«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 13 de abril de 2014

Mercedes Abad, escritora: “Me gusta más la brevedad y la tensión del cuento que la novela”

Con su nueva publicación, ‘La niña gorda’, editada por Páginas de Espuma, Mercedes Abad incide en el territorio de la narrativa breve, de los cuentos. Se trata de una colección de relatos, protagonizados por la niña Susana Mur, el alter ego de la escritora barcelonesa,  con un marcado carácter autobiográfico que tiene como tema central la obesidad. Aunque el volumen se presenta como una sucesión de narraciones independientes, muy bien podría leerse como una novela por las numerosas interconexiones y canales, subterráneos y superficiales, que les unen. En este sentido, otra escritora barcelonesa, Flavia Company, los ha bautizado con el nombre de “cuentela”, palabra que fusiona ambos términos.
Mercedes, nuevamente un libro de cuentos.
Sí, mi publicación anterior, ‘Media docena de robos y un par de mentiras’, también fue un libro de cuentos, cuentos atípicos como de costumbre. Llevo un gamberro dentro y necesito hacer cosas distintas que me diviertan y supongan un reto intelectual porque al final las historias son las mismas. El gran reto del escritor es conseguir que parezcan nuevas y por eso hay que explorar otras fórmulas. Aunque siempre he creído que mis obras más autobiográficas eran las novelas, la colección de cuentos que forman ‘La niña gorda’ rompe esta creencia porque es muy autobiográfica.
¿Cómo surgió la idea para escribir estas historias?
La niña gorda c’est moi, eso está claro. El dolor ante la exclusión social del que es objeto la protagonista es mi dolor. En estos cuentos he reflejado el tránsito de la niña a la pubertad, a la adolescencia, a la edad adulta y también cómo se construye la identidad de una persona. Lo que ignoro es lo que me ha impulsado a publicarlos precisamente ahora.
Como acabas de explicar, estos cuentos son autobiográficos. Teniendo presente esta afirmación, ¿al escribir tu intención era hablar de ti o del problema de la obesidad en términos generales?
De mí, sin duda. Creo que ‘La niña gorda’ tiene mucho de desahogo personal. Como escritora necesito descubrir cosas por mí misma, hacer una terapia y exorcizar demonios y esto ha sido un ejercicio de exorcismo. Aunque pueda considerarse como un libro liberador, en el fondo resulta ambiguo porque contiene elementos que indican que todavía estoy pillada en esto del comer. Los seres humanos nos movemos entre la búsqueda del placer y la aprobación de los demás. Al final la vida es un pacto, porque al mismo tiempo deseamos conseguir el placer, tener amigos y sentirnos integrados. Si no existieran espejos y la mirada ajena, todos tendríamos la autoestima más alta.
Si la protagonista, en lugar de Susanita se llamase Ernesto o Felipe o Mariano, ¿sufriría menos desajustes que ella?
Si la respuesta te la tuviese que dar cuando yo era pequeña, te diría que sí, aunque hay que tener en cuenta que cada época tiene sus monstruos y sus apestados sociales y en aquellos años, hablo de los setenta, también nos burlábamos de los niños afeminados. Actualmente la presión social, debido a los medios de comunicación y a las modas, es mucho mayor. Pero hay cosas que no cambian jamás y ahora hay chavales excluidos de la manada, del grupo, porque la crueldad entre adolescentes sigue siendo la misma.
La madre de Susanita lleva a la niña al endocrino. Eso ocurre en las primeras páginas, en el cuento inicial. ¿En el tema de la obesidad, endocrino es la palabra de moda?
No, la palabra de moda es la dieta que la prescribe el endocrino. En cualquier revista de cotilleo, en la última página, siempre nos tropezamos con una dieta milagrosa que va cambiando, pero que en el fondo es la misma. Las dietas caducan, las cambian, pero son iguales: la proteínica, la Motignac… Cada momento posee una dieta milagro para enmascarar la realidad. La que yo hice, comparada con las que se estilan ahora, no tiene nada que ver. Actualmente, la gente se alimenta de porquerías, de sobres con polvos o de barritas alimenticias, en lugar de comer ensaladas, frutas y otros productos naturales. Lo que se debe hacer es instruir a la gente con normas para comer sin que se pierda el placer, sin privarse de la enorme variedad alimenticia que tenemos en el Mediterráneo y en España.
