«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 17 de marzo de 2015

‘El almirante Mediohombre’ de Francisco de Artacho. Reivindicación de la figura de Blas de Lezo y Olavarrieta a través de la novela histórica.

Fue Arturo Pérez-Reverte quien, en un artículo publicado el 23 de agosto de 2010, ponía en circulación el nombre de un marino vasco, Blas de Lezo y Olavarrieta, nacido el 3 de febrero de 1689 en Pasaia (Euskadi), que había infligido a la armada británica una de sus mayores derrotas de todos los tiempos, al rechazar su ataque al bastión de Cartagena de Indias, núcleo indispensable para la protección de los dominios españoles en Hispanoamérica. De Lezo se enfrentó a casi cuarenta mil ingleses con apenas mil soldados, seiscientos indios, armados con arcos y flechas, trescientos milicianos adiestrados en pocos días y un puñado de negros libres. Tras bombardear intensamente todos los fortines y defensas del enclave durante tres meses, el 20 de mayo de 1741, los barcos ingleses, comandados por el almirante Vernon, plegaron los bártulos que les quedaban, bastante maltrechos por cierto, y se volvieron, derrotados,  por donde habían llegado. En las playas de Cartagena y en el campo de batalla dejaban nueve mil soldados, mudos testigos de tan infausta debacle, muertos por la metralla y la epidemia del vómito negro, que afectó a las huestes de la Union Jack. Hasta tal punto escoció la derrota, que el monarca inglés Jorge II prohibió bajo pena de prisión que se divulgara dicho enfrentamiento naval, que ahora parece adquirir nuevo protagonismo.

Precisamente, el escritor sevillano Francisco de Artacho acaba de publicar ‘El almirante Mediohombre’, editado por Algaida, una novela histórica centrada en el heroico Blas de Lezo y en el episodio cartagenero. El texto repasa su vida y por él nos enteramos de que Don Blas recibió educación e instrucción militar en Francia, participando en la Guerra de Sucesión a la Corona Española dentro del bando borbónico, es decir, el del futuro Felipe V, aspirante francés al trono. Entre otros combates, el 11 de septiembre de 1711 tomó parte en el bombardeo de la ciudad de Barcelona, donde fue herido de mosquete en un brazo, lo que conllevó la amputación de dicho miembro. Con anterioridad, en las batallas de Vélez Málaga y Tolón había perdido una pierna y un ojo, respectivamente. De ahí arranca el sobrenombre que forma parte del título del libro, Mediohombre, aunque también se le conocía como Pata de Palo, ya que un carpintero le construyó media pierna de madera con la que valerse en su vida civil y castrense. A pesar de todo, estos constantes contratiempos físicos no le privaron de desempeñar en plenitud de facultades su profesión, permaneciendo siempre en primera línea durante los combates librados por sus tropas y consagrando toda la vida a sus soldados, ya que como el mismo Don Blas afirma al final de la novela “me aparté de todo lo que fuera cortesano para estar junto a mis hombres y eso me ha dado más satisfacciones que ningún puesto de gobierno por muy alto que fuese”.

El almirante Blas de Lezo y Olavarrieta (Colección condesa Revilla-Gigedo)
No es cuestión de enumerar aquí las hazañas, múltiples y siempre en inferioridad de condiciones, de Pata de Palo, pero lo cierto es que su vida podría considerarse como una sucesión de aventuras, una de esas novelas de piratas, corsarios y marinas reales que leíamos de jóvenes. Y creo que así, acertadamente y para hacer más amena la historia, ha enfocado su obra Francisco de Artacho, quien se vale de un personaje ficticio, Martín de Sepúlveda, al que convierte en amigo íntimo de De Lezo. Gracias a sus conversaciones y vivencias descubrimos cómo era el almirante, cómo se comportaba en los momentos críticos, las tensiones que sostuvo con el virrey Sebastián de Eslava, su visión de estratega y sus temores como ser humano. Para dar mayor verosimilitud y “cuerpo real” a Sepúlveda, De Artacho le crea un enemigo, Diego de Zúñiga, hijo de un destacado aristócrata sevillano, con el que mantendrá disputas hasta muy avanzado el texto. En este sentido, en algunos momentos la narración se centra demasiado en la figura de Martín, lo que le dota de una innegable fuerza dinámica, pero a costa de restarle protagonismo a Don Blas de Lezo y Olavarrieta.

Almirante Edward Vernon pintado por Phillips (Museo Nacional Marítimo de Greenwich)
Narrada en tercera persona, en algunos pasajes, a Fernando de Artacho se le nota la mano de avezado historiador y ensayista, acostumbrado al dato exacto y preciso, ya que profundiza minuciosamente en determinados aspectos sociales y militares y en introducciones históricas más propias de manual al uso que de obra de ficción. Ello distrae momentáneamente la atención del lector, pero este pequeño pecado se trueca en absolución a partir del asedio de Cartagena de Indias por parte de la flota de Vernon. Este episodio centra la parte de mayor calado del libro y ocupa prácticamente el cincuenta por ciento de su contenido. El autor sevillano describe cada momento al detalle y como espectadores privilegiados observamos el desarrollo de todas y cada una de las operaciones militares de uno y otro bando, al tiempo que asistimos al planteamiento de las estrategias de ambos almirantes, así como a la muerte del propio Blas de Lezo, acaecida unos meses después de levantado el sitio de Cartagena, a consecuencia de unas heridas mal curadas y de su rechazo a una intervención clínica más consistente por parte de los galenos.

Concluyo este comentario con una cita de la contraportada de la novela. Dice así: “Fernando de Artacho ha querido conjurar esa maldición de Jorge II que, más de dos siglos y medio después, parece perseguir en su propio país a Blas de Lezo, cuya figura resulta casi desconocida para la mayor parte de los españoles”. Si tal era el objetivo al escribir ‘El almirante Mediohombre’, sin duda su cometido ha estado al nivel requerido para lograrlo.



‘El almirante Mediohombre’ de Fernando de Artacho. Editorial Algaida, marzo 2015. Tapa blanda, 411 páginas. Precio 18.00 euros.