«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 30 de mayo de 2015

Jordi Llobregat, escritor: “Mis personajes son lo más humanos posible, pero me gusta exagerar sus rasgos”

Barcelona, mayo de 1888. A pocos días de inaugurarse la primera Exposición Universal del país, aparecen los cuerpos horriblemente mutilados de varias muchachas. Sus heridas recuerdan a una antigua maldición de la ciudad largo tiempo olvidada. Daniel Amat, joven profesor residente en Oxford, recibe la noticia de que su padre ha muerto en extrañas circunstancias, lo que le obliga a volver a Barcelona después de años de ausencia. A partir de ese momento, se verá envuelto en la persecución de un despiadado asesino mientras se enfrenta a las consecuencias de su propio pasado. En la persecución le acompañarán Bernat Fleixa, un reportero del ‘Correo de Barcelona’ obsesionado en conseguir noticias de primera plana, y el enigmático estudiante de medicina Pau Gilbert. Estas líneas argumentales, que se prometen seductoras y atractivas para los amantes de los thrillers, han provocado que ‘El secreto de Vesalio’, ópera prima de Jordi Llobregat editada por Destino, haya vendido sus derechos en quince países antes de ver la luz en el mercado español. Toda una aparente operación de marketing y una gran responsabilidad para un autor debutante. “Lo que abruma realmente – dice Llobregat- es que no existe ninguna operación de marketing detrás y cuando te despiertas de la sorpresa inicial, te das cuenta de lo que puede significar eso”.



Jordi Llobregat pertenece al colectivo de escritores denominado El cuaderno rojo. Comenzó a escribir la novela sin pensar en su publicación, aunque en el fondo lo estuviera deseando. “Los que escribimos en comandita lo hacemos sin tener ninguna seguridad de ser publicados, es un lastre que llevamos encima. Incluso los escritores muy sólidos no tienen la garantía absoluta de conseguirlo. Que no te publiquen es lo normal, pero si lo hacen es el gran premio”.

LA CIUDAD DE BARCELONA

Barcelona es una ciudad tremendamente literaria. Lo sabe todo el mundo. Muchos escritores la incluyen en sus novelas. No hace falta citar nombres, Llobregat, también. “De pequeño mis padres me llevaban a Barcelona para ver a la familia de mi madre, sin embargo, entonces no significaba nada para mí. Después de su muerte la visité de nuevo y me sorprendí al percibir unos olores y unos acentos en el habla que me la recordaban, que me la devolvían. En ese instante me enamoré de la ciudad. De todo esto, lo que más me satisface es que la novela está ya en las librerías, publicada. Solo me falta que mi madre hubiera podido verlo”.  Son tantas las apariciones de la Ciudad Condal en la literatura que, al final, el lector no sabe si se enfrenta a una Barcelona real o inventada. La que nos presenta en ‘El secreto de Vesalio’ tiene mucha niebla, algo muy londinense e inquietante. “Sí, es cierto, hay mucha niebla pero tenemos que recordar que Barcelona estaba llena de fábricas y en muchos barrios es muy posible que existiera el famoso smog londinense. Era una ciudad que todavía no disponía de luz eléctrica, alumbrada por farolas de gas”. Tampoco parecía una urbe muy segura. En uno de los pasajes, un cochero se niega a entrar en cierto barrio conduciendo su coche de caballos. “De noche, la gente permanecía en casa porque sabía que podía morir. Barcelona era insegura entonces. Había cuatro serenos, que no trabajaban en las zonas conflictivas, y poco más. La vida humana valía muy poco. Ahora llevamos una existencia completa de casi veinte horas al día y no lo notamos, pero en aquella época se apañaban con la luz solar”. Además de la niebla, aún guarda otras similitudes con el Londres de 1888: los asesinatos en serie que aparecen en ‘El secreto de Vesalio’ recuerdan a los de Jack el Destripador. “Fue una casualidad, lo descubrí mientras escribía, porque a mí lo que me importaba de 1888 era que se trataba del año de la inauguración de la Exposición Universal. Así que añadí un guiño, justo en la escena en que el inspector Sánchez interroga a Daniel Amat”.

ANDRÉS VESALIO O ANDREAS VESALIUS

El primer flash para escribir una novela siempre es un detalle importante o, al menos, curioso. “Soy una persona muy visual. Una imagen puede generarme una idea enseguida. En este caso, el disparador del libro fue una imagen del teatro del Instituto Anatómico Forense de Barcelona, en cuyo centro hay una mesa de mármol para diseccionar, una especie de cuenco con una cañería de acero en el medio que sirve de desagüe. Su visión, junto con la de unos incensarios que había allí, me impresionó mucho, especialmente por la frialdad del mármol. Nosotros vivimos en un mundo muy aséptico, alejado de ese ambiente que huele a muerte. Eso hizo que me interesara por el mundo de la medicina”. Al introducirse en el ambiente médico de finales del siglo XIX, Jordi Llobregat tropezó con Vesalio, un anatomista belga, que actuó como el disparador definitivo de esta novela. “Vesalio fue un personaje muy arrogante, valiente, que se enfrentó a su época para dar inicio a la anatomía moderna. Los personajes del libro tienen algo suyo, porque al final se encaran con el conflicto de frente, abiertamente, huyendo de situaciones estables y cómodas”. La vida que llevó el anatomista belga no resultó fácil, ni mucho menos.  “De Vesalio se cuenta que practicó una autopsia a una persona que todavía estaba viva y eso le creó problemas. Felipe II le conmutó la pena de muerte a cambio de que peregrinase a Tierra Santa, en cuyo viaje de regreso falleció. Espoleado por su leyenda que, esparcida por enemigos, perduró hasta 1945, me puse a escribir”.

