futuro es la herencia de nuestros mayores. Si nos trazamos un horizonte es porque antes hemos recibido una herencia y nos comprometemos a transmitirla a nuestros hijos. La memoria no es una cuestión de nostalgia o de melancolía sino la mejor forma de comprometerse con el futuro. La idea del futuro es la mejor manera de pensar en el presente y en el pasado. Quien elige un determinado pasado, elige también una idea para llegar al futuro. El escritor John Berger afirma que el peor modo de quedarse sin futuro es empeñarse en cancelar el pasado.
La última por hoy: ¿continuarás explorando el territorio de la prosa en el futuro?
Sí, creo que para el año que viene tendré un libro de poemas terminado, pero la verdad es que me encuentro con curiosidad e ilusión en la narrativa y lo más probable es que me siente de nuevo a escribir otra novela.



SOBRE LUIS GARCÍA MONTERO

Luis García Montero (Granada, 1958) es poeta y Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada. Es autor de doce poemarios y varios libros de ensayo. Recibió el Premio Adonáis en 1982 por ‘El jardín extranjero’, el Premio Loewe en 1993 y el Premio Nacional de Literatura en 1994 por ‘Habitaciones separadas’. En 2003, con ‘La intimidad de la serpiente’, fue merecedor del Premio Nacional de la Crítica. Desde hace unos años decidió explorar el territorio de la ficción, habiendo publicado hasta la fecha ‘Mañana no será lo que dios quiera’ y ‘No me cuentes tu vida’. ‘Alguien dice tu nombre’ es su tercera novela.