«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 6 de abril de 2014

Teresa Viejo, escritora y periodista: “México huele y sabe de una forma exultante, sus colores son muy especiales”.

México, 1941. El Quanza, un barco con refugiados españoles, está a punto de atracar en el puerto de Veracruz. Una bella joven se dirige al muelle para recibirlo. Es Aurora, quien llegó cinco años atrás como niñera de los Vigil de Quiñones. Huyendo de la guerra civil española y ocultando un terrible secreto familiar, decidieron emprender un largo viaje para empezar de cero y recomponer sus vidas. Lo que encontrarán será un ambiente muy diferente al que dejaron atrás: bailes, fiestas, grandes orquestas interpretando danzones y boleros, y, en especial, una creciente industria cinematográfica cuyas estrellas compiten con las de Hollywood. Aurora comprende que su verdadero futuro está allí y no en una España abrumada por los horrores de la contienda. Enamorada de Pablo Aliaga, un joven español lleno de sueños de gloria y fortuna, obsesionado con encontrar tres rollos de una película maldita que desaparecieron en 1936, Aurora trabará amistad con una enigmática alemana, Edwina Shäfer, pintora y dueña de un prostíbulo donde esconde muchos misterios. Con la ayuda del productor Diego Espejel, secretamente prendado de ella, comenzará a labrarse una fulgurante carrera cinematográfica bajo el nombre de Vera Velier. Con este punto de partida y jugando con el tiempo, los colores, los sabores y la historia pasada, Teresa Viejo acaba de publicar ‘Que el tiempo nos encuentre’, su nueva novela, editada por Martínez Roca.
Teresa, durante mucho tiempo la realidad ha moldeado tu trabajo como periodista. Ahora tú, en cierto modo a través de la ficción recreas la realidad.
Bueno, digamos que la ficción te permite vivir un tiempo en el que te hubiera gustado ser periodista para contarlo y, como no puedes hacerlo, construyes vidas que te permiten reconstruirlo y no solo desde el punto de vista periodístico. No tengo ningún pudor ni remordimiento, la escritura de ficción la vivo como un juego, como un divertimento, congruente y con rigor, un viaje lúdico que me ocupa mucho tiempo de trabajo.
El éxito de ‘La memoria del agua’, tu anterior novela, ¿te ha permitido enfrentarte a esta novela con mayor tranquilidad?
La primera novela te hace perder la inocencia, la virginidad. En aquella ocasión fui la jugadora inexperta a la que le salieron todos los ases de golpe. Pero luego te das cuenta de que hay que tener una estrategia porque no todo es tan sencillo. Ahora he sentido una mayor responsabilidad y no porque quisiera emular el éxito de la anterior, sino porque yo tenía que demostrar que había aprendido cosas.
¿Entre Bollywood y Hollywood, México?
Sí, sin duda, México en aquellos años era el Hollywood hispano. Es curioso porque creo que hay pocos fenómenos artísticos tan cortos y tan intensos  en el tiempo. Quizá por eso en España no tengamos conocimiento de lo que sucedió allí. Aunque los mexicanos cifran la edad de oro de su cine desde 1938 hasta 1950, en realidad sus años dorados son los que corresponden a la II Guerra Mundial, el espacio de tiempo en que Hollywood quedó casi congelado, porque el material fílmico se utilizaba para la guerra y los trabajadores de los estudios engrosaron las filas del ejército americano. Muchos norteamericanos y gente del cine de otros países, entre ellos los españoles, se trasladaron allí.
¿Escribes sobre el cine porque no lo habías hecho hasta ahora o porque la historia te surgió así?
Escribo del cine porque me parece que la propia realidad es material de ficción. El simple hecho de que en un ambiente tan exótico y evocador como México se desarrollase una industria próspera, menudeasen los estudios y se rodasen películas a destajo ya resultaba muy atrayente. También he de confesar que, desde el punto de vista literario, el mundo del exilio me resultaba demasiado denso y escribir sobre el cine me permitía conocer a algunos españoles bajo otro prisma, ya que la mayoría de los personajes que llegaron a México no lo hicieron por cuestiones ideológicas sino portando su propia historia secreta bajo el brazo.
¿Cuál fue el disparador que te incitó a escribir ‘Que el tiempo nos encuentre’?
El disparador sin duda fue Miguel Morayta. Su historia me llegó a través de un valenciano, Josep Renau, autor de muchos carteles de cine que, para mi sorpresa y acostumbrada como estaba a los afiches norteamericanos rotulados en inglés, aparecían escritos en castellano. A partir de ahí indagué sobre Morayta. Identifiqué su trabajo, descubrí que estaba vivo y me tropecé con una serie de nombres españoles muy interesantes. Este determinismo del destino me gustó mucho y me animó a seguir adelante. En el caso de los ilustradores, como Renau o Vicente Petit, se trataba de artistas ideológicos pero también lúdicos. Habían pintado carteles de fiestas, como las fallas o los sanfermines, y grandes murales. El mundo del cine aglutinó muchos sentires artísticos que se habían desarrollado en España durante los años treinta y que, al acabar la guerra, se habían quedado sin horizonte. Todos ellos encontraron su válvula de escape en México y allí explotó su talento.
Esta es una novela de sentimientos, de colores y sabores, muy epitelial. Algunas páginas huelen a mango, vainilla, cilantro, canela, chiles… ¿querías transmitir ese mundo tan sensual al lector desde las primeras páginas?
