«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 3 de noviembre de 2015

Enrique Rubio, empresario: ‘Mi mamá me mima’ es una invitación para visitar la nostalgia.

Muchos de los que ya peinamos más canas que pelo, aprendimos a escribir, sumar, restar,  multiplicar, dividir e incluso dibujar, gracias a unos cuadernos que, mediante sus sencillos ejercicios, nos introdujeron poco a poco, sin ruido, en el mundo de los números y las letras. Los ejercicios, claro, los hacíamos en clase y también en casa, acompañados de un bocata de pan y chocolate o con mantequilla de tres sabores, que entonces se puso de moda. Seguramente, los más avispados o de mejor memoria adivinaron ya que hablo de los Cuadernos Rubio. Unos eran verdes, los que ejercitaban la caligrafía, y otros amarillos, los que afilaban la mente mediante cuentas y problemas matemáticos. Unos y otros se imprimían en Beniparrell, pueblo cercano a Valencia, y los editaba una empresa que tenía su sede en el número 16 de la calle Pedro III el Grande de la capital del Túria.




RAMÓN RUBIO SILVESTRE, UN APASIONADO DE LA ENSEÑANZA

Detrás de estas direcciones, se escondía la mente inquieta de Ramón Rubio Silvestre (Tarragona, 1924-Valencia 2001), un empleado del Banco de Aragón, que simultaneaba su quehacer bancario con la enseñanza en la Academia Rubio de la calle Taquígrafo Martí también de Valencia. Todo quedaba en casa. Por supuesto, ninguno  imaginaba que el señor Rubio, al que probablemente muchos creíamos un seudónimo, vivía muy próximo a nosotros, en nuestra misma ciudad.
«Mi padre era un apasionado de la docencia, lo llevaba en la sangre y conseguía que a la gente le resultase ameno algo tan aburrido como la contabilidad. Inventaba problemas y trabalenguas que utilizaba en clase. En un momento dado y para economizar tiempo, concibió un sistema de fichas que entregaba a sus alumnos para que adelantasen el trabajo en casa, mientras él explicaba nuevos conceptos en el aula». Quien así habla es Enrique Rubio (Valencia, 1959), el mayor de los tres hijos de Ramón, la persona que actualmente dirige  Cuadernos Rubio.
Pero los inicios fueron duros. Además del banco y de la academia, Ramón Rubio se ocupaba de dar a conocer su propio producto. «En verano hacíamos viajes para promocionar los cuadernos. Iba toda la familia. Mi madre y nosotros nos quedábamos en un hotel y mi padre se marchaba a venderlos. Solo visitaba los colegios religiosos, que eran los únicos que permanecían abiertos en julio y agosto, ya que los curas vivían allí todo el año». Viajaba por España entera, pero pronto se dio cuenta de que no podía llegar a todas partes, así que «contrató a una persona como comercial. Este hombre consiguió colocar el material en muchos centros, pero de repente desapareció y le dejó colgado con una deuda de doscientas mil pesetas de entonces, que era mucho dinero. Sin embargo, como en la contraportada de los cuadernos figuraba la dirección de la empresa, a mi padre comenzaron a lloverle los pedidos y las ventas se dispararon. Tanto fue así, que estuvo buscando al viajante para darle las gracias por su trabajo, pero no consiguió localizarlo».

EL MÉTODO RUBIO

Ahora todo el mundo conoce el Método Rubio de aprendizaje de escritura y cálculo, pero uno se pregunta si es que antiguamente estas disciplinas se enseñaban con tiza, pizarra, buena letra y mejor voluntad, sin más herramientas auxiliares. Enrique lo aclara fácilmente: «No, antes ya había cuadernos similares de otras editoriales, lo que ocurrió es que mi padre consiguió popularizar su uso, introducirlos en el sistema educativo español y convertirlos en los más famosos. En los años ochenta llegamos a vender diez millones de ejemplares anuales». A lo largo de toda su historia, se han vendido unos trescientos millones de ejemplares aproximadamente  y, a fecha de hoy, la producción anual se cifra en cuatro millones. «Él éxito de nuestra empresa que, en contra de lo que muchos puedan pensar, es muy pequeña, radica en que vendemos muy barato. Ganamos dinero por el número de ventas, no porque el beneficio sea elevado».

