«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 8 de junio de 2014

Juan Carlos Padilla, escritor: “Mi objetivo es hacer sentir al lector, incluso que llore si hace falta”

Florentino Elizaicin emigró para “hacer las Américas” en 1901. En la República Dominicana, a base de tesón y entusiasmo, logró crear una corporación siderúrgica, a la estela del recientemente descubierto acero inoxidable.  Allí se casa, nacen sus hijos, muere su esposa y desarrolla sus ideas sociales, realmente avanzadas para su época. Su segundo hijo desaparece un mal día y con él su alegría y su ilusión, que sólo logra reactivar por la esperanza de recuperarlo, en una eterna búsqueda que se complica a cada paso. Hombre sensible y curioso, Florentino posee un alto concepto de la amistad y por eso las traiciones le golpean con tanta saña. Con este argumento, Juan Carlos Padilla acaba de publicar su tercera novela titulada 'El siglo de los indomables', editada por Planeta, sobre la que anduvimos conversando durante un rato en la terraza de una cafetería, a espaldas de la Plaza de Toros de Valencia, mientras una discreta brisa urbana tamizaba el calor de la primavera valenciana.
Juan Carlos, el mundo se divide, o se dividía, en personas de ciencias y personas de letras. Creíamos que los de ciencias no sabían escribir pero tú, que eres médico, acabas de publicar ‘El siglo de los indomables’.
Si repasamos la historia, veremos que ha habido muchos médicos escritores como Marañón o Pío Baroja. La medicina, a la que me dedico, tiene un componente humanístico muy importante que, si lo olvidamos, fracasamos completamente en nuestra profesión. La escritura hay que clasificarla dentro de las artes humanísticas y es totalmente compatible con la medicina. Yo echaba mucho de menos poder expresar lo que surgía en mi interior, mis sueños y mis fantasías, y la literatura me permite hacerlo.
Con anterioridad ya tenías en el mercado dos novelas, ¿publicar ahora en Planeta qué ha significado para ti?
Publicar con Planeta es un sueño, un honor. Lola Gulias, mi representante, me fichó tras editarse mi novela titulada ‘La tercera profecía vaticana’. Cuando le envié ‘El siglo de los indomables’ me dijo que era un novelón, algo que en principio yo no entendí muy bien qué quería decir, si era bueno o malo, y me comentó que la iba a presentar a Planeta. Yo pensé que aquello no prosperaría, sin embargo en la editorial les gustó la novela, apostaron por ella y desde entonces vivo alucinado.
Y ¿por qué escribir una novela dentro del género histórico?
Tengo siete novelas escritas, tres de ellas publicadas, y escribo muchos cuentos. A mí la Historia me encanta. Obviamente no soy historiador, pero entendí que sería bonito dar un paseo por el siglo XX de la mano de unos personajes, un paseo en el que la Historia fuera un protagonista más. Así que ‘En el siglo de los indomables’ nos encontraremos con Nueva York, con Primo de Rivera, con Alfonso XIII, con los preparativos de la Guerra Civil, con la posguerra, con la Alemania nazi del año 1934 y todo lo veremos a través de los sufrimientos de los personajes que intervienen.
Como escritor, ¿tienes claro a donde quieres llegar en tus libros o te dejas llevar?
Las personas nos dividimos en alondras y búhos. Las alondras son las que se despiertan a las seis de la mañana y los búhos son aquellos cuya creatividad se activa a partir de las ocho de la tarde. Yo soy búho, me siento a escribir a las once de la noche y hasta que el cuerpo aguante porque el cerebro sí que resiste, pero el cuerpo a veces no. Escribo con una idea más o menos preconcebida pero no sé dónde voy a terminar. Hasta que no le puse el punto final a esta novela, yo ignoraba cómo iba a acabar. Si ahora me dijesen que el manuscrito se ha perdido y me pidieran reconstruirlo, podría hacerlo y respetaría las líneas maestras, pero el resultado sería algo completamente distinto.
Dale una razón al lector para que se acerque a ‘El siglo de los indomables’.
No busco que me crea nadie. Yo tengo una historia que contar y para ello he creado unos personajes ficticios mezclados con otros que sí existieron. Mi objetivo es hacer sentir al lector, incluso que llore si hace falta. En Alicante, la novela la va a presentar Maribel Verdú, con la que me une una buena amistad, y el otro día me telefoneó para decirme que había tenido que parar de leerla varias veces porque le había hecho llorar. He realizado un gran esfuerzo en el análisis psicológico de los personajes y un ajuste exhaustivo de la cronología para evitar discronías, una palabra por cierto que no existe en el diccionario. Las fechas son exactas y solo hago una excepción, como explico al final del libro, con la figura del aviador Louis Blériot, al que rindo un homenaje y al que hago morir en 1978 cuando realmente falleció en 1936.
Ese ajuste exhaustivo al que aludías, ¿no te resta creatividad o libertad a la hora de escribir la novela?
No, no, si yo escribo que Florentino miraba a su mujer y que había luna llena, tenía que haberla porque no puedo engañar al lector, que tiene todo el derecho del mundo a que el autor sea riguroso con lo que cuenta. Es una obligación que, como creador, me impongo a mí mismo.
Dedicas la novela a la gente que te quiere, pero algunos escritores dicen que cuando publican la novela ya no les pertenece.
Nunca pensé que esta novela saldría al mercado como lo ha hecho sino que lo haría a través de una editorial pequeña. Pero la escritura no es mi modo de vida, no la necesito para vivir. Lo hago exclusivamente porque me gusta, porque es la vía que tengo para expresar mi creatividad y porque me produce un auténtico placer solitario. Es un ejercicio íntimo, escribo cuentos para mí, ayer mismo acabé uno, y luego los encuaderno. Tengo varios tomos y algunos ni siquiera los conocen mis hijos. Si después alguien los lee, pues maravilloso, me encantará.
