«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 20 de junio de 2016

Manuel Rico, ganador del Premio Novela Ciudad de Logroño 2015: «El franquismo tuvo tiempo de borrar su pasado»

Una noche de invierno llega  un
extraño viajero a un hotel rural de la Sierra de Madrid, Aunque carece de documentación, Lucía Olmedo, la propietaria, decide alojarlo. El recién llegado le inspira tanto desasosiego como curiosidad, pero pronto comparten un fugaz encuentro amoroso. Al poco tiempo el hombre desaparece, dejándole una escueta nota, el recibo de un laboratorio de revelado y sesenta dólares. Cuando Lucía trata de recoger el encargo, descubre que el recibo tiene más de medio siglo de antigüedad. Es solo el principio de una inquietante investigación.
A mitad de camino entre la novela histórica y el relato fantástico, Manuel Rico se sirve de una historia de amor para profundizar en un tema que le interesa particularmente: la memoria histórica más reciente. Descabalados los ejes espaciotemporales, por la novela navegan los campos de trabajo del franquismo y surgen espectros como el del escritor Humphrey Slater, un personaje real que se esfumó en el aire, bajo extrañas circunstancias, en el año 1958. Nunca se ha vuelto a saber nada de él.
Manuel, a lo largo de tu carrera literaria has alternado poesía y novela, periodismo y crítica literaria, con incursiones en libros de viajes y ensayos, ¿escribir registros tan diversos es necesario para todo autor que se precie o hay que considerarlo como un reto?
Todo eso forma parte de mi manera de acercarme a la literatura. Soy muy curioso, empecé escribiendo poesía y, de modo natural, la novela se me planteó como una forma de desarrollar algunas de las obsesiones de mis poemas. Yo he sentido un enorme interés por descubrir los resortes que convierten en única la poesía de ciertos autores, como Lorca o Ángel González, y eso me llevó a acercarme a la crítica hasta tal punto que se ha convertido en mi forma de entender por qué escribo poesía. El ensayo es el colofón de la crítica, porque es un intento de sistematizar mi forma de ejercerla.