LA CALIGRAFÍA Y LA CONTABILIDAD

Con la implantación de las nuevas tecnologías en las técnicas de estudio, probablemente no apreciamos suficientemente la importancia que tenía la caligrafía hace unos años. «Hay que situarse en la década de los cincuenta y sesenta. Los apuntes en los libros contables habían de quedar perfectos, escritos con letra redondilla y para alcanzar esa calidad hacía falta seguir el método. Por otro lado, la letra era como la tarjeta de presentación de una persona cuando escribía una carta solicitando empleo o para dirigirse a un cliente». A menudo hemos asociado los Cuadernos Rubio al bolígrafo BIC, naranja o cristal, sin embargo esta conexión no es del todo correcta. «El bolígrafo BIC vino después. Los cuadernos estaban concebidos para ser rellenados con una estilográfico o un lápiz, por eso en la contraportada aparecían unas manos que indicaban las dos formas de escribir: la errónea (mal) y la correcta (bien)». Otra de las características de los ejercicios de caligrafía era esa sucesión de puntos que había que unir para facilitar el trabajo de los alumnos. «El sistema de los puntitos también existía antes, pero mi padre generalizó su uso, porque era necesario aprender a escribir bien, aunque ahora haya quien opine que con la informática no es necesario. La grafomotricidad es un derecho del niño y presenta diversos grados de progresión: el trazo grueso y el fino. Después ya habrá tiempo para trabajar con el pecé. Al aprender caligrafía se activan zonas concretas del cerebro, diferentes, por ejemplo, a las que se ponen en marcha cuando se manejan ordenadores». La progresión en la técnica de los puntitos era sencilla: primero se escribían las letras con los puntos y después se eliminaban para escribirlas sin ellos.

Pero en la casa del herrero, cuchillo de palo y por eso no deja de sorprender el hecho de que Enrique Rubio no llegó a usar los cuadernos creados por su progenitor. «Mi padre me obligaba a rellenarlos, pero no lo consiguió del todo y por eso no tengo muy buena caligrafía. A mí lo que me gustaba y se me daba bien era el cálculo con números. Mi mente trabajaba muy rápidamente y disfrutaba haciendo ejercicios aritméticos».

LOS CUADERNOS RUBIO HOY

Con el transcurso del tiempo todo evoluciona y muy rápido además. Los Cuadernos Rubio también. En su versión actual los podemos encontrar en formatos muy diversos y en varias lenguas. «Si esta empresa ha resistido la crisis ha sido gracias a que nos hemos preocupado de desarrollar muchos otros aspectos. Ahora los niños pueden trabajar los cuadernos a través de una tablet, gracias a una aplicación diseñada por Apple. La forma actual de aprendizaje es muy distinta a la tradicional. Por ejemplo, en los programas de sumas y restas, la propia aplicación le indica al alumno si lo hace bien o mal. De este modo, el niño aprende solo». No obstante todo lo anterior, el papel sigue constituyendo el núcleo fundamental de ventas. Si volvemos un instante al pasado, nos pica la curiosidad de saber si en alguna ocasión Cuadernos Rubio sufrió censura. La respuesta es clara: no. «Nunca hubo problemas con este asunto. Las frases, además, eran cortas y muy concretas, y Rubio nunca hizo apología del franquismo ni hablaba del régimen, aunque sí de religión, porque entonces el catolicismo dominaba la sociedad española. Actualmente, los contenidos religiosos han sido suprimidos de los cuadernos, porque hay muchas creencias y no hay que herir susceptibilidades».
Hoy, Rubio también se ocupa de nuestros mayores a través de los llamados cuadernos de estimulación cognitiva. «Al envejecer, perdemos facultades y eso se nota mucho más cuando las personas se jubilan. Si continuamos entrenando nuestra mente, nos mantendremos bastante lúcidos. Esto es algo fácil de comprobar en los escritores y periodistas que permanecen en activo aún después de jubilados. Si no seguimos utilizando el cerebro o no nos movemos, la demencia senil u otras enfermedades nos invaden. En los casos de Alzheimer, con la escritura y el cálculo no vamos a curar la enfermedad, pero sí conseguiremos estar mejor, más activos».

