«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 1 de junio de 2014

Martí Gironell, periodista y escritor: “Para mí un libro es un gran medio de comunicación, una forma de contar cosas y hacerlas llegar a los lectores despertando su curiosidad”

‘El primer héroe’, la nueva novela escrita por Martí Gironell, editada por Ediciones B, describe la vida cotidiana de un poblado neolítico que existió en torno al año 5000 a. C. El protagonista, Ynatsé, es el escogido por los dioses para proteger a su pueblo y encontrar el remedio del mal que asola a su comunidad. Esta misión le obligará a viajar por diversos poblados europeos en busca de la solución, alcanzando lugares inimaginables en Francia, Inglaterra y Oriente Próximo. El mundo neolítico es un gran desconocido, por esto la literatura solo puede intentar recrearlo y mostrar, con documentación e imaginación, cómo eran las personas y sus relaciones, cómo era su entorno, el clima, el paisaje y los recursos con los que contaban. Estos son los pilares, nunca mejor dicho tratándose de la Prehistoria, en los que el escritor gerundense asienta el argumento de ‘El primer héroe’. No muchas veces, y ya llevo unos cuantos años en esto, he entrevistado a un autor tan entusiasmado con su obra, con su novela y con su trabajo de documentación e investigación.
Martí, ¿eres un investigador del pasado o un historiador frustrado, no en el sentido peyorativo del término, sino en el de una persona que descubre tarde su vocación?
Soy licenciado en filología inglesa y periodismo y a mí la Historia, como disciplina, no me decía nada. Sin embargo, siempre he tratado de fijarme en aquellos episodios que llaman mi atención, estudiarlos y explicarlos a mi manera. Creo que la definición más correcta sobre lo que yo hago sería la de periodista histórico, porque busco información escrita y hablo con personas especializadas para obtener un producto bien documentado y con el mayor rigor posible. ‘El primer héroe’ abarca un periodo largo, aunque cinco mil años no son nada, lejano y poco conocido y con la novela he pretendido además reivindicar un par de yacimientos catalanes que existen y explicar cómo vivía aquella gente.
¿El proceso de elaboración de ‘El primer héroe’ ha sido muy costoso?
He invertido más de seis años en esta obra y la he ido construyendo poco a poco, alternándola con otros proyectos. Nada más publicar ‘El puente de los judíos’ ya comencé a escribirla, pero como la tarea de recopilación era ardua, la cogía, la trabajaba, la dejaba, la volvía a coger, la volvía a dejar, y así hasta hoy. He tenido la fortuna de que el tiempo jugaba a mi favor, porque desde entonces se han producido nuevos descubrimientos que han enriquecido el texto.
¿Y cómo surgió la idea de escribir sobre tiempos prehistóricos?
Todo se desencadena a partir del descubrimiento, en el año 1991, del yacimiento prehistórico del lago de Banyoles. La prensa de hizo eco del hallazgo y comenzaron las tareas de reconstrucción de las cabañas enlazándolas con las cuevas de Serinyà, que no están muy lejos de allí. Ambos eran lugares por los que yo pasaba todos los días cuando iba a Girona o al instituto, me resultaban muy próximos y no me costaba nada imaginar cómo vivió aquella gente. Poco a poco fui pensando  que estaría bien escribir sobre este tema.
Pensaba que la idea te venía de pequeño, de las aventuras de Altamiro de la Cueva publicadas en el TBO (le muestro una historieta del personaje dibujado por Joan Bernet Toledano)
¡Ostras! [Risas] Es cierto, no me acordaba de él. No, no fue esta imagen la que me inspiró, ni tampoco la serie de televisión ‘Érase una vez el hombre’. La verdad es que el Neolítico, es una época muy documentada pero poco explicada a pesar de que está muy próxima a nosotros y que sus moradores se nos parecen mucho. Quizá por todo eso me entraron ganas de escribir sobre ellos.
A la hora de sentarte a escribir ‘El primer héroe’, ¿te interesaba más la peripecia narrativa o el afán divulgador de la época?
