«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 6 de mayo de 2016

Entrevistas Fira del Llibre València 2016 (3): Jesús Carrasco: «Me gusta narrar siempre en primera persona»

Quienes del hecho de escribir entienden, afirman que Jesús Carrasco es el sucesor natural de Miguel Delibes. Quien esto suscribe ni afirma, ni niega, quizá porque carece de suficientes elementos de juicio para hacerlo, pero lo bien cierto es que su éxito es innegable tras la publicación en 2013 de ‘Intemperie’, su primera novela, con más de ochenta mil ejemplares vendidos en el pentágono peninsular. Aunque Carrasco lleva muchos años escribiendo cuentos y novelas que, probablemente, los lectores no llegarán a ver nunca porque «forman parte de mi aprendizaje», como él mismo aclara, hasta el momento presente solo tiene a la venta en el mercado dos títulos. Del segundo de ellos, ‘La tierra que pisamos’, editada por Seix Barral, todavía con olor a tinta prensada, conversé con el escritor extremeño durante su visita a Valencia horas antes de que la presentase en la librería Bartleby.

‘La tierra que pisamos’ es una ucronía anclada en la España de los albores del siglo XX, un territorio anexionado al mayor imperio jamás conocido. Tras la pacificación que sigue a la invasión, las elites militares escogen un pueblo extremeño como tierra conquistada para gratificación de los mandos del ejército invasor. Eva Holman, la esposa de uno de ellos, vive un apacible retiro de conciencia hasta que la visita inesperada de un desconocido, por nombre Leva, ocupa su propiedad y termina por invadir su propia existencia.

¿Qué hace un profesor de Educación Física escribiendo novelas?
Buff, es una pregunta que nunca me ha hecho nadie. Supongo que es el tópico de la vida, que da muchas vueltas. Uno decide estudiar una carrera prematuramente, porque a los dieciocho años nadie sabe lo que quiere. Cursé Educación Física con gusto, pero es cierto que, antes de empezar, el veneno de la lectura ya me había picado y, curiosamente, aproveché la licenciatura, que me permitió desplazarme  hasta Madrid, para encontrarme de repente con la literatura. Casi de inmediato conocí a un grupo de personas que, a través de una serie de lecturas, me enseñó lo que era aquello. Desde ese momento ya no solté el hilo y me entraron ganas de escribir.