‘MI MAMÁ ME MIMA’, EL LIBRO DE LOS CUADERNOS RUBIO

Precisamente ha sido en 2015 cuando surge la oportunidad de recordar aquellos momentos, de hacer recuento y regresar al pasado. Es la hora de hacer memoria porque «la trayectoria de Cuadernos Rubio es una historia casi mágica, la de una generación entera de niños que luego  fueron adultos, y que solo tuvieron dos canales de televisión, de esa televisión en blanco y negro, regordeta, comprada a plazos, con dos antenas que se recolocaban continuamente para captar la señal. De niños con CineExin, de niñas con Nancy. También de adultos que compraron después los cuadernos a sus hijos para que aprendieran lo que ellos no pudieron nunca aprender: una caligrafía pulcra y armoniosa». Y qué mejor modo de revivir el pasado que compilarlo en un volumen y publicarlo. Y así fue como la editorial Espasa se incorporó al proyecto y el libro, con el título de ‘Mi mamá me mima’, ya está en la calle. «La idea de escribir  sobre Cuadernos Rubio cuajó poco a poco. Hace diez años, al asumir la dirección de la empresa, descubrí el poder que tenían los cuadernos antiguos. Cuando los sostenía entre sus manos, a la gente le sobrevenían recuerdos de otros tiempos. Vivimos un momento en el que ha surgido una especie de culto por lo viejo. Antes no creíamos en estas cosas, pero hemos recuperado la belleza de aquellos dibujos y  aquellas frases. Con ‘Mi mamá me mima’ hemos pretendido viajar a la nostalgia. Es cierto que la idea principal era homenajear a mi padre, ahora que está a punto de cumplirse el sexagésimo aniversario de la aparición de los cuadernos, pero no por ello teníamos que renunciar a despertar esos sentimientos de añoranza en las personas que los utilizaron durante su infancia». El problema principal para escribir ‘Mi mamá me mima’ ha consistido en la falta de originales. «Hemos realizado un tremendo esfuerzo para recuperar el material, un material que estaba perdido, disperso o que, simplemente, no existía, porque en la empresa no guardábamos ejemplares y, como mi padre sufrió un derrame cerebral, no pude preguntarle muchas cosas de su vida. Hemos tenido que recurrir a nuestros jubilados para reconstruir esta historia».

EL AULA MUSEO RAMÓN RUBIO

Como complemento a la publicación del libro, el pasado 29 de octubre, en la misma nave donde Cuadernos Rubio tiene el almacén y el taller de impresión, se inauguró la denominada Aula Museo Ramón Rubio. Este nuevo espacio recrea el aula de un colegio de mitad del siglo XX, con mapamundi, pizarra, pupitres y vitrinas con útiles y enseres de aquella época. Los escolares y personas que estén interesados en ello podrán visitar este lugar tan preciado, donde se les garantiza, sin ninguna duda, un auténtico viaje al pasado.


Herme Cerezo

SOBRE ENRIQUE RUBIO

Enrique Rubio (Valencia, 1959) es el actual propietario de la empresa ‘Cuadernos Rubio’. Es licenciado en Económicas por la Universidad de Valencia, padre de dos hijos, amante del cicloturismo, de los barcos y los coches. 

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