Para mí un libro es un gran medio de comunicación, una forma de contar cosas y hacerlas llegar a los lectores despertando su curiosidad. Creo que la peripecia rima bien con el afán divulgador y viceversa. Como escritor, te inventas la historia de un hombre del que dices que ha sido escogido por los dioses para llevar a cabo una empresa. Los seres humanos de entonces estaban muy comprometidos con la comunidad a la que pertenecían y ese el pretexto que da pie a explicar cómo se vivía hace cinco mil años. Al mismo tiempo aprovecho para reivindicar la palabra primitivo, dejando claro que es un término que no se refiere a gente que no sabía hacer nada sino todo lo contrario, ya que ellos fueron los que efectuaron los primeros descubrimientos tecnológicos y sentaron las bases de lo que ahora somos. Llamarles primitivos peyorativamente es casi un insulto porque ahora nosotros somos tan inútiles que necesitamos un gps para movernos y, en ocasiones, no sabemos ni utilizarlo.
Como escritor puedes hacer algo que está vetado a los historiadores: especular e inventar. ¿Qué porcentaje de ficción y realidad hay en la novela?
En este libro hay mucha más ficción que realidad, porque no puedo justificar todas las cosas que cuento. Sin embargo, creo que la narración es razonable y que está rigurosamente documentada. Podríamos decir que es una ficción muy real y sobre todo verosímil, que es lo que yo trataba de conseguir. Los arqueólogos e historiadores que me han facilitado información y me han asesorado comentan que lo que explico en la novela es más que factible. Y con esa afirmación me  siento más que satisfecho.
‘El primer héroe’ está narrada en tercera persona, ¿por qué?
La verdad es que a la hora de escribir no me hice demasiados planteamientos en este sentido. Supongo que me resultaba más fácil tomar distancia a través de la tercera persona que hacerlo a través de Ynatsé narrándola en primera.
Y Martí Gironell, ¿dónde se esconde en estas páginas?
Pienso que estoy repartido por todas partes, desde en el perro que huele la barriga de Aynires, cuando queda embarazada, hasta en el caballo Bram, en Ynatsé o en Baasi. Como autor se me encuentra más en el estilo que en la trama. Hay personas que afirman que me reconocen en lo que escribo, pero yo no lo tengo tan claro. La verdad es que creo que me implico en cualquier aspecto de la novela: soy un poco de todo.
El egiptólogo Howard Carter debió experimentar una sensación muy especial al ser el primer hombre blanco que metía sus narices en la tumba de Tuthankamón, ¿has sentido tú algo parecido al asomarte a la ventana del Neolítico?
No lo sé porque no me puedo imaginar la sensación que tuvo Carter. Ahora bien, sí que me he puesto en la piel de la gente que hacía cosas por primera vez y he podido comprobar que el ser humano actual ha perdido su capacidad de observación. Cuando a mi padre, que era carpintero, le daban un trozo de madera y le pedían que sacara un San José de su interior, él lo hacía sin demasiados problemas porque lo veía. Si ahora nos fijamos en la gente y observamos a nuestro alrededor, tal vez encontremos las herramientas necesarias para afrontar circunstancias adversas. Evidentemente, enfrentarse con algo la primera vez lleva consigo el riesgo de equivocarse, pero al mismo tiempo presenta la satisfacción de ser el primero que lo hace. Ese precedente que tú estableces, los que vengan detrás lo desarrollarán y perfeccionarán o bien dirán que no les sirve para nada y lo dejarán estar.
¿Te ha resultado sencillo deducir cómo pensaban los pobladores del Neolítico?
Ciertamente yo no sé si pensaban como yo digo en la novela, pero si analizas un poco y estudias sus reacciones en otras situaciones similares, enseguida te das cuenta de cómo debieron hacerlo y de si fueron por aquí o por allá. Se trata de echarle un poco de imaginación.
En la escuela nos enseñaron que el hombre cazaba y la mujer cuidaba niños y preparaba la comida, ¿esos roles estereotipados eran los ciertos?
