«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 24 de junio de 2016

A.L. Martín: «Mi novela es para el lector que llega cansado a casa y necesita distracción»

A.L. Martín (Ana López Martín)
debuta en la república de las letras. Y lo hace con ‘El crucigrama de Jacob’, una novela que, además de las tradicionales prestaciones que la literatura proporciona al lector, a través de una aplicación llamada MiRA Realidad Aumentada, le ofrece la posibilidad de vivir junto con los protagonistas principales una aventura espectacular. La acción arranca en la primavera de 1491, cuando una judería del Norte de España es informada secretamente del inminente edicto de expulsión de los judíos. Benavides, cabeza del consejo, sabe que deben huir cuanto antes, ya que, tras el edicto, sus vidas carecerán de valor. Ayudado por su amigo, el maestro de cábala Abravanel, diseñan un plan de huida para toda la comunidad e instruyen a sus hijos, Aviraz e Isaac, para que puedan desentrañar las pistas codificadas en los libros sagrados.

‘El crucigrama de Jacob’ es apta para todos los públicos, no sólo para los iniciados en las nuevas tecnologías. «La novela  no excluye a nadie – dice su autora –. Es un libro para disfrutar con su lectura y, si a alguien le apetece acceder a la trama de otra manera, puede hacerlo también a través de formatos informáticos». A.L. Martín, avilesina de nacimiento, no procede del mundo de la literatura, sino del de la música. «Mi carrera arranca con una Ingeniería Industrial cursada en la Universidad de St. Louis en Estados Unidos. Tras desfilar por varias multinacionales, acabé en España trabajando para una compañía musical, participando en el lanzamiento de muchos artistas, entre ellos Pablo Alborán». Sin embargo, esta ocupación laboral, por momentos frenética, no terminaba de llenarle. «Trabajar para una multinacional significa tener tu vida condenada de sol a sol y no me veía haciendo eso el resto de mi vida, necesitaba refrescar mis hábitos, plantearme nuevos retos y como me gustaba mucho hablar con las personas y descubrir las historias que esconden sus vidas, decidí embarcarme en una aventura literaria. Al principio fue muy duro, porque durante cinco años alterné mi trabajo en la multinacional con la escritura, pero finalmente todo este esfuerzo desembocó en ‘El crucigrama de Jacob’, un proyecto literario distinto de lo habitual». Bajo ningún concepto esta publicación puede considerarse como un libro de encargo. «Ya me habría gustado a mí que así fuera, pero no, se trata de una apuesta personal que se fue conformando poco a poco y que, afortunadamente, pudo contar con el respaldo de una editorial tan solvente y acreditada como Planeta».


Toda novela tiene un comienzo. A veces es un chispazo, un flash, una imagen, una frase, un susurro… ‘El crucigrama de Jacob’ no podía ser menos. «Libreta en mano, comencé a hablar con gente muy dispar y a tomar muchas notas, hasta que me tropecé con un sefardita en Estambul que me contó su historia y la de la diáspora de su familia. A partir de ahí situé la historia en 1492, momento en que los judíos fueron expulsados de España, pero como quería retroceder un poco más, la inicié un año antes». Por supuesto, a lo largo de la novela se percibe la presencia de A.L. Martín, no podía ser de otra manera especialmente si tenemos en cuenta que se trata de una ópera prima. «En ‘El crucigrama de Jacob’ estamos yo y los demás, y también todas las cosas que he aprendido, la gente que encontré en el camino. La novela pretende explicar un viaje universal, en el que suceden multitud de peripecias que sorprenden al lector. A los judíos este viaje les ocurrió en el siglo XV y a nosotros nos está pasando ahora. Nuestra juventud ha de marcharse fuera del país para buscarse la vida, su futuro, lo que no deja de ser otra forma de diáspora».

