«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 29 de agosto de 2016

‘Apóstoles y asesinos’ de Antonio Soler. ¿Se pueden romper los lindes de la novela histórica?

¿Se pueden romper los lindes de la novela histórica?

Sin duda que sí. Al menos, Antonio Soler (1956, Málaga) lo ha conseguido en su última entrega, ‘Apóstoles y asesinos’, editada por Galaxia Gutenberg. Siempre resulta dificultoso discernir en una novela de este género dónde acaba el hecho constatado y dónde la invención. Existe una suerte de territorio de nadie, fronterizo, en el que realidad e invención se entremezclan para fraguar la argamasa que sustentará todo el artificio literario. Es precisamente en ese punto donde el escritor malagueño ha hecho un trabajo de primera. A priori sabemos, o creemos saber, que llevamos entre manos una ficción, sin embargo, al adentrarnos en la lectura ya no está tan claro y comprobamos, no sin admiración, que las costuras no se notan, tampoco los pespuntes, que la voz narrativa apenas distingue entre una cosa y otra, que todo está ensamblado en un discurso sin fin, donde se suceden el relato académico más ortodoxo, al estilo de una crónica cualquiera; el diálogo entre personajes, subrayados por comillas y no por guiones; o brillantes pasajes literarios. En algunos de ellos, al autor le interesa advertirnos de donde ha extraído lo que cuenta y lo hace notar, incluyendo su propia opinión, a veces decepcionada, a veces crítica, sobre la fuente original. Un modo de comportarse que aplaudo, bien alejado de esa moda absurda, que se ha instalado entre algunos novelistas consistente en incluir la bibliografía utilizada durante el proceso de escritura al final del libro, como si de un manual al uso se tratase.

En estas cuatrocientas treinta y cuatro páginas narradas en tercera persona, Soler traza un retrato del anarquismo y de la sociedad barcelonesa del primer cuarto del siglo XX, donde la violencia entre sindicatos y patronal, traducida en asesinatos, atentados callejeros o tiroteos, terror en suma, era moneda de uso común. Por extensión, esta violencia se trasladó a otras ciudades como Madrid, Zaragoza o Valencia, aunque nunca alcanzó los niveles de brutalidad de la capital catalana.

Personifica la narración en la figura de Salvador Seguí Rubinat (1886-1923), conocido como el «Noi del Sucre», un líder anarquista que desarrolló sus actividades desde comienzos de la centuria hasta la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, que no llegó a conocer, porque fue asesinado poco antes. No resulta irreverente citar aquí la muerte del protagonista. Al contrario. Aunque asistimos a la presencia de pistoleros y bandas organizadas,  ‘Apóstoles y asesinos’ no se adscribe al género policial, tradicional donde lo relevante es conocer el desenlace final y descubrir al culpable. Ya desde la introducción, con un recurso que no resulta nuevo, mediante un mínimo resumen del libro el lector es puesto en antecedentes de que Salvador Seguí fue asesinado en la esquina de la calle de la Cadena, mientras aguardaba que Perones, su amigo y compañero de brocha gorda, saliera del estanco a donde había entrado a comprar tabaco.

Como sindicalista, la trayectoria de Seguí osciló desde el activismo más beligerante hasta una actitud mucho más conciliadora, posibilista, pactista, partidario de la unión del trabajador, del obrero, más allá de las siglas sindicales que cobijasen sus ideales, en pos de la consecución de sus fines. Su moderación, su incesante búsqueda de acuerdos, le granjeó la hostilidad de buena parte de sus compañeros, que llegaron a considerarle tibio y conservador, cuando no un traidor a la causa. En este sentido, llama la atención el concepto que la patronal tenía de él, ya que fue considerado a la vez el elemento más peligroso de la CNT y el enemigo número uno.

Alrededor del «Noi del Sucre» se mueve una constelación de personajes que dan realce a su figura. Sin duda son importantes las apariciones de correligionarios como Ángel Pestaña, Josep Viadiu o Joaquín Maurín y de políticos como Francesc Layret o Lluís Companys, «Pajarito», que con el tiempo llegaría a presidir la Generalitat catalana. No hay que olvidar en esta relación de secundarios al elemento represor, representado por el barón Koëning, Bravo Portillo o Martínez Anido. De todos ellos, quizá, el más trascendente sea Martínez Anido, un militar que el gobierno de Madrid, presidido por Eduardo Dato, destinó a Barcelona como gobernador civil, para finiquitar la ola de huelgas y atentados que sacudían la Ciudad Condal. Martínez Anido, secundado por Miguel Arlegui Bayona, su mano derecha, hizo honor a la dureza de su nombre de pila, Severiano, ya que durante su mandato las muertes y represalias se sucedieron en gran número, en buena parte como consecuencia de la entrada en vigor de la llamada Ley de Fugas, que aplicó de modo indiscriminado y con frecuencia.  Ya que citamos Barcelona, hay que destacar la carencia de descripciones físicas de la capital catalana. La ciudad, el plano urbano, aparece en la novela con un marcado carácter funcional. Soler la utiliza como un catálogo de coordenadas geográficas en las que ubicar determinados acontecimientos de la trama.

Apetece aclarar ahora que el sobrenombre de «el Noi del Sucre» (en castellano, «el muchacho del azúcar»), tiene un origen un tanto discutido. Como durante un tiempo Seguí fue camarero, hay quien afirma que le apodaron así por su afición a meter la mano en el bote de los terrones de azúcar. Sin embargo, también se dice que un correligionario, al verle intervenir con tan pocas edad en una reunión sindical, manifestó en voz alta: «Qué sabras tú, chiquillo. Si pareces un ‘noi de sucre’». Hasta en algo tan intrascendente como un mote, la figura de Salvador Seguí Rubinat suscitó controversia.

Para concluir. ‘Apóstoles y asesinos’ es una novela con poso y rigor. El oficio de Antonio Soler para trasladar esta historia al lector sin que pierda el interés a lo largo de todo el libro, se hace patente una página tras otra. De vez en cuando aparecen obras como ésta en el panorama literario nacional, títulos de difícil adscripción genérica, pero de obligada lectura y detección. Sin duda ninguna, una de las mejores novelas publicadas hasta ahora en 2016.



‘Apóstoles y asesinos’. Antonio Soler. Ed. Galaxia Gutenberg, 2016. Tapa dura, 440 páginas. Precio: 21,90 €

El Eco de las Voces Califica: 3