Entonces, ¿qué significa para Jesús Carrasco la escritura?
Esta es una pregunta seria. Supongo que ante todo es un placer. Si no me resultara gustoso, no me dedicaría a ello. Más allá de esto, escribir es indagar. A veces creo que aprovecho mis libros para concentrarme durante un periodo largo de tiempo en algo que me interesa o me obsesiona. Luego se produce la sorpresa literaria, cuando has escrito algo con unas intenciones concretas y, de repente, otras intenciones y coherencias ocultas afloran generalmente a través de las lecturas de los demás. Pero esto último es algo mágico, un regalo.
¿Dónde y cuándo escribes?
Escribo en soledad, de día, por las mañanas, en un horario compatible con mis hijas, como un funcionario… Lo hago siempre en ordenador, intercalando periodos de escritura a mano y en papel. Ah, y siempre en bibliotecas públicas, jamás en casa
De ‘Intemperie’ se han vendido ochenta mil ejemplares, ¿a la hora de abordar ‘La tierra que pisamos’ había miedo?
Miedo escénico sí que he tenido, pero me imagino que es algo independiente al hecho de que funcionase bien o no la primera novela. Después de tres años de trabajar en silencio y tomar decisiones uno solo, exponerlo al público impone respeto y te preguntas si todo lo que has escrito tiene sentido, ya que hay momentos en que te encuentras perdido, que tienes la sensación de que el suelo se hunde y no sabes por dónde vas. Lo que no he percibido es presión por la repercusión que alcanzó ‘Intemperie’ porque, entre otras cosas, ya había redactado un borrador bastante amplio de esta nueva novela antes de que se publicara la anterior y, una vez concluida la promoción, retomar la escritura me resultó más fácil. De todas maneras, jamás sabré qué habría sentido si ‘La tierra que pisamos’ hubiera empezado a escribirla partiendo de cero tras el éxito de ‘Intemperie’.
«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (‘Intemperie’, 2013); «Hoy me ha despertado un ruido en mitad de la noche» (‘La tierra que pisamos’, 2016), con estas frases arrancan tus dos novelas y en ambos casos los sonidos están presentes, ¿premeditación o casualidad?
No me había parado a pensarlo nunca, qué curioso. Esta es una de esas coherencias ocultas de las que te hablaba al principio. Sí me he dado cuenta de que escribo mucho desde los sentidos. Los olores, el tacto y el ruido, por supuesto, tienen una presencia importante en mi forma de escribir. Siempre trato de eludir el discurso, es decir, digo taza o gafas sin nombrarlas y valiéndome de recursos sensoriales, como las emociones corporales de los personajes, intento generar en el lector las imágenes precisas. Quizá mi formación de profesor de Educación Física y mi conocimiento de la anatomía tengan algo que ver con ello, no lo sé.
Tal vez por ello Leva no cuenta su historia, no habla, calla.
Exacto. Es un ejemplo extremo de lo que quiero decir, de ese discurso que desea vaciarse, no producirse, porque Leva tiene muchas cosas que contar ya que esta novela es su vida. El recurso metaliterario al que he recurrido ha consistido en utilizar a otro personaje para que hable de él y, además, de un modo literario, no como un notario que transcribe lo que el protagonista le cuenta, porque Leva permanece callado, y lo que Eva Holman narra se basa en sus propias suposiciones, en lo que conoce y descubre, de tal manera que el lector no sabrá nunca si esa historia es cierta o no, aunque mi intención es que crea que esa es la única historia que existe, la única posible. Si esto sucede, la literatura se produce y surge el pacto escritor-lector.
¿‘La tierra que pisamos’ surge de la existencia de un esquema preconcebido y rígido, o la dinámica creativa y los propios personajes han tirado de ti?
Había una intención previa: contar la historia de un hombre, Leva, y su relación con la tierra, un planteamiento emocional. Todo lo que sucede en la novela son recursos que yo he empleado para narrar. Para ello me formulé la pregunta de que, si yo tomaba a un personaje y lo desnudaba completamente, dejándole solo su sensación de estar unido a la tierra, sería posible reconstruirle después. Hice el experimento y todo lo que ocurre a su alrededor existe en función de esa idea: el contexto político en que se mueve lo desarraiga, Leva va creciendo poco a poco y Eva surge para darle la voz.
Los capítulos son cortos, entre  una y seis páginas, y has alternado el pasado y el presente, ¿por qué?
La historia de Leva es fuerte, es un tipo deportado, una especie de húngaro o polaco o judío del siglo XX. Si la hubiera contado toda de un tirón hubiera supuesto una carga excesiva para el lector, así que la troceé y utilicé dos tiempos verbales, presente y pasado, de tal manera que las bocanadas de mayor intensidad puedan tomarse en pequeñas dosis. El uso del presente, con su ritmo más moroso, otorga a la narración la pausa necesaria para alternar escenarios bélicos con la pacífica vida de un huerto.
Eva Holman narra en primera persona.
La primera persona es la que más me interesa, es la más directa, la que sale del corazón, la mejor manera de fundirse con el personaje y llegar al lector. Siempre quiero narrar en primera persona, aunque en ocasiones no lo haga. Algo importante de ‘La tierra que pisamos’ es ver el proceso de transformación de Eva, que espero que sea reconocido por los lectores y que se den cuenta de que todos sufrimos esos procesos de cambio interior, muchas veces debidos al contacto y las influencias de otras personas. Me interesaba mucho ver cómo funcionaba su cerebro, su mecanismo interior.
