«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 25 de junio de 2015

Sandra Barneda, periodista y escritora: “Cuanto más te quieres, más estimulas el amor hacia el otro”

Un nutrido grupo de lectores aguardaba a Sandra Barneda a las puertas de un conocido centro comercial de Valencia, para departir unos instantes con ella y llevarse cualquiera de sus libros firmados, especialmente el último de ellos, ‘La tierra de las mujeres’, editado por Suma de Letras, en el que la escritora barcelonesa nos habla de Gala Marlborough, una mujer que vive con sus hijas Kate y Adele y que viaja a un pequeño pueblo del Ampurdán para cobrar la herencia de un familiar desconocido y regresar después a Nueva York. Sin embargo, esta visita sacará a la superficie un puñado de mentiras y secretos olvidados que hará cambiar su actitud.



Sandra, después de publicar tu primera novela, ¿tenías claros los conceptos que ibas a manejar en ‘La tierra de las mujeres’?
Sí, desde el principio sabía que quería escribir una tetralogía basada en los cuatro elementos de la vida: aire, tierra, agua y fuego. Si ‘Reír al viento’ era una locura, un viaje tangencial en el que la protagonista se perdía para encontrarse, en ‘La tierra de las mujeres’ el viaje se dirige a las raíces, a la familia, a esas mochilas que cargamos y que, quizá, no son nuestras. Esta novela es un homenaje a las abuelas, que son las grandes valedoras de la tierra en sí mismas.
Estos viajes son transformadores porque las protagonistas ignoran a dónde les van a conducir.
En efecto, son viajes en los que a las protagonistas les sucede algo que les cambia. Para mí la vida es una continua transformación más o menos consciente y estas cuatro historias son como pequeñas crisis que te indican que has de modificar algo en tu camino.
Hablabas antes de las abuelas, por su propia naturaleza las abuelas se insertan siempre en tiempos modernos, ¿la modernidad es respetuosa con ellas?
Bueno, el intento de la modernidad por devorar todo lo antiguo siempre ha estado presente, al menos desde que yo nací en 1975. Entonces no había internet, ni video, ni móviles. En estos años se ha producido la vorágine de que lo moderno es lo in y que lo demás es caduco. Esta dicotomía hace que exista gente que puede vivir con ello y gente que desecha lo antiguo y se queda con lo moderno. Yo creo en la convivencia, no sé porqué hay que cargárselo todo, en especial aquello que perdura justo porque está bien. Lo moderno y lo antiguo han de convertirse en un baluarte para nuestras propias tradiciones y ancestros. No podemos olvidar todo lo que los antiguos hicieron para que pudiera llegar esta modernidad.
Continuamos con esta dicotomía, ¿resulta simplista pensar que lo moderno habita determinados barrios de las grandes ciudades y que lo antiguo se encaja en las zonas rurales?
Creo que sí, precisamente en ‘La tierra de las mujeres’, las abuelas, la gente mayor, se afirma que son más abiertas de mente que sus hijos, que están más presos del convencionalismo mental. De hecho, los jóvenes hablan con sus abuelas porque conectan más y mejor con ellas que con sus padres. De todos modos es una cuestión que depende de una misma.
Tras el éxito alcanzado con la primera novela, ¿publicar la segunda producía una cierta sensación de vértigo?
Fíjate, mi editor al leer esta segunda novela me dijo que era el libro que yo siempre había querido escribir y lo cierto es que no me entró vértigo, ni me bloqueé mientras lo escribía. Tenía claro que algún día escribiría sobre abuelas y abuelos, que son seres maltratados por la sociedad y con los que a mí me gusta hablar. Sin embargo, al acabarla sí que experimenté una cierta sensación de vacío.
En tu caso, ¿la literatura tiene algo de terapéutico, de huida o de refugio ante el reconocimiento y la presión que proporciona la televisión?