Continuando con las dietas y regresando a las diferencias y similitudes entre chicas y chicos, en nuestros días el problema de la obesidad afecta por igual a ambos sexos, ¿no?
Sí, creo que los chicos ahora también tienen problemas con el sobrepeso y sus cifras de anorexia son muy altas. Todavía hay más chicas que chicos, pero los números masculinos han subido mucho. Por otro lado, la industria cosmética ha atrapado al sector masculino, que hasta el momento permanecía un poco al margen. Antes no había metrosexuales y ahora sí, muchachos que se depilan y que se machacan en el gimnasio, auténticas víctimas de la moda.
¿Y cuáles son los modelos en los que se fija la gente joven de hoy?
La sociedad quiere parecerse cada vez más a los anuncios publicitarios, a los modelos. Trata de reproducir la imagen de personajes sin nombre, auténticos envases vacíos. Antes los modelos eran artistas de cine como Ava Gardner o Marilyn Monroe, pero esos estándares quedan lejos. En la actualidad hay actrices gorditas que triunfan, pero las adelgazan enseguida. A los hombres os pueden gustar más las mujeres voluptuosas, pero las mujeres somos muy crueles entre nosotras y el patrón estético lo transmitimos nosotras mismas.
Aunque la lleva al endocrino, cuando Susanita se va de excursión, su madre le pone en la mochila una tortilla de patatas, lomo rebozado, dos paquetes de Filipinos, empanada gallega, piña y melocotón en almíbar, y le da dinero para chuches, así es difícil no engordar ¿no crees?
Sí, ante semejante panorama la verdad es que Susanita lo tiene muy jodido para perder peso.
Susanita busca refugio en la lectura de libros, una actividad solitaria que le proporciona momentos de paz y distracción, ¿la lectura engorda?
Por suerte la lectura no engorda, es alimento espiritual bajo en calorías y rico en sustancia. El amor por la lectura fue mi refugio desde siempre. Mi abuela le decía a mi madre que yo ya sabía leer aunque era muy pequeña. Y mi madre le contestaba que lo que yo hacía era memorizar las páginas. Y era verdad, pero también lo era que yo aprendí a leer muy pronto. Mis años de gordura se hicieron más llevaderos gracias a que tenía un buen libro entre las manos. Y ahora me ocurre igual. De hecho, si lo que leo no es bueno, no me siento feliz. La vida está llena de grandes libros por descubrir.
La última por hoy: ¿por dónde transitará tu próximo proyecto literario?
Pues no lo sé. Estoy metida en algo que podría ser cualquier cosa: novela, cuentos, libro de recuerdos... Unas veces descubro muy tarde lo que es y otras muy pronto. Depende. ‘La niña gorda’ la escribí como novela al principio pero vi que no funcionaba. Quizá fuera porque soy nerviosa y me gusta más la brevedad y la tensión del cuento. En esto de escribir, el carácter también cuenta. Josep Maria Espinás dijo en una ocasión que había escritores que lograban traspasar su carácter al papel y otros que no lo conseguían. En mi caso, creo que el asunto va por ahí. Tal vez me siento más a gusto con el cuento, porque la novela te exige mucho tiempo para escribir una primera versión y también para retocarla hasta que queda como tú quieres.



SOBRE MERCEDES ABAD

Mercedes Abad (Barcelona en 1961). Tras algunos escarceos con el mundo del cine y el teatro, en 1986 ganó el premio de narrativa erótica La sonrisa vertical, con su libro de cuentos 'Ligeros libertinajes sabáticos'. Desde entonces ha publicado varios libros de relatos: 'Felicidades Conyugales' (1989),'Soplando al viento' (1995), 'Amigos y fantasmas' (2004, Premio Mario Vargas Llosa) y 'Media docena de robos y un par de mentiras' (2009). Igualmente es autora de dos novelas, 'Sangre' (2000) y 'El vecino de abajo' (2007), y de un ensayo juguetón y humorístico, 'Sólo dime dónde lo hacemos' (1991). Además ha escrito diversas obras de teatro y adaptaciones, entre ellas 'XXX', versión de 'La filosofía en el tocador' (Marqués de Sade), de la Fura dels Baus, y 'Las amistades peligrosas de Christopher Hampton. Su obra ha sido traducida al italiano, al alemán, al neerlandés, al portugués y al finés y ha sido incluida en numerosas antologías. Actualmente imparte clases de narrativa en la Escola d’Escriptura del Ateneu barcelonés.