Y ¿qué es para ti la escritura?
Comencé a escribir cuando constaté que mi padre, mi madre y los paisajes de mi infancia, donde fui feliz, iban a desaparecer algún día. La escritura es una forma de conservar aquellos paisajes, de detener el tiempo, de recuperar la memoria y de enfrentarse, aunque sea artificiosamente, a la muerte.
¿Para qué le sirve a Manuel Rico ganar un premio como el de Novela Ciudad de Logroño?
Ganar un premio te proporciona la posibilidad de acercarte a más lectores. En el caso de un escritor como yo, a cuyos libros accede el lector ya iniciado, un premio de estas características y una colección como la de Algaida, en la que se incluye, permite que llegues a cualquier tipo de público. Por supuesto, también son importantes el reconocimiento de los colegas del jurado y el importe económico.
Han definido ‘Un extraño viajero’ como novela histórica, con tintes de género negro y fantástico a la vez.
Sí, eso son muletillas que utilizan las editoriales. Yo solo he pretendido escribir literatura, una historia que se mueve en el presente, pero que abre ventanas al pasado, y que está elaborada de tal modo que su estructura, a través de determinados recursos técnicos, permita atrapar al lector y conducirlo al desenlace final. Es verdad que está inmersa en un escenario histórico y que hay en ella un cierto aspecto fantástico, porque juego con el tiempo y, a veces, el lector duda del espacio por el que transitan algunos personajes.
Parece ser que la contemplación de un hotel de las afueras de Madrid disparó tu imaginación para escribirla. ¿Cuántas historias se cuecen y esconden en las habitaciones de un hotel?
Un hotel es una especie de burbuja, un lugar donde, en parte, el tiempo deja de existir. Tengo un poema titulado ‘De paso’ en el que cuento como, en ocasiones, necesitas disfrutar de unas horas para pasear por una ciudad de incógnito. En este sentido, los hoteles tienen algo de cápsula, de espacio de tránsito donde pueden ocurrir multitud de cosas, porque allí se da cita gente de muchos lugares. La novela empieza así porque yo guardaba, desde hace bastante tiempo, la imagen de un viajero, Salko Hamzic, que llega en invierno a un hotel donde le atiende una mujer, Lucía. De ahí nació esta historia de amor, que ya sabía que no culminaría porque él se marcharía y ella habría de ir en su búsqueda. En esta búsqueda tropezaría con una historia insospechada, como es la de los campos de trabajo en la España de Franco.
Para narrar has manejado el tiempo pasado y el presente, ¿el lector, a través de las indagaciones de Lucía, asiste a la construcción de la novela o ella le sirve solo como la cámara de cine que guía al lector durante su lectura?
Lucía es el sujeto de la narración, contada en tercera persona, aunque me meto en su mente muchas veces y recojo sus pensamientos. De alguna forma, ella va abriendo las puertas para desarrollar la novela, pero no la he utilizado conscientemente para eso. Detrás de todo hay una gran obra de cocina, como dicen ahora, aunque a la hora de leerla dé la impresión de que sí que es ella la que enseña todo lo que se cuenta.
En la novela aparece el escritor Humphrey Slater, un personaje real, que participó en la Guerra Civil y desapareció en España en la década de los años cincuenta.
Dicen que murió pero no se pudo comprobar. Es un personaje fascinante, que llegó a publicar tres novelas y cuatro ensayos, fue director de una película, muy exitosa, y tomó parte en la Guerra Civil como miembro de las Brigadas Internacionales. Fue comunista, pero más tarde, decepcionado, se transformó y trabajó en algunas instituciones democráticas, porque estaba en contra de la Europa del Este. Después regresó a España y se desvaneció en 1958, aunque se sabe que estuvo alojado en el Hotel Ritz de Madrid antes de desaparecer.
¿No lo eliminaría el servicio secreto del régimen por algún motivo que ignoramos?
La hipótesis que planteo en la novela es ésa, pero también dejo una zona de ambigüedad, porque él trabó amistad con un fotógrafo que estuvo en España al mismo tiempo que él. Coincide también su desaparición con los años en que se terminó la presa de Valsequillo, pero nadie puede demostrar a ciencia cierta que siguiera vivo y que más tarde fuera asesinado por un comando franquista.
No conocemos demasiada literatura sobre la Posguerra, ¿no?
Creo que la Guerra Civil sí es un motivo narrativo importante, no solo para escritores españoles sino también para extranjeros, porque desde Hemingway y Humphrey Slater, que sale en mi novela, hasta cantautores como Bob Dylan o Pete Seeger, se han ocupado de ella. Sin embargo y aunque en realidad no sabría explicar el motivo muy bien, la posguerra es una etapa larga y resulta un momento incómodo para trabajar, porque en contra de lo que sucede con otros periodos históricos, aquí no basta con leer libros de Historia, hay que recurrir a otro tipo de fuentes, como los testimonios orales directos que escasean.
Quizá sea más difícil escribir sobre la posguerra porque, al contrario de lo que les ocurrió a los nazis, el franquismo sí tuvo tiempo suficiente para borrar pruebas de sus atrocidades.
Sí, el franquismo tuvo tiempo de borrar su pasado, mientras que a los nazis y a los fascistas no les sucedió eso, porque llegaron los aliados y liberaron a los prisioneros directamente. Durante el franquismo hubo ciento veinte campos de concentración con varios miles de presos. A lo largo de la década de los sesenta y primeros años de los setenta, los fueron cerrando y destruyendo sus vestigios. El campo que aparece en ‘Un extraño viajero’ se encontraba en Valsequillo, albergaba a unos cien prisioneros y no queda ni el más mínimo rastro de su existencia. Nadie de los que van por allí pueden imaginar que aquel embalse fue levantado por presos políticos, mano de obra esclava a la que se pagaba una peseta al día. Al interés de Franco por ocultar aquella realidad, se sumó la voluntad de la propia gente que quería olvidar, enterrar su pasado y lavar su imagen. A todo eso, tenemos que añadir la existencia en nuestro país de una derecha que todavía no ha condenado el franquismo. Por lo tanto, bajo este planteamiento, es absolutamente normal de que en Valsequillo no haya ninguna placa conmemorativa de aquella triste página de nuestra historia.
El contenido de la novela cae de lleno en lo que denominamos memoria histórica, una temática que no es nueva en tu escritura.
Efectivamente, la reivindicación de la memoria histórica se encuentra en todas mis novelas y en buena parte de mi poesía. Considero que la literatura es una recuperación del pasado colectivo. Sin obras como las de Primo Levi, de Imre Kertész o de Jorge Semprún sobre los campos de concentración, seguramente nuestro conocimiento de esta materia sería muy limitado. Creo que la literatura puede entrar en el corazón de las personas, algo que un ensayo no alcanza, y contarte la vida de un hombre de veinticinco años, carpintero, que, de repente y por ser republicano, va a la cárcel y luego a un campo de trabajo, con una dieta de hambre, ignorando cuánto tiempo va a pasar allí. Y de esto trata la historia de ese hombre que llega solo al hotel una tarde de invierno, que se esfuma dejando el resguardo de una casa de revelado de muchos años atrás, cuyas fotografías contienen imágenes que escasean, las de la vida cotidiana en los campos de trabajo del franquismo.
Acabamos por hoy. ¿En qué rincón de la novela estás tú?
En Lucía Olmedo, en Slater, en todos un poquito y también en la voz narrativa. Muchos de mis fantasmas desfilan por ahí. De repente, aparece el barrio de la Concepción, donde yo fui niño, o los paisajes de la Sierra del Norte de Madrid, que también tienen mucho que ver con mi infancia y la relación con mi padre, con quien recorría aquellas tierras. En todo eso estoy yo.


SOBRE MANUEL RICO
Manuel Rico (Madrid, 1952) es poeta, narrador y crítico literario. Licenciado en Periodismo, ha colaborado en diversos diarios y revistas (‘El Mundo’, ‘Cuadernos Hispanoamericanos’, ‘Ínsula’, ‘Letra Internacional’, ‘Mercurio’, ‘Turia’…). Ejerce la crítica de poesía en el suplemento ‘Babelia’ del diario ‘El País’. Es autor, entre otras obras, de los libros de poemas ‘La densidad de los espejos’ (Premio Juan Ramón Jiménez, 1997), ‘Donde nunca hubo ángeles’, ‘Fugitiva ciudad’ y ‘Los días extraños’. ‘La mujer muerta’, ‘Los días de Eisenhower’ y ‘Verano’ (Premio Ramón Gómez de la Serna, 2009) son sus últimas novelas. También es autor del libro ‘Memoria, deseo y compasión’ y de los libros de viajes ‘Por la sierra del agua’ y ‘Letras viajeras’. Con ‘Un extraño viajero’ ha obtenido el IX Premio Logroño de Novela.
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