La escritora avilesina ha pretendido contar la historia de primera mano, pisar, palpar los principales lugares por los que transcurre la novela. «He viajado más que el baúl de la Piquer – dice la autora entre risas –. He ido a Jerusalén, contraté a un guía sefardita, volé a Edimburgo, he mirado la catedral por todos lados y he estudiado los mapas buscando escenarios antiguos y pensando cómo debían ser las cosas entonces. Siempre en primera persona, sin conformarme con verlas únicamente por Internet». Sin embargo, un sobresalto alteró el proceso creativo por un tiempo. «Me intervinieron de la espalda y me colocaron cuatro tornillos. A consecuencia de ello, se dio la circunstancia de que precisaba subir al Monsacro y no podía hacerlo. El consejero de Cultura del pueblo, no sé de dónde, sacó un Patrol y me subieron hasta la cima». A pesar de lo complejo de la novela, ha gozado de completa libertad para narrar. «La editorial siempre ha sugerido, nunca me ha impuesto nada. Es verdad que cuando piensan que tienen razón, insisten, al fin y al cabo ellos publican novelas todos los meses y saben mejor que nadie lo que le interesa al lector. Y en ocasiones hay que ceder. De hecho, la novela era cien páginas más larga, pero finalmente las suprimí porque entendí que una escritora primeriza no puede publicar un volumen demasiado grueso». Y la ha escrito de noche. «No puedo escribir de día, porque las interrupciones me descentran. Lo hago de noche, cuando todos duermen y el silencio me permite concentrarme».

A la hora de abordar la escritura, A.L. Martín reconoce que hubo tres libros que le impactaron: ‘El alquimista’ de Paulo Coelho, ‘Los pilares de la Tierra’ de Ken Follet y ‘El código Da Vinci’ de Dan Brown. «El de Coelho me interesó porque contiene dos novelas en una sola y cuenta un mensaje trascendente por detrás; el de Follet me fascinó por el enorme número de tramas que tiene y por cómo se entrelazan entre sí; y, por último, Brown me asombró por cómo soluciona con su argumentación una laguna histórica. Y no debió hacerlo nada mal ya que vendió diez millones de ejemplares y me obligó a preguntarme cómo lo había conseguido».

Sobre el lenguaje utilizado, A.L. explicó que lo había cuidado mucho «para que llegase a la mayor cantidad de personas posible de la forma más cómoda. Debía emplear un lenguaje fácil, entretenido y sencillo, porque había que captar a un lector que llega cansado a casa y solo quiere distraerse, huyendo de estructuras y formas rebuscadas. De hecho, escribí de nuevo el comienzo de la novela porque no terminaba de convencerme». Con relación a la estructura, afirmó que no es partidaria de establecer un guión rígido e inflexible. «He tardado semanas en resolver determinados nudos narrativos de un modo lógico para hacerlos creíbles: salía de un lío y me metía en otro. Esta forma de trabajar es  costosa, pero es muy satisfactoria, porque llegas a sorprenderte a ti misma con las soluciones que descubres. Además, escribir así hace que la novela gane en espontaneidad y naturalidad. Quizá por esta metodología de trabajo me ha costado tanto tiempo acabarla».

Para concluir, A.L. Martín dejó claro que ya tenía ganas de embarcarse en los avatares de un nuevo libro. «Escribir es una sensación que desconocía, una alegría profunda, serena, que se experimenta especialmente al comprobar el resultado de tanto sacrificio. Cuando alguien lee mi novela y lo comenta, me siento muy gratificada, porque este libro es el fruto de todas esas hogueras que una ha ido pisando hasta cruzar al otro lado del río».


SOBRE A.L. MARTÍN

A. L. Martin estudió Ingeniería Industrial en la universidad de Saint Louis, EE.UU. Tras trabajar en Washington DC y en Lisboa, retomó los estudios para cursar un máster en Administración de empresas en Madrid. Durante los últimos ocho años, ha dirigido las operaciones de marketing en EMI Music Spain&Portugal, contribuyendo al lanzamiento de la carrera de diversos artistas musicales como Pablo Alborán. ‘El crucigrama de Jacob’ es su primera novela. Ha trabajado en ella los últimos cinco años, recorriendo y documentando los lugares, las historias y los misterios plasmados en este libro.

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