Creo que es bueno romper falsas imágenes que nos han metido en la cabeza, no solo en las escuelas sino también en el cine. Por lo que he visto y estudiado, y gracias a las pinturas encontradas en las cuevas valencianas de Bicorp en la comarca de La Canal de Navarrés, se puede afirmar que todos hacían de todo y que las mujeres desarrollaban más trabajo que los hombres: cuidaban a los niños y enfermos, recolectaban la miel, trabajaban en el campo, preparaban la cerámica, curtían las pieles, ayudaban a construir armas y también participaban en las cacerías. En este sentido, probablemente no se limitaban a espantar a los animales para que los hombres los cazasen, sino que también llegaron a utilizar las armas, al menos eso indican las pinturas de Bicorp. Los hombres, además de en las cacerías, también colaboraban en las tareas agrícolas.
Ynatsé, el protagonista, emprende un viaje vital para la supervivencia de su comunidad, ¿el viaje era la forma de adquirir nuevos conocimientos y transmitirlos?
El viaje le permitía conocer otras colectividades y ver el grado de desarrollo y organización social que habían alcanzado. Ynatsé encontró lugares donde había ya carros tirados por ruedas, ciudades que comenzaban a amurallarse para mejorar sus defensas o poblados que ya desarrollaban una incipiente escritura cuneiforme. A medida que se aproximaba más al Oriente Próximo, los grupos estaban más avanzados y sus sociedades eran más sofisticadas. Ese es el retrato que la ingente documentación que he manejado me ha permitido dibujar.
¿Pero los pobladores de estas colectividades realmente viajaban?
Sí, estos pueblos eran de naturaleza nómada y viajaban. Los viajes se efectuaban de forma individual, aunque también en grupos de dos o tres personas, lo cual permitía afrontar mejor los peligros que les acechaban pero, al mismo tiempo, los posibles accidentes que sufrieran podrían retrasarlos en su periplo. Querer conocer es sinónimo de viaje y de aprendizaje. Si una persona, a su regreso, comenta con los demás lo que ha visto y aprendido, significa que ha traído la mochila llena de nuevos conocimientos. A los dioses se les rendía culto, pero el hombre ya era el centro del universo, como lo demuestran las estatuas de seres humanos de este periodo encontradas, y se había dado cuenta de que la única forma de progresar era desarrollarse por sí mismo.
En alguna entrevista te he escuchado decir que muchos hombres neolíticos morían por estrés.
Sí, es verdad. El viaje presentaba riesgos y suponía miedos. Las tensiones que sufrían estas personas cuando abandonaban su entorno, su territorio y su pueblo, sin saber muy bien qué iban a encontrarse, les producía una gran desazón, que frecuentemente les conducía a la muerte. Precisamente para evitar estas muertes comenzó a desarrollarse la medicina. En el Neolítico se practicaron las primeras trepanaciones.
Y la última por hoy: ¿trabajas ya en algún nuevo proyecto?
Esta es una pregunta muy difícil de contestar para mí. En mi mesa hay una carpeta, que le llamo ‘Ideas’, que contiene cantidad de cosas y no sé por dónde tiraré. Hay tres proyectos avanzados, que van creciendo poco a poco, pero no tengo nada claro. Dos son de género histórico y el otro no. Hasta que no acabe la promoción de ‘El primer héroe’ no me decidiré. En la editorial les gustaría que esta novela tuviera una segunda parte o que se convirtiera en una saga, pero en principio no contemplo esa posibilidad.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 02/06/2014

SOBRE MARTÍ GIRONELL

Martí Gironell i Gamero (Besalú, 1971) es licenciado en periodismo y en literatura inglesa. Actualmente trabaja en el servicio de informativos de TV3 y colabora en el periódico El Punt Avui. Entre sus libros publicados destaca 'El puente de los judíos' (2007) del que vendió más de cien mil ejemplares y fue traducido a varios idiomas. Su siguiente novela, 'La venganza del bandolero', ganó el premio Néstor Luján de Novela Histórica en 2008. 'El arqueólogo' (2011) y 'El último abad' (2012) lo confirman como un reconocido autor de la novela del género histórico de nuestro país.