Florentino, el protagonista, tras el desastre del 98 decide emigrar. ¿La única salida que les quedaba a los españoles de entonces era esa? ¿Se enriquecieron muchos o pocos?
Triunfantes regresaron muy pocos, los únicos que lo consiguieron fueron los que llamaban indianos. En Asturias hay muchas mansiones de aire colonial, construidas en los años veinte, que pertenecían a individuos que venían de América y que con ellas demostraban que habían tenido éxito y se habían enriquecido. Pero fueron una especie escasa. Florentino se encuentra solo tras morir su padre y decide embarcarse hacia América para ayudar a su madre. Entonces era una salida lógica, aunque ahora nos parezca raro. Hay que tener presente que el desastre del 98 propició una situación moral muy decaída, España se derrumbó para convertirse en un país más, como también le ocurrió a Inglaterra. Este derrumbamiento propició la aparición de aquella famosa y pesimista generación de escritores.
Hablemos de escenarios. Hay dos fundamentales en la novela: Vilajoiosa y la República Dominicana. ¿Por qué los escogiste?
Villajoyosa es un pueblo alicantino que me ha dado la imagen exacta de la novela. Pretendía que el comienzo fuera pesimista, oscuro, y la imagen del remolcador que llega a puerto con la noticia de la muerte del padre de Florentino era perfecta. Además es un pueblo pequeño, pescador, donde todos se conocen y precisamente por eso, donde los vecinos atormentan a Encarna, su madre, diciéndole que su hijo no regresará jamás. A la República Dominicana la elegí porque era un lugar donde a principios del siglo XX no viajaban muchos emigrantes españoles, que preferían  Venezuela o Argentina. Era un país con una situación muy parecida a la de España de entonces, en el que había corrupción y donde los americanos hacían lo que querían. Puerto Plata, el lugar donde desembarca Florentino, se parecía bastante a Villajoiosa y lo consideré adecuado para los fines que perseguía.
Byron G. King, el amigo de Florentino, se convierte en capataz de sus trabajadores. Con este hecho rompe una imagen estereotipada de la ficción escrita y cinematográfica, porque es negro y no usa el látigo; es amable y comprensivo con sus hombres.
Florentino Elizaicin, que está basado en mi tatarabuelo, representa los valores de nobleza,  honradez y la justicia. Se hace amigo de un hombre negro al que en un momento importante de su vida protege y eso les cuesta a los dos ser despedidos de su trabajo. Byron le pregunta por qué ha actuado así y Florentino responde que el trabajo viene y va pero la dignidad, si se marcha, jamás vuelve. Este episodio es el que sella la amistad entre ambos y desde ese instante Byron acompañará a Florentino durante todo su progreso social. Este hecho, que ahora lo consideramos como cosa normal, en la República Dominicana del año 1910 era algo completamente desconocido, inaudito.
El ron, el ronsito, surge varias veces en el libro. ¿Tiene una significación especial esta bebida en la República Dominicana?
A lo largo del libro aparecen tres bebidas: el jerez, que para aquella época era algo parecido a la ambrosía; la mamajuana, que era lo que consumían los bebedores habituales de alcohol; y el ron, que se utilizaba  para celebrar algo.  Era una bebida de cortesía y de homenaje, a la vez que un elemento de relación social.
‘El siglo de los indomables’ contiene algunos guiños cinematográficos.
Sí, hay varios. Soy un escritor bastante barroco y me gusta mucho describir las escenas con todo detalle. Al mismo tiempo, mi escritura es muy cinematográfica, porque quiero que el lector pueda ver en su cerebro los decorados que diseño. En este sentido, quizá el guiño cinematográfico más destacado de la novela es una construcción en paralelo, en la que retrato dos escenas alternándolas sucesivamente, la de Florentino viajando en el Concorde y la de su hijo interpretando un concierto de piano. Es una técnica que aprendí tras ver ‘El Padrino II’. 
En la parte final incluyes un epílogo en el que explicas el destino de los personajes, ¿sentías la necesidad de desvelar esta circunstancia?
Sí, a mí me preocupaba mucho cerrar la novela, abrocharla. Como lector y espectador de cine hay una cosa que me gusta: que me expliquen lo que ocurrió con los personajes que intervienen en un libro o en una película. Yo quiero que el autor le dé al lector todos los cabos atados, que pueda conocer cuál fue el final de esos personajes con los que se ha encariñado mientras leía la novela. No quiero que se quede con la curiosidad insatisfecha.
Y para terminar: ¿dónde se esconde Juan Carlos Padilla en esta novela?
Es una pregunta que yo mismo me he hecho muchas veces. Florentino Elizaicin es el hombre que a mí me hubiera gustado ser, porque encarna unos valores que yo desearía tener. Por supuesto, comete errores, como todos, y al darse cuenta de que se ha equivocado, los asume. También hay retazos míos diluidos en otros personajes y en escenas de mi propia familia, que el lector no tiene por qué conocer.


SOBRE JUAN CARLOS PADILLA

Juan Carlos Padilla (Alicante, 1958) es médico neumólogo y director del Hospital Internacional Medimar de Alicante. Muy implicado en la divulgación, realiza colaboraciones en prensa y, desde hace más de ocho años, interviene en programas de radio y televisión. Ha sido galardonado en diferentes concursos literarios y, además de numerosos cuentos, es también autor de las novelas ‘El primer lunes de noviembre’ y ‘La tercera Profecía Vaticana’.