Escribir es algo totalmente terapéutico para mí. Me aleja, me permite construir mi mundo ideal y mostrar cómo me gustaría que nos viéramos todos. Mis personajes son muy humanos, tienen su lado claro y su lado oscuro, lo que les convierte en seres interesantes, a pesar de que poseen una mirada de la vida muy inocente y llena de ilusión hacia el mundo, quizá un poco naíf en el fondo.
Tu anterior novela la narraste en primera persona, ¿por qué has escogido la tercera  para ‘La tierra de las mujeres’?
Soy una persona de retos. Para ‘Reír al viento’, la primera persona me resultaba más cómoda, porque la tercera requiere una complejidad y una riqueza mayores y precisamente ahora me apetecía afrontar este reto. También en esta novela hay muchos más personajes que en la anterior. En la próxima, la que se refiere al elemento agua, el desafío será trasladarme a otra época.
‘La tierra de las mujeres’ habla de un viaje físico, ¿es también un viaje interior?
Sí, me gusta que los lectores viajen también hacia el juego que les propongo en el libro. De adolescente me atrapaban mucho aquellas novelas que ofrecían varios finales para que tú eligieras uno, algo que me parecía un trabajo literario enorme. Esas lecturas te permitían participar en ellas y te convertían en el protagonista del viaje que planteaba el libro.
El escritor Jordi Llobregat decía el otro día que nunca había sentido atracción por Barcelona hasta que, una vez muerta su madre, la visitó de nuevo y entonces la ciudad se la devolvió a través de los olores y las palabras, ¿le ocurre algo parecido a Gala en La Muga?
Gala se reconcilia sobre todo con una parte que desconoce, que es la tierra de su padre, que murió cuando ella tenía cinco años y no recuerda. Ella se reencuentra, se reconoce un poco más a través de esa tierra, porque procede de una familia privilegiada, anclada en la tradición, en el clasismo y en la importancia de aparentar. Como mujer se ha criado así y cría a sus hijas de igual manera, con esos barrotes, ignorando si son barrotes aprendidos o desconocidos para ella. En su interior se libra una lucha complicada para cualquier persona.
¿El concepto de familia se ha diluido mucho actualmente?
Nos digan lo que nos digan, creo que la familia no se ha perdido. Hay cosas que llevamos muy dentro de nosotros y el cordón umbilical, aunque lo cortemos, continúa ahí. La familia que tú tienes, como la que adoptas a lo largo de la vida, que son tus grandes amigos, pesan mucho y son muy importantes. Por muy modernos que seamos, somos tribu también.
La última por esta vez: ¿con el amor nos ocurre todo lo contrario que con la familia, que nos viene impuesta al nacer? ¿Lo elegimos nosotros?
Quiero creer que elegimos a las personas no en beneficio inmediato, que enseguida lo obtenemos, sino para un beneficio más longevo. A lo largo del tiempo encuentras personas, vives historias de amor y descubres por qué surge cada una de ellas en un momento determinado, hasta que tropiezas con alguien para recorrer el camino definitivo. Hay quienes solo necesitan una persona, gente afortunada, y otras que precisan caminar junto a varias. Si te quieres poco en tu deambular tropiezas con muchos cazurros y cazurras, pero si te quieres mucho el estereotipo que buscas cambia. Cuanto más te quieres más estimulas el amor hacia el otro. Si no te quieres, amas a cualquiera y a cualquier precio.

Herme Cerezo

SOBRE SANDRA BARNEDA

Sandra Barneda (Barcelona, 1975) es periodista, presentadora de televisión y escritora. Licenciada en periodismo, ha trabajado en Catalunya Ràdio, COM Ràdio, RNE4 Catalunya, TVE Catalunya, Antena 3, Telemadrid, 8TV, La 2 y Telecinco; es también productora ejecutiva de Desalmados Producciones, S.L.  y ha colaborado con artículos en Smoda de El País, El Periódico de Catalunya, Elle y Zero. Viajera incondicional, ha vivido en Los Ángeles y Nueva York. Actualmente es la presentadora del programa ‘Un tiempo nuevo’. Como escritora ha publicado dos novelas: ‘Reír al viento’ y ‘La tierra de las mujeres’, así como el libro ‘Cómo construir una superheroína’.

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