LOS PERSONAJES

En muchas novelas policiacas o thrillers los personajes son buenos o malos, sin matices. Pero al leer ‘El secreto de Vesalio’, el lector comienza a creer que todos  esconden algo. “Creo que todo el mundo guarda secretos, incluidos nosotros mismos, y eso les ocurre también a los protagonistas. Algunos incluso no saben que los guardan, pero otros sí y eso les atormenta. Me interesa que mis personajes sean lo más humanos posible, aunque trato de exagerarles sus rasgos. Bernat, por ejemplo, es un periodista no muy limpio, pero que en un momento determinado tiene un punto humano. Incluso algunos “malos” tienen motivaciones profundamente humanas para obrar como lo hacen. Todos esos factores enriquecen mucho a los personajes”. El inspector Sánchez es un tipo especialmente cruel y egoísta y no demasiado listo en el fondo. Es curioso que en las novelas policiacas, cuando el investigador no es policía, las fuerzas del orden se convierten más en un estorbo que en otra cosa. “Me importa mucho que los investigadores no sean profesionales, que sean personas que se dedican a cualquier otra actividad menos a esa. Y me gusta también que la gente se una para conseguir algo. Hay muchos detectives trabajando y no me gusta que aparezcan en mis libros. Sobre Sánchez, he de reconocer que es un tipo muy malo y que me ensañado mucho con él”.

DOCUMENTACIÓN Y ESTRUCTURA

En ‘El secreto de Vesalio’ se utiliza terminología médica, mucha de ella escrita en latín, un territorio complicado de manejar si el escritor no se empapa de suficientes conocimientos. “Todo lo que he utilizado en este sentido procede de mis propias averiguaciones y de la supervisión posterior de un médico amigo mío, que me indicó tres o cuatro aspectos que corregir. Lo que sí me resultó muy interesante es asistir a los avances que se produjeron en el campo de la cirugía y la ciencia forense a finales del siglo XIX. Y todo lo que cuento, aunque pueda parecer poco creíble, es cierto”. Los médicos que gobiernan la salud de la Barcelona de 1888 se comportan como dioses y gozan de un status de privilegio. “Me imagino que hoy eso ha evolucionado, pero es cierto que entonces el mero acceso a los estudios de medicina ya constituía una barrera muy difícil de superar. En Barcelona hubo gente que hizo estudios higienistas, como el padre del protagonista Daniel Amat, que se acercó a las clases más desfavorecidas para atenderlas. Desde ese punto de vista creo que habría de todo: médicos clasistas, los más, y médicos no clasistas, los menos. Muchos se comportaban como dioses porque creían serlo, no en vano poseían el don de salvar la vida”. La novela, que cuenta con ochenta capítulos, está subdividida en varios bloques, cada uno de ellos encabezado por una letra mayúscula y un comentario o aclaración. “Esas notas que introduzco obedecen a que, aunque la estructura de la novela es seguida, sin saltos temporales, detecté bloques temáticos y me parecía interesante resaltarlos. Por otro lado, la acción poco a poco se iba acercando a la fecha de la inauguración de la Exposición Universal y me pareció que esas frases acentuaban la tensión”. Según ha confesado en alguna ocasión el propio Jordi Llobregat, su vocación de escritor ha permanecido larvada durante muchos años hasta que, por fin, ha aflorado en ‘El secreto de Vesalio con voluntad de permanencia. “Mi idea es perseverar en este oficio y consolidar una carrera como escritor, si es posible. De hecho ya estoy trabajando en un proyecto nuevo”.

Después de todo esto, al lector ya no lo que queda sino comenzar el libro, cuyas primeras palabras, las primeras palabras publicadas en una novela por Jordi Llobregat, dicen así: “1888. Barcelona. Port Vell. Cerca del muelle de Lazareto. Tras escudriñar las sombras por tercera vez, el viejo maldijo entre dientes. El silencio le rodeaba, un silencio tan solo roto por el golpeteo del agua…”


SOBRE JORDI LLOBREGAT

Jordi Llobregat (Valencia, 1971) es un apasionado de la historia y la evolución de las ciudades. Desde hace años mantiene un vínculo especial con Barcelona, cuna de su familia materna. Actualmente, compagina la escritura con su trabajo al frente de una empresa dedicada a la realización de proyectos de competitividad territorial y desarrollo local. Es cocreador y director del festival de novela Valencia Negra. Ha participado en varias antologías de relatos y pertenece al grupo literario El Cuaderno Rojo.

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