De tus respuestas deduzco que te preocupas mucho por el lector, por su participación en la construcción de la novela.
Para mí es muy importante y lo tengo muy en cuenta cuando escribo, porque el lector es casi quien construye la historia. Antes hablaba del pecto escritor-lector y ese pacto puede ser abierto o cerrado. Desde mi punto de vista debe ser lo más abierto posible y que cuando yo escriba «miedo» el lector ponga su miedo y cuando escriba «amor» ponga su amor. Así es como la literatura implosiona y alcanza un impacto brutal. Cuando una novela o una película nos impacta mucho es cuando se produce literatura.
 ‘La tierra que pisamos’ propone una situación ucrónica, en la que a comienzos del siglo XX España ha sido invadida por un imperio, ¿por qué ese planteamiento?
Como te decía antes, necesitaba ese contexto para que el personaje de Leva pudiera crecer, reconstruirse, y, además, me interesaba una ocupación larga para que, cuando alguien regresara a su tierra, lo encontrase todo cambiado, distinto. La idea de que los generales victoriosos ocupasen parcelas procede del Imperio Romano, que premiaba a sus mandos militares con territorios ganados a los salvajes. En ningún momento pretendí atar la historia tan cerca de la realidad y convertirla en una novela histórica.
Queda hueco en la novela para otros ecos: campos de concentración, paseos, matanzas, colonialismos, es casi una síntesis histórica.
Además de que el trasfondo estuviera al servicio del personaje, al mismo tiempo no quería que se insertara en un momento histórico concreto porque si, por ejemplo, hubiera ubicado la novela en tiempos del nazismo, el lector ya entra a su lectura aportando la información que posee previamente sobre el tema y eso condiciona su lectura. Por eso creé un imperio simbólico, que no se puede atribuir a nadie en concreto, pero cuya información me sirve también para que la imaginación del lector no vuele hacia territorios irreconocibles. Y efectivamente, como dices, hay ecos del holocausto, de los campos de exterminio, del colonialismo europeo del siglo XIX en África, del gulag y de la matanza que se produjo en la plaza de toros de Badajoz durante la Guerra Civil.
Eva Holman vive en el campo con su marido Josif, antiguo general del Imperio, ¿el medio rural es duro?
Yo he vivido siempre en un pueblo, aunque muy cerca del campo, y vivir allí es duro. Tiene algo muy positivo, ya que el ritmo vital del pueblo es mucho más parecido al del cuerpo humano, y también algo negativo, que puede ser positivo a la vez, ya que tu casa solo tiene puertas abiertas y estás expuesto a cualquier cosa, aunque en compensación todo el mundo te auxilia. Desde luego, pasar inviernos en pueblos pequeños de treinta o cuarenta habitantes puede resultar muy duro.
Evidentemente, Jesús Carrasco debe andar por algún rincón de la novela, ¿no?
Yo no soy un héroe, no estoy luchando por mis ideales ni por la injusticia, pero tampoco hago el mal a nadie, ni soy un villano, que impone sus ideas a los demás. Al contrario, estoy en una posición intermedia y a veces no sé si tengo una opinión suficientemente formada sobre un tema concreto. Vivo instalado en esa situación de inseguridad que nos afecta a muchos, no tengo respuestas para todo y me siento cerca de Eva en el sentido de que es tan ambigua o contradictoria como cualquier otro ser humano. Ella duda, se enfrenta al mundo, trata de ser honesta y valiente y se deja envolver por el misterio que Leva le propone con sus peligros, sometiéndose a un gran dolor interior, un dolor que todos tenemos cerca si nos atrevemos a cruzar cierto límite como Eva.
El otro día decías en una entrevista que tal vez dejases de escribir novelas, ¿has escrito cuentos alguna vez?
Sí, he escrito muchos y no descarto publicar cuentos algún día, pero cuando lo haga serán nuevos, los anteriores forman parte de mi proceso de aprendizaje. El cuento me interesa mucho como género y a veces, después de una novela como esta, me planteo que mi próximo proyecto debe ser de un aliento más breve.
La última pregunta por hoy: ¿llevas ya algo en mente?
Sí, tengo un proyecto exactamente así, en mente, y de momento tiene buena pinta porque aguanta. Aún no podría decir mucho sobre él, porque se está formando, pero quizá sea un híbrido entre las novelas y los cuentos al uso. De todas formas, no puedo adelantar nada más, porque no sé si cuajará definitivamente o no.


SOBRE JESÚS CARRASCO

Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) se trasladó en 2005 a Sevilla, donde reside en la actualidad. ‘Intemperie’, su primera novela, lo ha consagrado como uno de los debuts más deslumbrantes e interesantes del panorama literario internacional y fue galardonado con el Premio Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, El Premio de Cultura, Arte y Literatura de la Fundación de Estudios Rurales, el English PEN Award y el Prix Ulysse a la Mejor Primera Novela. Fue finalista del Premio de Literatura Europea de Holanda, del Prix Méditerranée Étranger en Francia, y de los premios Dulce Chacón, Quimera, Cálamo y San Clemente en España. Elegida como Libro del Año por El País en 2013 y seleccionada por The Independent como uno de los mejores libros traducidos de 2014 en el Reino Unido, ‘Intemperie’ ha sido traducida a una veintena de lenguas y será llevada al cine próximamente.

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