Sí, sí, sin duda, todo eso constituye la tarjeta de presentación del libro. Desde la primera línea quería contarle al lector que México era un país muy evocador, sensual, una auténtica oda a los sentidos, que huele y sabe de forma exultante y que sus colores son muy especiales. Esos detalles son importantes porque cuando describes el entorno, los personajes lo viven todo mucho más intensamente. Por tanto, resultaba fundamental que el lector pudiera imaginarse aquellos escenarios tan exóticos y colarse en las casas coloniales donde vivían los grandes comerciantes españoles y sus mujeres, vestidos con sus trajes brillantes y almidonados.
En su papel de tierra de acogida, ¿cómo se comportó México con los refugiados españoles?
Excelentemente. Si dejamos la novela y nos centramos en la realidad, desde el punto de vista laboral hay que decir que a los españoles que procedían de la clase intelectual media alta, con buena formación, médicos, ingenieros, profesores universitarios, etcétera, les fue bien. En cambio, los obreros y las clases bajas, que también buscaron refugio, no se instalaron en la capital y trabajaron como mano de obra barata. La integración emocional, sin embargo, fue más dura y dependía de la maleta de olvido, dolor y nostalgia que acarreaba cada uno. El presidente mexicano Lázaro Cárdenas suscribió todas estas acogidas. Sabía que recibía talento y eso hacía mucha falta en la sociedad mexicana de entonces. México era un país con un índice de escolarización muy pequeño y los españoles sustentaron colegios y universidades. Tanto fue así que allí todavía nos llaman hermanos españoles, aunque por nuestra parte no existe reciprocidad alguna. Y eso a mí me da lástima.
En ‘Que el tiempo nos encuentre’ aparece la película ‘Carne de fieras’. En poco tiempo, dos escritores, Alfonso Domingo y ahora tú, habéis escrito sobre ella, ¿por qué os atrae tanto esta película?
Ignoraba ese dato. ‘Carne de fieras’ es una película rara avis porque se conserva muy poco del cine de la II República. Todas las circunstancias que la envuelven, si hubieran sido ideadas por un guionista, habrían resultado exageradas: comenzó a rodarse dos días antes de que estallase la Guerra Civil; el director era José María Estívalis, un cenetista valenciano; el productor, Arturo Carballo, dueño del Cine Doré, había querido producir siempre una película y precisamente tuvo que ser esta la primera; una de las protagonistas era francesa, Marlène Grey, y la otra, Tina de Jarque, tenía un pasado bastante especial; al término del rodaje empezaron a morir los que habían intervenido en ella; Grey aparecía desnuda en muchas escenas y engañaba a su marido, un argumento considerado normal durante la República, pero que en los años cuarenta hubiera obligado a la gente a confesarse inmediatamente después de haberla visto.
¿Has cargado mucho de nostalgia la novela?
No la he cargado mucho, lo que ocurre es que las cosas sucedieron así. Las historias de estos españoles están llenas de nostalgia. Tenían la sensación de haber triunfado lejos de su tierra y de que en su país no lo sabrían nunca porque no iban a regresar. Sin ir más lejos,  Manuel Fontanals, un decorador y escenógrafo de talla mundial, que introdujo en España el Art Decó, se encontraba preparando los decorados para ‘La zapatera prodigiosa’ de Federico García Lorca cuando se enteró de la muerte del poeta. Pensó que el siguiente iba a ser él y se marchó. Fontanals no llegó a México directamente, ya que se instaló en Argentina. Allí recibió una importantísima oferta económica para trasladarse a México donde, entre otras muchas cosas, decoró el bar del hotel Regis, el Café Ciro’s, con una barra circular tan grande que todavía conserva el récord Guinness. Luego se casó con una aristócrata y construyeron una casa espectacular en Coyoacán. En la única entrevista que concedió, señalaba que lo que le entristecía y le hacía llorar era que, cada vez que se estrenaba una película de Dolores del Río en España, borraban su nombre del reparto
La última por hoy: ¿dónde estás tú en el libro?
[Risas]. En esta novela estoy más presente que en la anterior. Los personajes femeninos tienen mucho de mí. Aurora, la protagonista, posee lo que se llama resiliencia, es decir, la capacidad de sobrepasar la adversidad, una capacidad que en algunos momentos de mi vida yo misma he tenido. También soy Edwina en medio de un mundo de hombres e incluso hay una reflexión mía sobre la maternidad.



SOBRE TERESA VIEJO

Teresa Viejo es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, donde también cursó estudios de Sociología. A lo largo de su carrera ha conducido toda suerte de programas en TVE, Antena 3, Canal 9 y la televisión autonómica de Castilla-La Mancha. Comunicadora habitual en la radio, fue la primera mujer encargada de dirigir un programa matinal (Radio España). Asumir la dirección de Interviú supuso para ella un cambio en su escenario profesional y fue un revulsivo en el panorama de los medios de comunicación al convertirse en la primera mujer al frente de una revista de información general. Colaboradora habitual en prensa escrita y radio, es autora de tres exitosos ensayos: ‘Hombres: modo de empleo’, ‘Pareja: ¿fecha de caducidad?’ y ‘Cómo ser mujer y trabajar con hombres’. ‘La memoria del agua’, su primera novela, tuvo una excelente acogida por el público y los críticos, fue traducida a varios idiomas y adaptada a una serie de televisión (TVE) con el mismo nombre. Desde 2001, Teresa Viejo ejerce como embajadora de Unicef en España.